Elisabeth estaba comiendo algo de fruta, mientras su madre hablaba muy animada de como había hecho un gran desastre en la cocina con Maite para prepararle un pastel a Mia por su cumpleaños. Elisabeth se sentía feliz y parecía más bien que nunca, aunque por dentro no fuera así, se sentía agotada, pero no quería demostrarlo, amaba cada sonrisa de cada persona que fue avistarla, hoy era el último día de visitas, el doctor le había permitido que esta semana vinieran amigos y familiares a visitarla, todos fueron muy amables y con un aire de alegría, y muchas prontas recuperaciones, eso la hacía sentir aliviada y feliz, aunque falta una sonrisa que era muy importante, Evan.
- ¿Cómo están las reinas de la casa? –dijo Santiago entrando a la habitación –aunque falta una.
Ellas rieron.
-pasa cariño –dijo Charlotte.
-vaya que hermosas estas –se sorprendió él.
-mama insistió –sonrió Elisabeth.
-como siempre –rio Santiago –te ves mucho mejor cariño, y vas a estar bien.
Elisabeth asintió levemente y sonrió. Ella tenía un suave sombreado de color crema y un leve rosa en los labios.
-iremos por algo de comer y volvemos en seguida –dijo Charlotte.
-está bien –sonrió Elisabeth.
Charlotte y Santiago salieron de la habitación, mientras Elisabeth tomo el paquete que tenía escondido bajo su almohada y lo abrió, no lo había podio sacar desde el día anterior que se lo trajo Mía, saco lo que tenía adentro y lo miro con nostalgia, lo detallo un momento y lo volvió a guardar.
-interrumpo algo –hablo una voz gruesa.
-buenas tardes, doctor –sonrió ella –pase.
El doctor Smith soltó un suspiro y en completo silencio se acercó a Elisabeth y la chequeo; en cuanto termino, se paró al final de la cama y miro directamente a Elisabeth.
-lo sé –dijo ella soltando un suspiro –debí ser más cuidadosa.
-es tarde –ella asintió –no podemos ocultarlo para siempre.
-puede decirles. Gracias por todo, han hecho un gran trabajo –sonrió Elisabeth, el asintió nostálgico.
-tú también lo has hecho muy bien.
. . .
Evan estaba sentado en su cama con la miraba baja, había pasado una semana de la visita repentina de Lían, las palabras resonaban en su cabeza y todavía no sabía si creerle o no. Monserrat dijo que solo era uno de sus trucos para que los perdonase y los aceptase, pero Evan tampoco estaba seguro de eso, su mente estaba hecho un lio y no sabía a quién realmente creerle, estaba confundido y no podía confiar en nadie.
Lina se paró en el marco de la puerta del cuarto de Evan, entro sigilosamente al verlo distraído y se sentó junto a él.
- ¿pasa algo? –pregunto preocupada –es por Elisabeth.
Evan alzo su cabeza sorprendió con el ceño fruncido.
- ¿lo sabes? –pregunto, ella asintió.
-Lían me lo dijo, antes de que viniera a buscarte –Lina hizo una mueca y acaricio la cabeza de su hijo en forma de consuelo –Evan, no sé lo que paso entre ustedes, no sé qué fue mal, pero creo que deberíamos ir a ver Elisabeth, te di una semana para que lo pensaras; tu padre y yo volveremos a Praga.
Evan se mordió el labio inferior, y volvió a bajar la cabeza.
-deberías estar con ella, como ella estuvo contigo en tu peor momento.
- ¿Qué quieres decir? –pregunto confundido.
-Elisabeth, al igual que todos, estuvimos ahí desde el accidente, ella te cuidaba cada noche, estaba muy preocupada, al igual que todos –hizo una pausa –me pareció extraño que no volviera esa noche que despertaste.
Evan estaba sorprendido, a su mente volvieron los recuerdos de esa noche que el reclamo sin motivo alguno.
-entonces ¿todo es mentira? –susurro.
Lina frunció el ceño confundida.
-hay que ir –hablo decidido, ella asintió.
Evan empaco todas sus cosas y las subió en el auto, sus padres habían empacado todo y el carro de mudanza había partido ayer en la tarde.
Cuando Evan estaba terminando de subir la maleta de su madre, Monserrat apareció, parecía confundida.
-Evan, ¿A dónde van? –él alzo su mirada a Monserrat y se acercó a ella.
- ¿Por qué me mentiste? –ella se sorprendió.
- ¿de qué hablas?
-Elisabeth, estuvo en el hospital, siempre estuvo conmigo, ¿Por qué mentiste? Acaso, ¿todo es mentira?
-espera –dijo nerviosa, no sabía cómo explicarse –hay pruebas, tú las viste.
-como sé que no son falsas –Monserrat abrió sus ojos sorprendida.
-ah… -Evan sonrió sarcástico.
-no necesitas decirlo, lo averiguare.
Evan se dio la vuelta y se subió en el auto de su padre, después de unos minutos desapareció, Monserrat se quedó confundida, pero luego frunció su ceño y apretó sus manos en forma de puño, saco su teléfono y le marco al numero de Nora, no contesto hasta la tercera llamada.
- ¿Por qué no tomas el teléfono?
- ¿Qué deseas? –hablo indiferente.
-tengo trabajo para ti.
-ah, eso, mmm, búscate una nueva marioneta, que está ya corto sus hilos y sabe manejarse sola –colgó.
- ¿Qué? –dijo furiosa, intento llamarla nuevamente, pero este ya está apagado.
. . .
Toda la tarde Elisabeth estuvo con sus padres, ellos no querían dejarla sola, y estaban muy felices por cómo estaba avanzando su tratamiento, aunque todavía no les dieran pronósticos de esta semana, ellos estaban seguros que serían buenos.
Elisabeth estaba en su cama, se sentía realmente agotada, y esta vez no lo podía ocultar, pareciera como si todas sus energías se hubiesen consumido en el día. Sus padres fueron por algo de cenar, mientras ella miraba al techo de ese hospital.
-tac tac –se escuchó desde la puerta, ella giro su cabeza, Lían estaba parado ahí - ¿puedo pasar?
Ella sonrió y asintió. Lían entro, sintiendo una decaída tan repentina de Elisabeth.
- ¿pasa algo? Llamo al doctor –dijo preocupado.