El castillo de Bredewald estaba envuelto en un silencio inquietante, roto solo por el murmullo de los criados y el suave resplandor de las antorchas que iluminaban los pasillos en penumbra. Lord Cedric, preocupado por la situación y aún procesando la información sobre la resurrección de Alric, no estaba preparado para más sorpresas. Sin embargo, la mañana trajo consigo un visitante inesperado que, con una urgencia similar a la de las noticias recientes, requeriría la atención de Cedric.
El emisario llegó montado en un caballo oscuro y elegante, con una capa roja que ondeaba detrás de él mientras avanzaba por el camino de entrada al castillo. El hombre, alto y de porte distinguido, tenía el semblante marcado por la seriedad y el cansancio. Cuando llegó a la puerta principal, fue recibido por un grupo de guardias que lo condujeron directamente al salón principal, donde Lord Cedric lo esperaba con ansias.
El emisario se presentó con una inclinación respetuosa y una voz grave, propia de alguien acostumbrado a la autoridad y la diplomacia.
—Soy Sir Rowan de Galewood —dijo el hombre, su tono formal y su postura rígida—. Vengo en nombre de Lord Geoffrey de Eldermoor. La situación en nuestras tierras es grave, y mi señor ha enviado a solicitar su consejo y, posiblemente, su ayuda.
Lord Cedric lo miró con preocupación y gesticuló para que Sir Rowan se acomodara. El joven caballero Edric estaba presente, atento a la conversación, mientras Aldwin y Lady Helena se mantenían en silencio, esperando entender la magnitud de la nueva crisis.
—Haga el favor de contarme lo que ha sucedido, Sir Rowan —dijo Cedric, tomando asiento y señalando un lugar para que el emisario también se sentara—. Estamos listos para escuchar.
Sir Rowan tomó un respiro profundo antes de comenzar su relato, sus ojos mirando al suelo como si estuviera buscando las palabras correctas para transmitir la gravedad de la situación.
—En las últimas dos semanas, en dos aldeas pequeñas de nuestra región, Windmere y Bramblewood, hemos encontrado varios cuerpos sin vida que presentan una serie de características preocupantes —empezó Sir Rowan—. Los cadáveres fueron hallados con heridas contundentes en la parte frontal del cráneo, como si hubieran recibido un golpe mortal. Lo más desconcertante es que los cuerpos parecen estar en un estado avanzado de descomposición, a pesar de que, según los informes, solo llevaban dos días muertos. Estas aldeas fueron visitadas recientemente para recolectar impuestos y estaban en perfecto estado. No hay rastro de los atacantes, y la situación es aún más alarmante porque no tenemos explicaciones plausibles para el estado de los cuerpos.
Cedric se inclinó hacia adelante, su rostro mostrando la seriedad de lo que escuchaba. La descripción de las heridas y el estado de los cadáveres le resultaba inquietantemente familiar.
—¿Cuándo fue la última vez que alguien en Eldermoor tuvo contacto con estas aldeas? —preguntó Cedric, su mente trabajando rápidamente para conectar los puntos.
—Hace apenas tres días —respondió Sir Rowan—. Nuestros recaudadores estaban allí para obtener los tributos y reportaron que todo estaba en orden. Nadie mencionó alteraciones ni signos de disturbio.
Aldwin, que había estado escuchando atentamente, se inclinó hacia adelante con una expresión de preocupación.
—¿Hubo algún informe de enfermedad o algo inusual en el área antes de encontrar los cuerpos? —preguntó Aldwin.
Sir Rowan sacudió la cabeza.
—Nada que se reportara oficialmente. Sin embargo, hubo rumores entre los aldeanos de que algunos animales parecían enfermos y que ciertos habitantes estaban experimentando extraños mareos, pero nada que hiciera pensar en algo tan grave como lo que encontramos.
Lady Helena, aunque visiblemente afectada por la noticia, mantuvo la compostura y se dirigió a Sir Rowan con una pregunta incisiva.
—¿Y qué ha hecho su señor para intentar resolver esta situación? ¿Hay algún intento de investigación en curso?
—Mi señor, Lord Geoffrey —dijo Sir Rowan—, ha enviado a sus propios hombres para investigar y examinar los cuerpos con mayor profundidad. Se ha dado cuenta de que la gravedad de la situación podría sobrepasar sus capacidades y ha considerado que buscar ayuda externa sería prudente. Por eso he venido a Bredewald. Sabemos que su castillo ha enfrentado problemas similares y que usted, Lord Cedric, tiene experiencia con lo inexplicable.
Cedric miró a Edric, quien estaba observando la escena con una mirada de determinación. La inquietante semejanza entre las dos situaciones no pasó desapercibida para él.
—Edric, lo que este hombre ha descrito parece tener paralelismos con lo que ocurrió con Alric. Tal vez sea una coincidencia, pero no podemos arriesgarnos a ignorar la posibilidad de un problema más amplio —dijo Cedric—. Ofrezcamos nuestra ayuda a Lord Geoffrey y veamos qué podemos hacer juntos para enfrentar esta amenaza.
Edric asintió, sintiendo que la tarea de investigar el misterio de los cadáveres de Eldermoor se entrelazaba con su propia misión de entender lo que había sucedido con Alric. Sabía que debía prepararse para lo que podría ser una investigación ardua y peligrosa, y que cada pieza del rompecabezas podría acercarlos a una verdad que aún parecía esquiva y aterradora.
—Sir Rowan —dijo Edric—, mi señor ha tomado la decisión de enviar una delegación a Eldermoor para ayudar en la investigación. Prepárese para partir con nosotros a la brevedad. Necesitamos conocer todos los detalles y trabajar juntos para resolver este enigma.
Sir Rowan se inclinó agradecido, su expresión aliviada por la respuesta positiva. La necesidad de colaboración entre los dos territorios era inminente, y la urgencia del asunto no dejaba margen para dilaciones.
—Agradezco profundamente su ayuda, Edric. Haremos todo lo posible para coordinar nuestras fuerzas y enfrentar esta amenaza con la seriedad que merece.