Esa mañana Jennifer estaba en su parte de la hacienda revisando un tema de la contabilidad del mes. Dentro de la casa donde vivían Melinda y Stu había acondicionado la oficina que usaba su padre y que ella descuidó cuando fue soltera, así tendría un espacio tranquilo donde trabajar y llevar las cuentas de su hacienda. No sería un trabajo largo, aunque le había dicho a Joseph que tenía muchos pendientes y regresaría después de almorzar. La verdad era que terminaría antes del mediodía si se esforzaba, y luego tendría bastante tiempo libre para ver a Orlando, habían quedado encontrarse en su lugar cerca al río. Soltó un hondo suspiro. Estaba hecha toda una adultera.
Al terminar sus pendientes en la oficina tomó su sombrero, se cruzó con su prima, quedó en invitarla a cenar otro día en casa, y siguió con su camino. Estaba rumbo a las caballerizas para recoger a Diamante, cuando vio de espaldas a una figura familiar, al parecer acababa de llegar. Pronto se giró, se sacó el sombrero y le sonrió.
—Señor Daniels, qué sorpresa.— ¿Será que quedó con él y no lo recordaba? No le sorprendería, últimamente andaba como en otro mundo.
—Señora Morgan, disculpe que me presente sin una cita previa. Fui a buscarla en la hacienda de su esposo y me indicaron que estaba aquí, así que me tomé la libertad de venir. Espero no crea que soy un atrevido, pero es que debo regresar mañana a mis tierras y hasta el momento no hemos podido cerrar un trato.
—Claro, entiendo el apuro. Disculpe, he tenido muchos pendientes en estos días, aún tuve que tratar el tema con mi esposo y nuestra reunión se retrasó.
—No se preocupe. Solo quisiera saber si la respuesta es positiva para mí, en realidad no hay mucha prisa. Regresaré en menos de un mes y podremos cerrar el trato que tenga en mente.
—Pues verá, mi esposo está de acuerdo en vender esas tierras que le comenté, le pondrá un precio razonable considerando el estado de abandono en el que están. Si el monto le parece el adecuado podrá comprarlas sin ningún problemas, así podrá empezar sus operaciones desde La Perla.
—Los precios de compra en La Perla son muy altos, pero espero esté al alcance de mis ahorros.— No parecía tan animado como cuando hablaron la primera vez, y eso ella lo entendía. La Perla era uno de los lugares más caros del oeste para comprar terrenos.
—Pero no crea que ha perdido su oportunidad. Hay una parte de mi hacienda que aún está sin explotar, me parece que será suficiente para la primera cosecha. Ese será nuestro trato, yo rentaré esa parte para usted a buen precio y podrá empezar su negocio por Texas, ¿qué le parece eso?
—Bastante bien en realidad. Muchas gracias por la oportunidad, señora. Ya verá como hacemos buenos negocios.
—Si, de eso estoy segura. No he tenido tiempo de redactar nada del contrato, pero lo iré revisando con mi abogado aprovechando que está en el pueblo.
—Perfecto, yo volveré con mi abogado y entonces cerramos el trato.
—Así será.— Fue ella quien extendió la mano para estrecharla y segundos después él la tomó. Se dieron un apretón de manos, listo y trato hecho.
—Disculpe, ¿estaba de salida? De verdad lamento importunarla.
—Pues si, tengo unos pendientes que atender.— Orlando la estaba esperando, no podía perder más tiempo. Cada minuto contaba, quería aprovechar su compañía todo el tiempo posible.
—Ya veo, quizá no pueda atenderme. Es que ya que estaba aquí, y con la buena fama que tienen los caballos de su hacienda, me preguntaba si podría asesorarme para comprar uno.
—Oh....— Rayos. No creía que el señor Daniels esté intentando retenerla, pero con el apuro que llevaba esa situación se le hacía tediosa. Buscó rápidamente alrededor con la mirada, necesitaba un escape. Había varios hombres en las caballerizas, miró ansiosa en busca de alguien que distraiga al hombre mientras ella se iba, hasta que al fin lo encontró. Al fondo, dándole de comer a un potrillo, estaba Jake. Gracias al cielo—. Un momento —se excusó con el hombre—. ¡Jake!— El chico volteó de inmediato. Le hizo una seña a otro de los hombres que trabajaba ahí para que este continúe lo que estaba haciendo. Jake pasaba mucho rato en su hacienda, ahí aprendía más sobre caballos que en "La Esmeralda" y "Hoja Redonda", decía.
—¿Si? —preguntó el muchacho. Miró de lado a Neil y lo quedó observando un instante. Estaba apurada, pero le pareció notar que el hombre se incomodaba con la mirada del chico. "Bah, tonterías, no tienes tiempo para eso. Ya apresúrate".
—Jake, te presento al señor Daniels. Él está invirtiendo en mi hacienda, pero desea comprar un caballo. Señor, este joven es mi pupilo. Escucharlo a él será como escucharme a mí, estoy segura que lo asesorará bien. Le he enseñado todo lo que sé.
—Eso me alegra —dijo él. Jake seguía mirando al hombre, más que mirarlo era como si lo estuviera leyendo.
—Yo debo irme, ¿podrías ayudarme con esto?
—Claro, Jennifer, no se preocupe, yo me encargo.— Al fin. ¿Cuánto tiempo habrá perdido? ¿Diez minutos? Mucho tiempo, tenía que irse como volando.
Se despidió de ambos lo más rápido posible. Durante el camino pensó en lo terrible de su actitud, despachando a un futuro socio como si fuera una molestia, encargándole ese asunto a Jake. Debió de verse muy maleducada, qué horrible en verdad. Apartó pronto ese pensamiento de su mente, tenía que ir pronto con Orlando. Tres horas, había conseguido todo ese tiempo libre sin cuestionamientos, así que iba a aprovechar cada minuto. Sonreía, se sentía la chica que fue hace varios años. Ansiosa, enamorada, y quizá un poco insensata.
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Editado: 09.04.2020