— León, ¿Estás bien?
— vengo del hospital, papá y yo tuvimos una discusión. Ha estado enfermo del corazón — Renso hizo un gesto de preocupación.
— lo lamento, no lo sabia — me siento frente a él.
— papá se enteró de Fiorella y el bebé.
— supongo no está de acuerdo — él se cruza de brazos.
— no, él desea que me case pero con alguien de nuestro estatus y le dejé claro que si no es con Fiorella no lo haré.
— ¿Qué va a pasar con la chica?
— ¿Sabes? A veces eres mas libre si no llevas este apellido — cerré los ojos furioso — no es un orgullo, es una maldita carga, no puedes ser libre para decidir con quién casarte, mis amigos en el colegio sentian envidia de mi — suelto una carcajada seca — más no sabian que yo vivia en una jaula de oro, con muchas restricciones, sin poder reir, sin ir a un parque a correr cómo todo niño — bajó la cabeza — no quiero esto para mi hijo.
— te comprendo, tío Raúl le hará la vida imposible a tu hijo y al de César.
Niego y sujetó mi cabeza entre mis manos.
— quiero que él sea feliz.
— León ¿Vas a desentenderte del niño?
— ¿Cómo crees? No le hará falta nada, lo tendrá todo — mi corazón dolia — sólo que no tendrá mi apellido.
Fiorella
— ¿Cómo crees? No le hará falta nada, lo tendrá todo — mi corazón dolia — sólo que no tendrá mi apellido.
Niego y doy dos pasos hacia atrás, León no habia cambiado, para él lo más importante era su apellido, su dinero. Queria esconder a su hijo, que nadie se enterara que era padre, me giró y está vez no me dirigí a la habitación, corri a la salida.
El guarda no estaba en la entrada, detuve un taxi que estaba pasando, le di la dirección de la casa y recoste mi cabeza en el respaldo del asiento.
Las lágrimas salieron sin control ante las palabras de León, para él un niño seria feliz con todo lo material sin pensar siquiera que el sólo hecho de que su padre lo llevará al parque y jugar la pelota con él lo haria feliz.
Mi móvil suena, señal de que Salvatore habia leido el mensaje, le había pedido que pagará al taxi ya que lo único que cargaba era mi móvil.
Al llegar al apartamento, Salvatore estaba afuera esperándome, entrecerro los ojos al verme bajar del taxi descalza y en pijama, sin decir ninguna palabra pagó y mantuvo la puerta abierta del departamento para que entrará.
— ¿Por qué llegas como cenicienta? — se cruza de brazos — lo olvide ella regreso al menos con un zapato a casa.
— no seas sarcástico — me dejó caer en el sofá.
— ¿Qué pasó? Alessio vino a hacerte compañia, no te encontró. Supuse estabas en tu trabajo pero por tu atuendo me doy cuenta que me equivoqué.
— estaba en el hospital — levantó la mirada ante el ruido que hizo mi hermano para llegar junto a mi.
— ¿Estás bien?— bajo la cabeza y niego mientras las lágrimas salen.
— voy a ser mamá — mi hermano no responde — lo siento Salvatore.
— ¿Por que pides disculpa? — sujeta mi rostro entre sus manos — ¿Lloras por esa noticia?
— no — me tiró entre sus brazos — sólo me decepcione de su padre.
— Fio— siento sus besos en mi cabeza — mi chiquita, tu bambino nos tiene a nosotros, no sufras, no necesita de ese hombre.
— gracias Salvatore — mi hermano me apretó más en sus brazos, mientras me mecia en ellos.
León
— ¿Cómo crees? No le hará falta nada, lo tendrá todo — mi corazón dolia — sólo que no tendrá mi apellido.
— ella comprenderá si le explicas toda la situación, que lo haces para librarlo del yugo al que encadena el apellido.
— mi padre se siente tan orgulloso de llevar el apellido pero lo único que hizo fue formar hombres amargados — pasó el dorso de mi mano por mi rostro y hasta ese momento me doy cuenta que salieron lágrimas, yo, desde niño no habia vuelto a llorar.
— lo lamentó León — Renzo se acercó y dio palmadas en mi espalda — lo importante es que tu chica entienda que lo harás para librar a tu hijo de toda está mierda social que tiene nuestra familia.
— tú eres dichoso de que no tienes está maldita carga.
— no lo creas, me ha costado, papá tiene sus cosas locas pero ya se dio por vencido conmigo.
Rió y recuerdo los dias que jugabamos siendo niños, Renzo era el más rebelde.
— mi hijo será feliz, sabrá lo que es ensuciarse en el pasto, comerá pizza y se ensuciara los dedos sin que nadie le esté reprochando.
— ¿O sea que no vivirás con él?
— te equivocas Renzo, vivirá conmigo.
Dejamos de conversar cuando tocan la puerta, me pongo de pie para ir a la habitación de Fiorella, una enfermera entra algo apresurada.
— Dr. De Luca — ella se detiene para soltar el aire — la señorita Rinaldi no está en su habitación ni en la clinica, las cámaras grabaron cuándo abandonó las instalaciones.
— ¿Qué? — susurré.