— ¿Cuánto tiempo estaré aqui? — León levantó su mirada del periodico que estaba leyendo.
— el necesario — estiró sus piernas y doblo el periódico — ¿Aburrida?
— odio los hospitales — recorri con la mirada el cuarto, paredes pintadas de blanco, cama cómoda, era el único paciente en esa habitación pero eso no borraba mi desagrado hacia los hospitales.
— ¿Por qué? — negué y me encogi de hombros.
— cuándo papá entro en uno, no salió con vida — León se inclina hacia mi y tomó mi mano entre las suyas.
— lo siento — dio un apretón y la soltó dejándome con la sensación de soledad.
— ¿Pasa algo? — él no responde sólo se limita a doblar mas el periódico.
— no
— Estás extraño León.
— estoy bien — se encoge de hombros, odiaba ese gesto por que cuando no quería tocar un tema lo daba por terminado de esa forma.
— ¿Moriré? — me llenó de temor al pensar que las pruebas pudieron arrojar alguna enfermedad.
— ¿Morir? — León está extrañado, ante mi pregunta
— si, estas extraño y pienso que ya te dieron los resultados de mis análisis.
— aún no — suspira — tuve una leve discusión con papá.
— si debes ir, yo estaré aqui. No iré a ningún lado.
— no — pasa su mano por su barbilla y suspira — iré luego.
— ¿Qué pasa León?
— no te preocupes Fiorella.
La puerta se abre y entra el doctor.
— Renzo — él se pone de pie y el medico me mira rápidamente para luego abrir una carpeta que lleva bajó su brazo.
— veamos — revisa unos documentos y los lee — Fiorella, tienes anemia. Te recetare unas vitaminas.
— ¿Algo más? — pregunta León, él doctor sonríe.
— el exámen dio... — abro más los ojos por que me parece que estoy viendo una pelicula donde se quedan en suspenso ante una noticia.
— ¡No juegues Renzo! — León está molesto y el doctor no se amedrenta, le causa gracia.
— Felicidades León — yo no sé a que se refiere, sólo los observó. León se ha quedado quieto en su sitio, no reacciona — ¿Ahora no dirás nada?
— ¿Es en serio? — Renzo asiente.
— Fiorella, felicidades.
— ¿Felicidades por qué?
— por el bebé — mi corazón late más apresurado ¿Bebé?
— pero me he cuidado — León no habla aún sólo me mira.
— si, me dijiste que planificabas con la píldora, pero debiste haberla olvidado un dia — se encoge de hombros.
Baje la mirada tratando de hacer memoria si la habia olvidado. Mi mente estaba en blanco, después de esa noche con León, anduve en las nubes. Quizás la descuide, quizas no la bebi bien. No recordaba.
— bueno, el asunto es que serás madre, tienes anemia y debes cuidarte. Te daré tratamiento y te programare una cita con una buena ginecóloga.
— gracias Renzo — León estrecha su mano, lo ha despedido con ese gesto.
— nos vemos después — sale de la habitación y León se sienta.
— di algo León — él mira sus manos y luego a mi.
— debes cuidarte, todos los dias saldremos juntos a almorzar, sólo asi puedo asegurar que estás comiendo bien.
— ¿Aceptas que es tu hijo? — él me mira molestó.
— Se quién eres Fiorella, no tengo duda que es mio — suspiró aliviada, con este hombre no sabia que esperar.
— gracias — cierro los ojos — tengo mucho sueño, puedes ir dónde tú padre mientras duermo.
— Esta bien — abro los ojos cuándo lo veo levantarse de su silla y caminar hacia mi, acaricia mi cabeza — descansa.
Algo en su mirada me hace darme cuenta que algo le pasa a León.
— ¿Estás bien? — levantó mi mano y acarició su mejilla — desde que desperté te siento extraño.
— lo estoy — giró su rostro y besó mi mano — ya regresó.
Asenti, mientras lo veia marcharse.
León
— ¿Qué pasa Cesar? — mi hermano apretó la mandibula y me observó.
— ¿Por qué llamas tanto a Lana?
— para saber de mi sobrino, no olvidemos tu actuar extraño después que saliste del hospital.
— eso ya pasó, yo cuido de ella y de Rafaello — me encogo de hombros.
— igual, estaré pendiente de mi sobrino — enarco una ceja —¿Tienes celos?
Cesar negó
— entonces no debes actuar cómo si estuvieras a punto de atacarme — abrocho el botón de mi saco — papá me espera — Cesar no responde y se hace a un lado, subo los escalones y al llegar al pasillo donde estaba su habitación, tomó la decisión de que pasé lo que pase ahi dentro, no demostrare nada ante papá.
Toco la puerta y escuchó el pase, al entrar por un momento mi mente viajo cuándo era niño y papá me llamaba a su despacho u habitación, nunca fue para nada bueno, era para reprenderme e impartir un castigo por no hacer lo propio de un Amoretti pero si lo de un chico de la calle.
Papá estaba sentado en su silla, frente al gran ventanal que ese momento se encontraba abierto permitiendo que el canto de los pajaros que anidaban en los arboles que habian en casa, inundaran la habitación.
Avance y me pare junto a él, rápidamente heche un vistazo y me di cuenta que el viejo tenia en su mano un pedazo de recorte... uno que yo conocia muy bien.
— León— susurró — aunque tu nombre no va contigo — mi cuerpo se tenso — te puse ese nombre por que era para alguien fuerte, cómo el rey de la selva, sabiendose poderoso y nunca mezclandose con otra especie sólo con la suya propia.
— no soy animal — papá me mira con furia y sé que está molestó. No, la palabra correcta es... furioso y decepcionado.
Se levanta y su mandíbula está apretada.
— ¿Cómo pudiste?— su mano se estrella contra mi mejilla, no hago ninguna mueca... no, nunca lo hice desde niño... aprendí a no demostrar mis emociones y mis sentimientos, a esconderlo todo... un Amoretti jamás demostraba lo que sentia — ¿Un hijo? ¡Si no pudiste contenerte, pudiste protegerte!
— muy buena amiga quién te trajo el recorte — hablé con sarcasmo.
— mis dos hijos, tomaron las enseñanzas y se las metieron por donde mejor les pareció — sonrió con burla, ni molesto papá decia algo indebido.