Charice no lograba sacar de su mente el momento en el que casi muere. Si no hubiera sido por la llegada de aquel muchachito que distrajo a Orlando en verdad no la contaba. Él la soltó, ella perdió el conocimiento y la dio por muerta. Ella misma pensó que había muerto. Cuando la cogió del cuello y no logró soltarse, cuando vio su mirada cargada de odio y poco a poco fue perdiendo las fuerzas para luchar, y pronto las fuerzas para vivir, sintió tal desesperación que se desconoció por completo a sí misma. Recordar aquel momento le daba vergüenza y rabia, a pesar que hayan pasado más de cuatro años de vez en cuando se llevaba la mano al cuello, se ponía algo nerviosa y luego se sentía presa de un terrible enojo.
Aquel fue el peor momento de su vida. Ella que siempre había hecho las cosas a su manera y había tenido control total de todo, de pronto estaba en las manos de alguien más que podía decidir su vida o muerte, y claro que Orlando decidió la muerte. Se le iba el aire, el cuerpo se le adormecía, ya no podía luchar por más que intentara y lo hizo con todas sus fuerzas. Cuando sintió que los ojos se le cerraban y que se estaba desvaneciendo estuvo segura que aquel era el fin. "Estoy muriendo, estoy muriendo, me ha matado....", se decía desesperada, hizo todo el esfuerzo posible por no cerrar los ojos. Pero el mundo se hizo negro y así como se le fueron las fuerzas también se acabó el terror. Todo acabó un corto instante.
Para cuando abrió los ojos en serio creyó que estaba en algún otro plano. Por un instante, y aunque jamás fue religiosa, pensó que su infierno estaba por empezar. Solo unos segundos le bastaron para reconocer todos sus pecados y tener la seguridad que iba a pasar una tortura eterna en el infierno. Y ya sentía deseos de llorar desesperada, cuando notó que estaba en su habitación y que había gente rodeándola. Tardó varios minutos en entender que estaba viva y unas horas más para poder dar su versión de los hechos. Le dijeron que la habían encontrado en el suelo de la habitación de su hijastra desmayada, que a Amelie la encontraron en su cama pero que era bastante obvio lo que había sucedido. El muchacho que de alguna forma la salvó de la muerta describió al hombre que intentó matarla.
—¿Y él? ¿Lo han atrapado? ¿Lo encontraron? —preguntó apresuradamente al policía que la interrogaba.
—¿Lo conoce usted? Hay efectivos buscándolo a él y a su compinche por todo Chicago. Hace poco recibimos el informe que había un hombre interesado en secuestrar a su hijastra. Lo identificamos, pero no encontramos más registros de él, parece ser un nombre falso.
—Maldito sea...—murmuró con rabia. Así que ese miserable había usado un nombre falso y lo único que tenían de él era su descripción hablada, nada más. Si el desgraciado era astuto ya debía de estar bastante lejos y sería difícil encontrarlo.
—¿Qué sabe de él, señora?
—Solo sé que es un hombre del oeste que pretendía a mi hijastra, quería su dinero obviamente. De alguna forma mi pequeña Amelie se enteró y pues...—suspiró. Fingió que contenía las lágrimas y se le quebraba la voz. Para hacerse la víctima siempre fue muy buena—. Ya vio usted como acabó la inocente. Yo descubrí aquello, entré a su habitación y la vi así. Estaba desesperada, no había nadie en casa porque mi marido les dio el día libre y no sabía qué hacer. Fue entonces que este hombre llegó, entró a la fuerza y vio lo sucedido. Le grité que iba a llamar a la policía, intentó matarme.
—Y por suerte no lo logró.— El policía le dio un pañuelo y ella se secó las lágrimas. Había contado esa breve historia con bastante dolor, digno de una madrastra querida.
—Por favor, no lo dejen escapar. Ese hombre no puede quedar libre por nada del mundo.
—Haremos todo lo posible, señora. Lo juro.
Charice estaba segura que en verdad la policía de Chicago y de los estados limítrofes hizo todo lo posible. Cuando su marido regresó de aquel viaje de negocios y supo de la terrible desgracia, no solo se derrumbó del dolor, sino que con mucha rabia juró vengarse de ese miserable Orlando Collins o como mierda se llamara. Movió todas sus influencias en ese lado del país, se hizo todo lo posible por capturar a Orlando y a su cómplice, pero nunca llegaron a encontrarlo.
Charice sabía que si el desgraciado se había internado en algún pueblo recóndito del oeste jamás iban a ubicarlo. Hasta allá no llegaban los carteles de "Se Busca" que abundaban en la ciudad. Ese maldito oeste era un mundo totalmente diferente, un mundo en el que los McKitrick a pesar de todo el poder que tenían, no podían hacerse paso. Durante el primer año de la muerte de Amelie la búsqueda de ese par fue bastante intensa, el segundo se fue calmando y solo llegaban novedades nada alentadoras de vez en cuando. Y claro, ya para el tercer año su marido prácticamente se había rendido en encontrarlo.
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Editado: 08.01.2020