La Perla I: Por deber

Capítulo 26

Una semana. Esa noche se cumplía una semana sin verla, una semana desde que la tragedia lo cambió todo. Esos días habían pasado muy rápido para algunos, para él lento como una pesadilla que lo torturaba sin parar. Había intentado mantenerse tranquilo y esperar el momento preciso para acercarse a ella y verla, pero en serio entrar a la hacienda de Morgan sería demasiado arriesgado y Cuthbert decía la verdad, hacer eso sería ponerla en aprietos y ya bastante tenía con esa situación como para cargarla con más problemas. 

Luego supo que Jennifer había vuelto al fin a casa con sus tíos. Pensó que sí, que al fin había llegado el momento. Solo que fue justo en aquellos días cuando Cuthbert llevó a la hacienda a Damon para hablar sobre el tema de dar una versión diferente a lo que había pasado en realidad que libre a Jennifer y Santos de problemas. Claro que eso incluía contarle la verdad a Damon, una verdad en la que su amiga a quien tanto quería y protegía se había estado encontrando a escondidas con un hombre como él, a quien en realidad no estimaba mucho y lo tenía por un tipo de reputación dudosa y no muy confiable. Como era de esperarse, casi le rompe la cara a puños.

—¡Cómo se atrevió! —gritó indignado—. Creí haberle dejado bien claro esa tarde cuando fue a chantajearme que no se acerque a ella, pero no le importó para nada. Un tipo como usted...

—Abogado, sé bien como soy y por qué tipo de persona me toman, pero no estamos aquí para hablar de eso. Yo quiero a Jennifer, ella me quiere a mí, nos vemos desde hace un buen tiempo. Fue lo que pasó esa noche y si, admito mi culpa.

—Fue una imprudencia encontrarse esa noche, peor usar a otra dama para cubrirse.

—Ya lo sé. Y si busca hacerme sentir culpable por lo que le pasó ni se moleste que eso mismo me lo repito cada día y a toda hora, no necesito que me sigan cargando de culpa.— Damon lo miró molesto, intentaba serenarse mientras encajaba las piezas de lo sucedido aquella noche. Los oficiales iban a empezar a investigar e iban a reconstruir todo, así que si en verdad querían que nadie se entere de lo que pasó tenían que pensar algo rápido.

—Me encargaré de proteger su reputación, hablaré con ella. Pero a los Deschain no les gusta mentir, así que prepárese, quizá Jennifer quiera contar la verdad entera. Incluido lo de ustedes.

—¿Y si eso pasa...? —preguntó Bert al fin. El abogado se quedó en silencio pensativo, pero era bastante clara la respuesta.

—Probablemente Morgan quiera matarlo. Y otra cosa más, hasta ahora Steve no ha dado declaraciones claras, pero se la pasa diciendo que Jennifer se lo buscó, que estaba donde no debía, que lo acusan injustamente cuando ella ni era virgen. ¿Qué tan cierto es eso?

—Lo único que es cierto es que Jennifer no debió estar ahí, nada más. Lo otro lo está inventando, y usted debe saberlo, abogado, ¿no fue lo mismo que inventó de Elena?— Damon asintió, claro que había pensado en eso, Steve estaba diciendo las mismas tonterías que dijo de Elena en su momento, solo que después de escuchar la historia de Orlando le entraron dudas.

—No es solo eso —dijo de pronto Bert—, no sé por qué algo me dice que Steve sabe, ¿cómo pudo seguirla? Quizá la siguió desde el granero, quizá está enterado de lo de ustedes. Y quizá hable solo por molestar —se mostraron preocupados, eso era una posibilidad dentro de todo, y si era así no habría forma de evitar un escándalo.

—Me encargaré de eso, voy a hablar con Jennifer, aunque con todo este tema del duelo ya ni sé cómo quedarán las cosas.

—¿Y ella cómo está? ¿La ha visto seguido?

—Todos los días, si. Aún está en cama a causa de las heridas y se recupera pero... bueno, ¿cómo quiere que esté? Ese hombre le hizo mucho daño en todos los sentidos, no puede estar bien y menos en tan poco tiempo.— Pero al menos ya no tenía esos ataques de histeria como aquel día en que despertó y los apartó de ella. Lo recibía, conversaban un poco, ella trataba de ser fuerte, pero seguía muy sensible por todo. No podía estar de otra forma después de lo sucedido.

—Quiero verla.

—No quiere recibir a nadie, apenas a sus familiares y a mí. Tampoco creo que dejen que la vea así lo intente.

—Lo haré aunque tenga que meterme a escondidas, eso no lo dude.

—Pues piénselo otra vez. Joseph a puesto guardias suyos vigilando la hacienda porque teme represalias de los Reynolds, el comisario también manda diario dos oficiales, y además está Robert, con ese tipo nadie quiere meterse. Orlando, escúcheme, ese es de los que disparan y después preguntan, un paso en falso y lo mata sin pensárselo.




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