Fiorella
Mis tacones repiquetean en el piso de mármol, observó detenidamente cada puerta por la que voy pasando hasta dar con la número 235, tocó y escuchó el pase.
Suelto el aire retenido y abro la puerta, al entrar observó los ojos de aquella mujer que he visto pocas veces.
— pasa Fiorella — asiento y mis ojos observan aquella cama vacia, ella sonrie — sientate.
Al hacerlo, cruzo mis manos sobre mi regazo.
— debes preguntarte por que te hice venir — asiento y ella pasa su mano por su cabello corto — es por León.
No respondo, honestamente me sentia cohibida desde anoche que los periodistas se han plantado frente a mi puerta, las floristerias estaban haciendo negocios con la venta de costosos arreglos florales que eran devueltos.
— mi hijo me contó que tendré otro nieto — ella sonríe ante mi rostro de sorpresa — me alegra mucho que al fin mi hijo está viviendo.
Verás creo que el mal actuar de mi hijo es mi culpa en cierta manera. Cuándo me casé con Raúl, lo hice con el orgullo de pertenecer a un ilustre apellido antiguo de Italia y me centre en eso. Raúl se sentia tan orgulloso de su familia que no dudo en trasmitirme ese deseo de mantenernos puros — suelta una risa de burla — eramos totalmente estúpidos pero antes de que yo lo supiera, era una mujer vacía, cuándo nació León me sentia orgullosa por haber traido al mundo a un Amoretti, mi hijo heredó los rasgos de los Amoretti y eso era un gran orgullo para mi, Raúl estaba decidido en guiarlo con las enseñanzas, mi hijo no podia reir muy alto y yo lo aprobaba, jamás podia llorar y yo lo aprobaba. Debia alimentarse de una manera nutritiva sin probar nunca lo que los demás niños. Elegiamos la música que debia escuchar— miró horrorizada a la madre de León — eramos una perfecta mierda— se pone de pie y camina de aqui para allá — nunca debia mostrar sus sentimientos a nadie porque eso lo hacia débil, no crié a un niño, crié a un robot social. A alguien que se programó para mantener su apellido tan alto como las estrellas pero cuándo perdi a César — sus ojos se pusieron brillantes por las lágrimas — me di cuenta de mi error, mi hijo se fue sin mirar atrás por que Raúl y yo no eramos buenos para él y empece a mirar a León, alguien duro, sin sueños y esperanzas sólo con continuar el apellido sin amor y llegaste tú Fiorella.
Mi León empezó a apretar la mandíbula cuándo le comentábamos que te veiamos con alguien — asiento y recuerdo que hace poco anduve en una farmacia cerca de este hospital con Salvatore.
— mi hermano — interrumpo.
— y a que León te persiga al Eleganza en su avión, he prestado atención en León por que deseo que él sea feliz, tú estás salvando a mi hijo Fiorella. Está aprendiendo a vivir y a luchar por lo que más quiere.
— él no quiere dar el apellido a su hijo.
— León odia su apellido — su madre se abraza a si misma — para él este apellido es su cruz, su peso, su tristeza pero creo que él cambiará el rumbo de su vida, tal cómo lo está haciendo César con su hijo.
— ¿Qué cambio?— ella se acerca y pone su mano en mi hombro.
— que él te lo diga.
— ¿Dónde está su esposo?
— dando un paseo por el jardín del hospital con César. Decidí contarte está parte de la vida de mi hijo para que entiendas que él no ha sido feliz en está vida... hasta ahora — sonríe — esperó estemos en contacto Fiorella, puedes encontrar en mi una amiga — se inclina y da un beso en mi mejilla — y una suegra.
Me pongo de pie.
— gracias — susurró.
— no las des Fiorella — asiento y me giro.
León
— César — mi hermano ha terminado de acomodar a papá en la cama, mi madre está viendo la tele, mientras papá tiene los ojos cerrados — ¿Podemos hablar?
Mi hernabi titubea pero luego asiente.
— vamos a la cafetería — César camina junto a mi, entramos al ascensor en total silencio, nos dirigimos a la cafeteria y nos sentamos en una mesa que estaba en un rincón.
— ¿Qué deseas León?
— pedirte perdón — el rostro de sorpresa de mi hermano me hace desviar la mirada, obviamente debido al maldito orgullo que he cargado toda mi vida para él es dificil de creer que me estoy disculpando.
— ¿Perdón?
— lamentó como he actuado César, yo — rasco mi cabeza — no he sabido controlar mis celos... — bajo la mirada — no tengo excusas César para mi comportamiento pero no quiero que estemos peleados, eres mi único hermano.
— León — César extiende su mano y toca mi brazo — tampoco deseo que estemos peleados. Estoy un poco sorprendido.
Sonrió y observó a mi hermano.
— eres mi hermanito y te quiero mucho — César abre la boca en una perfecta O, le di un golpe suave en su hombro mientras reiamos... si, yo le habia dicho que lo queria, un Amoretti... jamás demostraba sus sentimientos pero de ahora en adelante todo seria diferente para mi.
— también te quiero León — conversamos un largo rato en la cafetería. Fue la conversación más larga y sincera que habíamos tenido.
Sonreí mientras César me contaba cómo estaba llevando el ser un padre primeriso, él se veia feliz y senti felicidad al imaginar muy pronto a mi hijo en mis brazos.