Annelie era una araña bebé, se había perdido y no podía encontrar a sus hermanas ni a su madre.
Recién nacida y perdida no son una buena combinación, pero luego de vagar por las alcantarillas durante meses, Annelie encontró su lugar en el mundo, una esquina de la ventanita del baño de un pequeño departamento ubicado en un pequeño barrio.
Annelie era feliz, ella era pequeña y todo lo que la rodeaba también. Así fue que tejió su telaraña en una esquina de la ventana de dicho baño.
Su telaraña dejaba mucho que desear, pues era su primera vez tejiendo una, pero, aun así, ella estaba orgullosa de su creación.
Un día, la chica que vivía allí se percató de la telaraña, por lo que la destruyó con su escoba.
Por suerte, Annelie no se encontraba en ella, estaba escondida en un hueco de la ventanita.
Annelie estaba asustada, pues casi la mataban, y decepcionada, ya que habían destruido su primera telaraña. Así que juntó fuerzas y construyó otra, esta vez mucho más linda y prolija.
Nuestra pequeña araña tenía mucho orgullo, demasiado para su cuerpito, por lo que decidió no abandonar su lugarcito en el mundo. Ella se dijo a sí misma “no me iré no importa lo que pase, no importa cuántas veces destruyan mi telaraña, me esconderé cuando venga la chica a limpiar para sobrevivir si es necesario, he encontrado el lugar perfecto para vivir, no me iré no importa lo que pase”
Cada vez que la chica limpiaba el baño, ella se escondía, y cada vez, la chica destruía la telaraña. Pero esto no detuvo a la pequeña Annelie, seguía tejiendo y tejiendo.
Luego de unas horas de pensar sobre sus vivencias en esa esquina de la ventana del pequeño baño, decidió salir a conocer el resto del hogar de la chica.
Se encontró con un departamento de un solo ambiente, y también descubrió que no vivía solo la chica, había también un chico. Eran dos, ¡Dos personas! ¡Dos humanos que destruirían su telaraña en cuanto la viesen!
Era una pareja joven, y ambos eran distraídos, por lo que Annelie pudo investigar el hogar de los chicos (y de ella) a fondo.
Luego de su excursión volvió a la ventana e hizo un mapa mental sobre todo el departamento, buscando otros posibles lugares donde los chicos no limpiarían su telaraña y haciéndolo, se quedó dormida.
Annelie no quería dejar su hogar en la ventana, pero tenía que hacerlo, pues la chica siempre limpiaba su telaraña. Decidió esperar a que la pareja se duerma e ir atrás de la cama, para comenzar una nueva vida debajo de ella.
Tejiendo su nueva telaraña, sintió curiosidad sobre cómo se verían los rostros de los jóvenes de cerca. Así fue que, cuando terminó de tejer, se subió a la cama y lentamente caminó con sus pequeñas pero numerosas patitas hasta la cara del chico, notó que tenía barba, pero no poseía pelo en la cabeza. Luego de investigar al chico, se dispuso a caminar hacia el rostro de la chica, pero, cuando estaba por la mejilla, la chica, aun dormida, se la rascó. Y entonces, Annelie, muy asustada, corrió y la picó accidentalmente (producto del susto) en la punta de la nariz.
Aunque la chica no se percató de la picadura ya que los colmillos de Annelie eran muy pequeños, nuestra araña sintió culpa, no la quería picar, ella era una araña buena.
Sintiéndose triste y solitaria, volvió a la ventana del pequeño baño, pues pensó que quizá allí, en su primer hogar, se sentiría mejor.
Annelie se quedó dormida entre sollozos y tuvo una pesadilla en la que los humanos destruían no solo sus telarañas, sino que también tapaban el hueco en el que solía esconderse. Por lo tanto, ella se veía obligada a vagar por las calles de nuevo en busca de otro hogar.
Al despertar, sintió terror de que el sueño se volviera realidad, y comenzó a odiar a la pareja con la que convivía.
Por las noches ella se trepaba a la cama y los picaba, en las piernas, en los brazos, pero sobre todo en la cara, pues sabía lo molesto que era para ellos.
Un día, meses después de la pesadilla y de que comenzara a sentir el odio irracional hacia los humanos, el chico se dirigió al baño, Annelie lo vio venir y con disgusto lo miró fijamente desde el rincón de la ventana esperando oportunidad para picarlo. El joven se dispuso a afeitarse, mientras Annelie se acercaba. Cuando ya se encontraba cerca del espejo, el chico la vio. La pequeña araña sintió miedo, Él la miró y lentamente acercó su cara hacia ella.
Annelie vio su corta vida pasar ante sus 8 pequeños ojos, mientras que el humano acercaba su mano. Pensando que ese era su fin y que iba a terminar aplastada en los blancos azulejos del baño que ella tanto apreciaba como su hogar, se sorprendió al ver que el humano empezaba a balbucear. Él la tomó con delicadeza para luego arrimarla hacia la ventanita.
Nuestra arañita se sintió muy sorprendida,
¿Por qué no la había aplastado?
¿Acaso no habían destruido incontables veces sus telarañas por el odio que sentían hacia ella?