No era la primera vez que le organizaba a Julius una fiesta, el año pasado la celebraron en Mejis, pero según acuerdo con Joseph este año tocaba en La Perla. Lo que había cambiado fue la ubicación pues al principio tenían contemplado celebrarla en el lado de Joseph, pero considerando que Orlando estaría presente, eso no iba a ser posible.
La familia llegó un día antes al pueblo, y esa mañana tenía que revisar los últimos detalles. Los juegos, la comida, el entretenimiento. Joseph contrató a unos payasos y artistas de circo "de primer nivel", según él, y como al niño le encantaban esas cosas entonces estaría muy contento. En realidad estaba eufórico desde hace días, cosa que se entendía perfectamente.
Julius despertó muy temprano, apenas abrió los ojos vio a Jennifer frente a él esperándolo para darle un abrazo y cantarle el "Feliz cumpleaños", luego entró Joseph y jugaron un poco los tres. Le entregaron sus regalos, o los primeros regalos en realidad, habían otros más grandes que le darían en la fiesta. Lo vistieron, tomaron el desayuno juntos, algo con pastel pues era su cumpleaños y solo ese día lo iban a malcriar, y luego el niño insistió en ir al lado de la hacienda Deschain, quería ir a jugar con sus primos y tíos. Y claro, Misae que de seguro aparecería muy temprano por ahí aunque Santos se oponga.
—Claro, amor, yo te llevo. Ve a jugar afuera, no tardo —le dijo Jennifer. Quería ir a ponerse botas más cómodas, había muchos detalles que faltaban para la fiesta de cumpleaños y estará en acción el día entero.
—Si, mami, no tardes.— Julius salió corriendo rumbo a su columpio, ella fue a su habitación para terminar de vestirse. Estaba ya por pararse cuando vio entrar a Joseph.
—¿Vas a tardar mucho? —preguntó él.
—Pues no sé, mis tías me ayudarán. La fiesta empieza a las tres, yo estaré por acá un poco antes, si no me da tiempo mandaré a que me lleven la ropa allá. Sé que hay mucho trabajo pendiente, pero no olvides llegar temprano.
—Si, estaré ahí lo más temprano posible. Solo tengo una pregunta, ¿Orlando estará en la fiesta?
—Si —respondió despacio. Tampoco entendía por qué le preguntaba eso si ya lo sabía, ya lo habían conversado.
—Pensé que solo estaría durante la mañana y luego se iba.
—También, quiere pasar más tiempo al lado de su hijo y está bien, ya han perdido mucho tiempo.
—¿Y qué hay de mí?— Jen lo miró intentando calmarse, no quería empezar una discusión justo ese día.
—¿De qué? ¿No te la pasas diciendo que eres su padre? Eso es algo que Julius tiene bien claro, así que pasará mucho tiempo contigo durante toda la fiesta. Ya sabes como es, andará corriendo de arriba abajo y se quedará de rato en rato con nosotros. No entiendo a qué viene este reclamo.
—No es un reclamo, solo estaba preguntando.
—Pues ahórrate tus comentarios, que ya estoy bastante cansada de esto. No creas que he olvidado lo que le dijiste a Julius hace unos días, así que más bien deberías estar muy tranquilo de que se aleje de él, ¿no era eso lo que querías? Ni siquiera sé si podrán reconciliarse, en todo caso él solo podrá verlo de lejos. ¿Ya estás feliz?
—No puedo decir nada sobre él porque de inmediato te pones así, ¿verdad? —le dijo molesto—. Culpándome de todo, agresiva. Ya veo que acá no tengo ni voz ni voto.
—Joseph, no intentes jugar a la víctima conmigo porque no te queda. Así que vamos a comportarnos lo mejor posible hoy porque no quiero escándalos en la fiesta de mi hijo, ¿quedó claro?
—Es mi hijo también.
—No empieces a...
—¿Están peleando? —se quedó quieta un instante, hasta sintió que se ponía pálida. La puerta estuvo abierta durante toda la discusión, y Julius, quizá impaciente, apareció de pronto en la entrada. Sintió miedo, ¿acaso había escuchado sobre Orlando? Ojalá que no, no quería que se entere así de las cosas.
—No es nada, mi amor. Tu papi se puso un poco pesado. Ya vamos, se hace tarde.
—Si, mami.— Julius era un niño listo, muy observador. Y claro que se había dado cuenta que algo malo estaba pasando entre ellos, que casi siempre estaban peleando a escondidas. No decía mucho porque no entendía lo que pasaba, pero se daba cuenta de las cosas. No quería arruinarle la fiesta a su hijo, así que se prometió a sí misma que no volvería a discutir con Joseph ese día. Ni con él ni con nadie.
Salieron, Jennifer lo ayudó a subir a su yegua y pronto empezó a cabalgar camino a la casona de los Deschain. En la ruta Julius le preguntó si ya podría montar el pony que le regaló papá, y ella le dijo que como ya era un niño más grande empezaría con sus primeras lecciones pronto. Escuchar eso lo emocionó, estaba distraído haciendo planes para cuando empiece a montar y sea el mejor jinete del oeste. Jennifer sonrió, ese tenía que ser un buen día para todos.
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La búsqueda de Elena no daba resultados, y si para esa noche no se sabía nada entonces iban a tener que contarle a Jennifer sobre las condiciones de Annie. La tarde en que conoció a Robert Deschain, Orlando acabó por contarle muchas cosas, se sinceró completamente. Todo en versión resumida claro, que la verdad ese hombre tenía una pila de tragedias a cuestas. Le contó algo de su pasado de bandido, algo sobre Charice, sobre Amelie. Sobre cómo lo arrestaron y cómo regresó. Pero lo más importante, le contó sobre el asesinato de su hermano y las posibilidades que tenían de hacer justicia.
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Editado: 09.04.2020