— gracias León — corro hacia Salvatore y lo tomo del brazo para entrar al departamento. Al cerrar la puerta puedo ver el rostro de perplejidad que tiene León.
Respiro entrecortado, honestamente debo hacer ejercicio siento que he corrido un maratón y lo mas fueron unos cuantos metros.
— Fiorella — sigo tratando de encontrar aire, Salvatore se acerca y con suavidad me toma del codo y me lleva al asiento mas cercano.
— eres una escandalosa — acaricia mi cabello y se sienta frente a mi — ¿quien es él?
Me encojo de hombros y miro a Salvatore.
— mi jefe — trato de darle la menor importancia, conocía a Salvatore.
— ¿por qué te trajo a casa? ¿estas bien?
— un poco cansada algo que una deliciosa ducha me quitará — me pongo de pie.
— no me mientas — él se ha puesto de pie y en su mirada esta la preocupación — dime que tienes.
Me acerco a él y pongo mi mano en su mejilla ¿les he hablado de Salvatore? ¿no? Bueno les cuento, él es mi medio hermano,hijo de mamá,pero para él no existen los medios hermanos, me trata como una hija en vez de su hermana menor. Es un italiano muy guapo, con un gran corazón pero sólo su familia... o sea yo sabemos que tiene corazón. De naturaleza Salvatore es celoso, me cuida hasta mas no poder.
— créeme estoy bien, mi jefe venía por este lado de la ciudad y me dio un aventón.
— ve a ducharte Fiorella, prepararé una deliciosa pasta.
— gracias Salvatore — me dirigí a mi habitación, pasó una mano por mi frente para secar mi sudor imaginario, de la que me he salvado.
León.
Me he quedado atónito, Fiorella prácticamente me cerró la puerta en la nariz, subo al auto molestó... no, el término exacto es furioso. Nadie se había atrevido a cerrarme la puerta en la nariz, jamás desde que tengo memoria.
Enciendo el auto y arrancó, las llantas han derrapado un poco, me interno al tráfico de la ciudad. Desde hace un mes, tengo ese sueño con Fiorella, algo tan extraño pero lo siento tan real...
Niego y trato de pensar en la salud de papá, está se ha deteriorado mucho pero el saber que será abuelo le ha devuelto la alegría. En tres días exacto nacerá el hijo de César.
Decido ir a un bar nuevo que abrieron en la ciudad, su dueña es alguien con quien de vez en cuando tenemos deliciosos encuentros, a escondidas obviamente ya que es casada y pertenece a nuestro círculo de conocidos.
Una vez he llegado al bar, le envió un mensaje.
Entró a aquel lugar, la música suave llena cada rincón del lugar, la luz tenue en las mesas da un aire de romanticismo.
Me siento en la barra y pido un wisky, mis ojos recorren el lugar, la mayoría de los presentes, son jóvenes que no trabajan ya que sus padres les costean aún sus gastos.
Llevó un trago a mis labios y mi móvil suena.
— puedes pasar a mi oficina — sonrió y dejó el pago en la barra.
Me dirijo hacia aquella puerta que estaba cerrada para el público. Al tocar la perilla la puerta ha cedido, entro y en el sofá que está en un rincón, está recostada aquella sensual criatura, cierro la puerta poniendo el pestillo, y voy hacia ella, ya me he quitado la corbata y el saco, la preciosa Emilia, pasa su mano por su voluptuoso cuerpo,
— León... — su voz es un suave susurró, me acomodó junto a ella en el sofá y besó su boca mientras sus manos recorren mi espalda, siento que ha abierto mi camisa, sus manos recorren mi piel.
Subo su vestido y acarició sus piernas largas.
— soy tuya León... siempre lo he sido — la voz de Fiorella llega como un recuerdo, su cuerpo sólo cubierto con aquella casi inexistente ropa interior llega a mi como si estuviera viendo una película — hazme tuya.
El recuerdo de tomar entre mi boca su pezón me vuelve loco, sus brazos rodear mi cuerpo y el gemido ronco que salio de su garganta cuando entre en ella me hace apartarme de Emilia.
— ¿León? — me he puesto de pie, mi miembro esta duro como una roca pero no por Emilia, es por mi asistente, Fiorella, la mujer que ha estado conmigo por casi... no recuerdo los años que lleva junto a mi como asistente.
Emilia baja su vestido y sus senos quedan al descubierto, son grandes, redondos... sumamente hermosos.
Se pone de pie y va bajando su vestido, no puedo hacerle eso, ella no de merece ser rechazada de esa manera. Suavemente la tomó entre mis brazos, la miró a los ojos.
— debo irme, surgió un imprevisto. Perdona — tocó su mejilla — estas preciosa Emilia.
Ella hace un puchero, le doy un beso en la frente.
— siento que es un adiós León — su mirada es de calma.
— Emilia... — ella pone sus dedos en mis labios.
— no digas nada — se suelta de mis brazos y sube su vestido — me gustó mientras duró, si deseas retomarlo, me avisas y si sólo deseas una amiga pues... — suelta una carcajada — honestamente no sabría ser una amiga contigo después de saber que eres muy apasionado.
— cuídate preciosa Emilia.
— tú también León.
Recogí mi saco y corbata, saliendo de la oficina respiré profundo y me dije a mi mismo que era un total idiota. Estaba dejando que el sueño que había tenido con Fiorella tomará control sobre mi mismo y ella no estaba disponible, tenía una relación por lo que pude darme cuenta.