Riley
Tenemos mucho tiempo libre. Demasiado. Pero son estos momentos los que nos hacen olvidar los problemas del presente y los del futuro.
-¿Para qué necesita un vampiro saber conducir? -Cuestiona Lanark.
Estoy de acuerdo con ella, muy de acuerdo. Missasar no necesita aprender a manejar, ya de por sí es más rápido que el auto.
-Cuando haya un centenar de personas él no podrá correr a supervelocidad dejando a todos con los ojos saltones -afirma Seb.
De cualquier forma, no hay vuelta atrás. Missasar ya está en el asiento del piloto; Seb, en el del copiloto; y Lanark, Rius y yo, en el asiento trasero.
-Primero, la llave -indica Seb. Missasar le obedece en silencio.
El acelerador, el freno, las luces, la palanca, primera, segunda ¡Gira a la izquierda! ¡A la derecha! ¡Por allí no, Missasar!
Solo hemos avanzado como cien metros y el marcador apunta los diez kilómetros por hora.
-Chofer, no vaya tan rápido, por favor -comenta burlonamente Rius y esboza una sonrisa radiante como si estuviera disfrutando todo esto.
Por momentos, Missasar acelera demasiado y, por otros, sigue a paso de insegura tortuga, pero en ningún momento su rostro muestra signos de miedo, preocupación o diversión.
Finalmente, cuando ya hemos dado vuelta a todo el vecindario, Missasar masculla- Qué difícil...
Después de todo el tiempo que he compartido a su lado, no ha escapado de mi vista que éste vampiro es de los que son buenos observando cada detalle. La agudeza visual de Missasar es única. Así que le sugiero a Seb cambiar de lugar con el conductor novato, ya que estoy segura que después de observar la práctica, Missasar manejará perfectamente. Sin embargo, no es Seb quien ocupa el lugar del piloto, sino Rius, pues se ofrece de voluntario. Me niego porque no quiero que Missasar aprenda una forma alocada de conducir, pero ambos vampiros se cambian de lugar tan rápido que ya no puedo ni quejarme.
Ahora las posiciones quedan así: Rius como piloto, Missasar como copiloto, Lanark desaparece, y Seb y yo quedamos relegados atrás.
Los motores rugen y como un rayo el auto emprende marcha. Tengo que sujetarme del brazo de la ventana para no perder el equilibrio y es inevitable que pretenda salir de aquí por miedo a un accidente.
-¡Detente! ¡Quiero bajarme! -Mis palabras ni siquiera llegan a los oídos de Rius-. Vamos a morir -susurro y Seb me dice:
-A mi no me importa, yo ya estoy muerto.
Como es de esperar la rebelde conducta vial de Rius no pasa de largo ante los ojos de una patrulla y en escasos segundos nos interceptan. Tengo mi bolso en la mano, no traigo nada más que mi monedero, una galleta de chocolate y mis llaves, así que de puro coraje lo uso para tirar consecutivos golpes a Rius en la cabeza, pero el vampiro ni se inmuta.
-¡Ahora sí! Una papeleta, ¡mi padre me matará! Lo tendré siempre en mis antecedentes. ¡Por tu culpa, tonto! -Le reclamo.
-¡Tranquilízate! -Espeta- Todo saldrá bien. Solo mantén cerrada tu boca.
Rius estaciona el auto y dos policías de tránsito bajan de su camioneta. Caminan a paso lento y autoritario hacia nosotros.
Seb es la personificación de la tranquilidad en este momento, mientras que yo soy la única que está sudando frío.
Ni bien el policía sumerge su cabeza hacia la ventana, sus ojos se adormilan y nos inundamos en un silencio pesado, el otro, su compañero, se acerca desconcertado ante la inactividad y ocurre lo mismo.
Volteo a ver a Seb confundida y este me susurra- el bastardo de Rius los está hipnotizando.
-¿Tú ya le has visto hacer eso? -le pregunto.
-Un par de veces -confiesa sin darle importancia.
Después de dos minutos, los policías se retiran en silencio y Rius comienza a encender el auto de nuevo.
Esta vez doy un paso adelante en la situación y me bajo del auto al instante. Abro la puerta del piloto y le pido a Rius que salga para tomar el puesto de conductora, pero Missasar se pronuncia con su suave y penetrante hablar, pide tener el manejo del auto y declara ya sentirse capaz de hacerlo adecuadamente.
Rius no pone objeción así que cambian lugares; no obstante, cuando ya estamos todos adentro, Missasar sentencia:
-Manejaré, pero solo Riley me acompañará. Ustedes dos están castigados.
-¿Qué, por qué? -Se quejan los muchachos.
-Tú -le dice a Rius- porque te dije que no usaras tus poderes en humanos, y a ti -se dirige a Seb- porque te ordené que no permitieras que él usara sus poderes en ellos.
-Aguafiestas -abuchea Rius y desaparece, pero sin perder su semblante insolente.
-¡Acaso soy su niñero! -Ruge Seb con impertinencia, razonable a mi parecer puesto que él no tiene por qué seguir los pasos del intrépido Rius - Ya no importa -se apacigua a sí mismo. Me voy -. Missasar lo observa fijamente como esperando que se le informe del lugar al cual se dirigirá y al filo de gruñidos molestos Seb agrega- Iré ver a Eliot o Abel, da igual. No es como si pudiera ir de parranda.
Sin la presencia de esos dos, yo paso al asiento del copiloto.
Missasar enciende el auto y en seguida lo pone a andar con total normalidad. Doy unos pequeños aplausos y lo felicito.
-Me da gusto -me dice con la mirada fija al frente-, que comiences a comprenderme. Observar es uno de mis mayores placeres y es lo que me ha permitido ser capaz de aprender una técnica y detectar las habilidades de mi enemigo tan solo viéndolo una vez en combate.
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Editado: 25.03.2019