Ojos azules, cabello negro, sonrisa de medio lado, mandíbula fuerte... suspiró y sigo sujetando mi quijada entre la palma de mi mano.
Siento un poco de madera entre mis labios y sin miramientos escupo lo que le he estrujado al lápiz de madera con mis dientes mientras mi mirada observa a León Amoretti através del cristal.
Él está al teléfono y agradezco que no ha puesto las cortinas en su oficina. Casi diario a está hora su oficina no era visible para nadie.
Lo veo sonreír nuevamente y siento una guerra de mariposas dentro de mi... era un hombre sumamente guapo... atractivo... masculino... todo un dios griego.
Muerdo mi labio al observar que sus labios se curvan más mostrando unos perfectos dientes... suspiró al darme cuenta que estoy literalmente babeada.
Obligó a mis ojos a que dejen de adorarlo y centrarse en aquella tabla de Excel... lógicamente mis ojos deseaban cansarse observando a León que la pantalla de la computadora.
Bajó el rostro y pegó mi frente a mi escritorio, necesitaba avanzar. No podía pasarme la vida babeandome por León. Él era alguien imposible para mi, por ser mi jefe y por sus reglas, él no se mezclaba con alguien que no fuera de su clase social... aunque aquella noche no hubo diferencia social.
Suspiró y recuerdo a detalle su boca devorar la mía, lógicamente León Amoretti no estaba en sus cinco sentidos, y él no recordaba que ... pensandolo bien era mejor que él no recordará por que odiaria escuchar que era culpa del alcohol que bajo de su silla de oro para mezclarse con la prole... pero que mezcla, sólo recordar me calentaba las mejillas.
— Fiorella — levantó la cabeza y el objeto de mi sonrojo esta ahí de pie, con la corbata de seda de lado, el cabello revuelto señal de que pasó sus dedos Muchas veces mientras estaba al teléfono — ¿estás bien?
Asiento.
— b...bien — aclaró mi garganta por que la voz me ha salido como un animal que están degollando, León me mira con curiosidad pero luego se encoge de hombros.
— chequeate la presión arterial estás roja, deberías hacer cita con el médico — ¿qué? ¡que vergüenza! desearia que la tierra me tragara... claro que estaba roja pero de recordar todo lo que pasó esa noche... hmmm maravillosa noche, de hecho única, bella, deliciosa... — ¿estás bien? Te quedas ida.
— un... poco de dolor de cabeza — susurró, llevó mis manos a mis mejillas que están hirviendo.
— toma — no me he dado cuenta que León se ha movido y me ha llevado una botella de agua.
Cierro los ojos y abró la botella... bebo de ella pero creo que debido a que ardo por este hombre no me he dado cuenta que me he bebido toda el agua.
León me mira asombrado.
— Fiorella deberías irte a casa, me asusta verte así — sonrió llena de vergüenza pero hoy mis hormonas, la libido lo que sea estaba haciendo de las suyas en mi.
— c...claro — me pongo de pie y aliso mi falda tubo negra, León se ha cruzado de brazos.
— ¿andas en tu auto? — ¿es en serio? ¡gaste casi media hora de mi preciado tiempo! Contando que Romeo estaba en el taller por fallas mecánicas y por esa razón andaba en taxi.
Pero se lo diré de una vez por todas, dejaré de pensarlo...
— está en el taller — maldita sonrisa, me hacía olvidarme de que estaba molesta.
— bueno, aún falta una hora para terminar la jornada laboral — declaró León — te llevaré a casa — fruncí el ceño por que ahora que recordaba era la primera vez que él se ofrecía a llevarme a casa desde la oficina.
— eh... yo.
— apúrate, iré a apagar la computadora — me da la espalda y se dirige hacia su oficina ¿realmente me miraba tan mal? Una parte de mi no deseaba que él conociera donde vivía, aunque era tonto por que León no se tomaría la molestia de ir a buscarme nuevamente.
Guarde lo que debía estar haciendo y apague la computadora, busque mi bolso y luego me puse de pie.
Pasé mi mano por mi melena castaña y suspiré, León viene acomodándose el saco, mi mirada no pierde detalle de recorrer ese cuerpo que... ¡para por Dios! — tengo que reprender a mi mente que hoy decidió convertirse en cine al estar reproduciendo los recuerdos de esa loca noche — ¡no puedes estar recordando nada, pensara que se me ha subido la presión y me está calcinando por lo roja que estoy!
— vamos — León abre la puerta y espera que yo pasé, aspiro su colonia y cierro los ojos por un segundo ... Este hombre olía delicioso.
Mis piernas temblaban a cada paso que daba, sentía su imponente presencia ir detrás de mi.
Cuando llegamos al ascensor, yo iba como mantequilla derretida, León había puesto su mano en mi espalda cuando varios trabajadores pasaron apresurados a nuestro lado. Su toque me había dejado un rastro de fuego en mi espalda.
— si sigues así, mañana quédate en casa Fiorella —bajó la mirada por que era vergonzoso que él me viera roja pero era mi libido la que se había desbordado.
— gracias León — preferí no verlo a los ojos.
Cuando bajamos al sótano, caminamos hacia su auto, desvié la mirada hacia él, su mirada se encontró con la mía y ahora si... estaba derretida, León me sonrió de esa manera tan suya que me volvía loca, una sonrisa de medio lado.
Subimos al auto y cerré los ojos al sentir esos asientos tan cómodos.
— ¿dónde vives? — creo que León estaba decidido a provocarme un infarto, muchas sonrisas en un momento me tiene a punto de un colapso, trataba de recordar si León ya me había sonreído tanto pero no había ningún registro en mis recuerdos de eso.
Le di la dirección, me acomodé en mi asiento y dejé que la música suave que llevaba, el olor tan limpio y masculino de León me envolviera.
Deseaba que se detuviera el tiempo pero este avanzaba más rápido.
Cuando me di cuenta, estábamos entrando al conjunto de departamentos.
— ¿cuál es el tuyo? — lo miré y le sonreí mientras le indicaba hacia donde dirigirse.
Se estaciona y como todo caballero que es, me ayuda a bajar.