La quinta señorita de la casa Batun estaba castigada. Pero su castigo fue diferente al de su hermana Erzhene.
Alimceceg debía permanecer encerrada en su tienda y esperar a que las dos semanas de castigo pasaran. Aunque, el tiempo que pasó encerrada no fue para ella un castigo, sino en un tiempo que dedicó exclusivamente para pensar en la manera de utilizar a Tuva Eke tegim y conseguir su objetivo final.
Fueron semanas enteras que pensó y pensó, pero la única idea que se le ocurría era coger un caballo y cabalgar hacia la torre del tegim estúpido. Sin embargo, ella ni siquiera tenía una idea de donde se encontraba dicha torre, no sabía cuánto tiempo podía tardarse en ir y regresar sin ser descubierta por el Khubilai Ilk.
Abrumada por esa idea absurda, negó en repetidas ocasiones antes de tumbarse sobre el lecho. Al parecer no había una salida y le iba a tocar obligarse a sí misma a desistir de cualquier intento.
Mientras ella aún reflexionaba sobre lo que tenía que hacer para evitar el matrimonio, su hermana Khojin entró a la habitación. En sus manos sostenía dos tazas con leche.
—Aún piensas, Alimceceg —habló, consiguiendo que la quinta señorita se levantara de donde reposaba.
—Estoy vencida, no hay nada que pueda hacer.
—¿No puedes ver al tegim?
—No, eso ya lo pensé, pero no es realista el que salga del campamento y regrese el mismo día. Mi padre me descubriría, no tendría escapatoria.
—Pero esa es la única forma en la que puedes evitar este matrimonio, dependerá exclusivamente del khan Karluk y Tuva Eke, la posibilidad de la cancelación del matrimonio.
—Dicen que Tuva Eke tegim es un loco, ¿crees que me pueda entender?
—Bueno, tal vez no esté del todo loco.
Alimceceg carcajeó con ganas.
—Khojin, lo más probable es que ese príncipe ni siquiera sepa su propio nombre. Estoy segura de que ni siquiera entenderá que se está casando.
—Bueno, si esa es la situación, entonces debes afrontarla hasta el final. Si debes convertirte en la esposa de un tegim loco para sobresalir, debes hacerlo sin importar qué.
—¿Cómo voy a sobresalir si mi esposo es un discapacitado?
Khojin caminó hacia el lecho y se sentó al lado de Alimceceg. Ambas buscaban una idea que les iluminara el camino.
—Escuché que este tegim es especial; su madre era una mujer misteriosa, de niño perdió la movilidad de una de sus piernas porque se cayó de un caballo. Luego, su madre murió, el khan mismo la mató. Es muy curioso, pues también escuché un rumor, decían que él era el más inteligente de los hijos del khan Karluk, así que ¿Cómo se puede convertir a una persona talentosa en una inútil?
—Obvias que el khan lo castigó. Dicen que el quinto castigo de la ley Karluk es el más cruel de todos: la muerte por envenenamiento progresivo.
—¿Piensas que el veneno tiene algo que ver?
—Estoy segura, porque las otras secuelas que tiene el tegim, fueron ocasionadas por el veneno; la perdida de la visión y del habla están estrechamente relacionadas.
—¿No habrá una forma de regresarlo a la cordura?
—No lo sé, pero no quiero averiguarlo. Si algún día me veo en la obligación de hacerlo es porque ya me habré convertido en su esposa.
—¿Qué tan malo puede ser? —preguntó llena de incredulidad—. Al menos tu marido no será un tipo dominante, violento o peor aún, un tipo manipulador.
—Lo sé, pero entiende que mi orgullo no me lo permite… Por más que lo piense, lo más relevante que podría hacer es tener un hijo de Tuva Eke, pero elevarlo hasta el poder sería muy difícil, pues primero tendría que acabar políticamente con sus hermanos. Definitivamente, no puedo hacerlo todo yo sola, necesitaré un apoyo.
—¡Definitivamente, necesitas un apoyo si te vas a vivir al territorio Karluk! —dijo con expresión de desencanto—. Nuestra prima Bortei es la esposa de Torgan tegim y ya sabes lo insoportable que es, nada más espero que no te amargue la vida allá.
—¿Por qué hablas de mi vida allá? —preguntó fastidiada—. Definitivamente, no viviré allí, no me casaré con ese tegim.
—Puede que eso se convierta en una realidad para ti. Tal vez no alcances a detener esto a tiempo, así que vez pensando en un plan B.
En la torre septentrional, las visitas de los hermanos de Tuva Eke se habían vuelto muy comunes. Pese al desinterés de él hacia sus hermanos, los hombres seguían afanados en hacer dicha fiesta una muy grande.
Tuva Eke los esperaba sentado en el escritorio de su habitación mientras el señor Yul vigilaba desde un rincón. El tegim no hablaba con sus hermanos, solo posaba su mirada sobre ellos en un esquema circular. Tanto era el teatro, que ellos ni siquiera le prestaban atención a él y se concentraban en sus conversaciones.
Parecía que Tuva Eke era invisible, ninguno de sus hermanos lo sentía vivo.
—Hermanos, escuché que nuestro padre pretende casar a Tuva Eke con una señorita de la casa Batun, deberíamos invitar a dicha familia también —propuso Altai—. ¿Qué les parece?
—También escuché eso. Creo que debemos sopesar la posibilidad de invitarlos a la fiesta.
—Tal vez podamos sugerirle a padre que inicie de una vez el cortejo y las fiestas para la boda —sugirió Amgalan con una sonrisa triunfal.
—¿Qué sabemos de esta mujer? —interrogó Torgan.
—Poco, padre únicamente ha dicho que Tuva Eke se casará con una señorita de la casa Batun, no dijo su nombre frente a mí —respondió Altai.
—Tú —Torgan señaló a Amgalan en busca de otra respuesta—, ¿sabes algo de esta señorita?
—No, padre ha sido muy hermético para revelar la identidad.
—Bueno, Tuva Eke debe casarse, ya ha cumplido veinticuatro años, así que es mejor que se case con una mujer cuyo abolengo y linaje parecen no ser lo suficientemente conocidos y poderosos… Es mejor deshacernos de la competencia que representa Tuva Eke para cada uno de nosotros.