Elena era una de las pocas personas en La Perla que, aparte del círculo íntimo de Jennifer, sabía exactamente como había sucedido todo. Las noticias en ese pueblo volaban rápido, así que supo pronto que la joven había sufrido una tragedia a manos de Steve Reynolds. Se sintió mal de inmediato ya que toda la enemistad de Jennifer con ese hombre se había causado justo por ella, por defenderla. Se lo dijo a Damon entre lágrimas, pero él le quitó esas ideas de la mente, ella no tenía culpa de nada, el único desgraciado de la historia era Reynolds y punto. Ni Orlando, ni Elena, ni Santos y mucho menos Jennifer eran responsables de aquello, el único culpable era Steve, no había más vuelta que darle.
Y quizá entre todas las personas era Elena quien más podía entender a Jen. Las dos habían pasado por lo mismo y con el mismo verdugo, una situación similar y muy traumática. Así como Jennifer no podía sacarse de la mente las palabras de Steve, Elena tampoco pudo dormir tranquila mucho tiempo recordando aquella maldita noche en que abusó de ella. Había algunas diferencias claro, lo de Jennifer había sido más brutal, ella sabía lo del arma pues a Damon le fue imposible ocultar ese detalle con ella.
Durante esa semana Elena no había decidido qué hacer. Quería verla, quería hablar con ella y darle aliento, decirle que todo iba a estar bien, que el dolor pasa y que las heridas se curan, aunque bien se sabe siempre dejan cicatrices. Ella por ejemplo, hubo un tiempo en que deseó morir y lloraba sin parar de la desesperación, incluso acabó en ese maldito lugar donde la prostituyeron, pero luego llegó Damon a su vida. El temor y la desconfianza se fueron quedado atrás, su corazón sanó y ella logró vencer todo aquello para ser feliz con él, a su manera aunque no sea una relación pública eran felices y se amaban. Jen también podría, era una mujer fuerte, mucho más que ella misma, claro que iba a superar aquella tragedia.
Por eso quería ir a verla, pero habían muchas cosas que la detenían. Primero estuvo en casa de Morgan y luego en la suya, pero con unos tíos. Ya Jennifer la había recibido en casa, pero no sabía si sus familiares le abrirían las puertas a alguien como ella. Lo pensó mucho y esa mañana decidió darse un tiempo para ir de todas maneras. "Total, son Deschain. Todos son iguales y siempre son gente buena", pensó convencida.
Fue hacia las afueras del pueblo, ahí encontró a una pareja de trabajadores de la hacienda de Joseph que iban camino hacia allá y les pidió que la lleven en la carreta y la dejen cerca. Estos accedieron de buena gana, total, no les estorbaba la presencia de la joven. Una vez en la entrada de la hacienda Deschain tuvo que escuchar unas palabrotas y horribles frases asquerosas disfrazadas de piropos vulgares. Ellos sabían quien era y donde vivía, claro que no dudaron en gritarle lo mucho que la harían gozar si se dejaba. Por suerte uno de los guardias que había enviado el comisario hizo callar a los tipos y la escoltó hasta las cercanías de la casona.
Elena respiró hondo y tocó la puerta, segundos después Bertha abrió, se presentó como amiga de Jennifer y preguntó si podía pasar. La mujer la hizo esperar un momento ya que primero tenía que preguntar a la encargada de la casa. Elena esperó tranquila, eran poco más de las once así que imaginó sería una visita inoportuna, debían de estar ya por servir el almuerzo. Había llevado un pastel de maíz que ella misma había preparado en la cocina del burdel y esperaba les agrade.
—Pase usted —le dijo amable la mujer—, la señora Amanda está un poco ocupada, pero ya viene. No es la única invitada hoy, así que estoy preparando un buen almuerzo.
—Gracias, pero no quiero incomodar a nadie.
—No lo hace, señorita. Mi niña Jennifer necesita alegría. Estoy segura que hoy al fin saldrá de la habitación y vendrá a almorzar con nosotros.
—¿Está Damon aquí?
—Oh no, pero está otro caballero. Vino hace un par de horas, el señor Blanchard.
—Ya veo.— No imaginó que Orlando iría hasta allá. Cuando Damon le contó muy molesto que Orlando "había seducido" a Jennifer, ella terminó confesando el plan que tuvieron aquel día antes de la fiesta en casa del alcalde para que pudieran bailar. Claro que Damon se molestó en un inicio porque no sabía nada de aquello, pero luego Elena se dedicó a calmarlo y a convencerlo, poniéndose del bando de Orlando sin darse cuenta, de que el hombre si quería a Jen de verdad y que debería estar feliz por ellos en lugar de juzgarlos. Claro, Damon se calmó y todo volvió a la normalidad. Ahora Blanchard estaba ahí, Elena estaba convencida que si, Jen estaría para el almuerzo de todas maneras—. ¿Tardarán mucho?
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Editado: 08.01.2020