— ¿Quién eres?— él hombre está de brazos cruzados y con un rostro de pocos amigos.
— León Amoretti — no hace ningún gesto, su mirada es penetrante.
— ¿Qué deseas? — me molesta su actitud.
— necesito hablar con Fiorella — suelta una carcajada seca, ahora su mirada esta llena de furia.
— ¡Vete de mi casa y deja a mi hermana en paz! — frunzo el ceño ¿Qué rayos está pasando?
— creo que Fiorella, es una persona adulta que puede tomar la decisión de a quién ver y a quién no.— apretó los dientes, ambos nos observamos como dos enemigos a punto de golpearse.
— precisamente, Fio no desea verte, ella no te quiere aquí — me he quedado de piedra ¿Fiorella no me desea ver? ¿Pero por qué?
— Qué ella salga y me lo diga en mi cara que no desea verme.
— Está dormida y me niego a despertarla, le evitare el mal rato de verte. Dejala descansar — lo veo apretar sus puños, me estaba cabreando la actitud de este hombre.
— deja de entrometerte.— se acerca y su mano sujeta las solapas de mi saco y acerca su rostro, ambos somos de la misma estatura.
— es mi hermana y la voy a proteger de hombres como tú, vete.
Me suelto de un manotazo.
— ¡Fiorella! — gritó, él hombre levanta su puño y lo va a estrellar en mi cara.
— ¡Salvatore!— él se gira y ambos la vemos en el umbral de la puerta, sus ojos están hinchados, está abranzandose asi misma — déjalo.
— Fio... —me mira con furia — estaré cerca para partirte la cara de niño bonito, ella no está sola.
Camina hacia la puerta donde está ella, le dice algo que sólo ella escucha, le deposita un beso en la mejilla y entra a la casa.
— ¿Porqué te saliste del hospital? — caminó hacia ella pero levanta su mano para que me detenga — Florentina.
— soy Fiorella — desvia la mirada — no te quiero aqui León.
— ¿De qué hablas? ¡Llevas a mi hijo!
— simple, no te quiero aqui — ella ha ignorado mis palabras.
— ¿Qué rayos pasó Fiorella?
— sólo dime algo,en cuánto nazca el bebé ¿Le darás tu apellido? — bajó la mirada, no deseaba que mi hijo cayera en manos de papá, al llevar el apellido no viviria en paz.— tú silencio ya respondió León.
— ¡Espera! — ella está cerrando la puerta — dejame explicarte — mis palabras se estrellan con la puerta.
Me giró y pasó una mano por mi cabello, sacó el móvil de nuevo y marco la vez número treinta, el número de ella, pero salta el buzón.
— Fio — susurró y corto la llamada.
Fiorella
— dejame Salvatore — pasó a su lado y caminó hacia mi habitación, a llorar una vez más.
— no es bueno para el bambino — me detengo y lo miró.
— tienes razón pero me duele el alma — sus brazos me rodean mientras su mano acaricia mi cabello.
— lo siento mi niña — sus labios besan mi cabeza — deberias irte unos dias.
— ¿A dónde?
— Alessio a dispuesto su casa para que pases unos dias — me separó de Salvatore.
— ¿Ya lo sabe? — se encoge de hombros.
— yo no le dije, él llamó y preguntó por ti, le dije que dormias y respondió debe ser el embarazo.
— ignoró como lo supo — pasó mi mano por mi rostro — no deseo ir a su casa, no quiero que él malinterprete la situación.
— ¿Crees que lo malinterprete? — me encojo de hombros.
— no lo sé, pero es mejor evitar. Voy a dormir.
— descansa Fio — Salvatore se acercó y sujetó mi rostro entre sus manos — el bambino tiene a su tio que lo va a querer cómo un padre.
— gracias Salvatore — caminé hacia mi habitación, sentia dolor en mi pecho pero tenia el consuelo de que mi hermano estaba conmigo, me amaba como yo a él.
Cerré la puerta y me dejé caer en la cama, las lágrimas salieron sin control, amaba a León Amoretti, pero habia puesto los ojos en alguien que no olvidaba quién era.
Él no era como César quién habia renunciado a todo por amor a Lana, León era alguien muy apegado a sus raíces.
Era triste saber que me habia enamorado de alguien imposible, lloraria mi tristeza pero luego me levantaria para luchar por mi hijo, buscaria otro trabajo... quizas César me podia emplear en su hotel, necesitaba un cambio de ciudad, suspire, le escribiría para que nos reunieramos, él siempre me decia que cuándo necesitará algo no dudará en buscarlo, en estos momentos necesitaba un cambio en mi vida y el poner distancia entre León y yo, era lo primordial.