Me dolía el trasero.
¡Sí! ¡Me dolía! Sé que no es bueno comenzar una historia con esas palabras, pero eso fue lo más sobresaliente de ese día; el día en que conocí al grandioso, hermoso, poderoso y esculturalmente apuesto de Missasar.
Si estuvieras enamorada de un bad boy o de un tipo que te hace sufrir, solo ven, págame 5 dólares y te dejo ver a ese bello, pero rígido vampiro que con su mirada te deja helada y al mismo tiempo alborota tus hormonas al extremo de hacerte pedirle que te haga un pequeño vampiro. Pero niñas eso es imposible.
Los vampiros no pueden concebir vida, ¿por qué? Porque están muertos, son muertos vivientes.
Pero eso no fue un impedimento para mis padres. Ellos me dieron la vida, una grandiosa vida.
Tal vez ellos no realizaron el milagro de la vida que es procrear a otro ser, pero mantuvieron mi existencia a salvo: me rescataron de una muerte segura, a pesar de ya no haber sido humanos, sino vampiros convertidos, es decir, unos neoseres.
En un pequeño suburbio de New Albany, Ohio, mi vida transcurre de lo más tranquila. Vivo una vida normal y alegre como cualquier otra adolescente. Mis padres Sara y Abel no son muy estrictos, pero aún así yo respeto las reglas de la casa al pie de la letra. Ellos nunca han usado sus habilidades sobrehumanas en mí, ni mucho menos se han alimentado de mi sangre. Y estoy segura que jamás lo harían, si no lo han hecho en estos dieciséis años, menos lo harán ahora. Aunque si ellos la necesitaran yo gustosa se la daré.
Y se preguntarán ¿cómo hacen para pasar desapercibidos?
Pues.
Ellos son buenos padres y buenos vecinos, nadie hasta ahora ha descubierto lo que son y si no me lo hubieran dicho yo tampoco lo hubiera sabido. Aunque a la mayoría de mis vecinos les parece extraño que unos "humanos" tan bellos como ellos, tenga a una hija común y corriente como yo.
Bueno, no soy una top model ni mucho menos una chica deseable.
A pesar de que soy muy enfermiza y tengo un problema severo con el asma, no dejo que ello cambie mi humor, sé que algún día voy a morir, tal vez no llegue a la adultez, por eso disfruto cada día de mi vida. ¡Estoy feliz por estar de pie, aquí y ahora!
Aunque algunos días me sangre la garganta por reírme tanto y no pueda respirar bien. Es una mierda vivir con asma y tener brotes de neumonía.
Joder, sí que soy una persona muy enfermiza.
Aun así, tengo amigas y amigos que les agrado y he logrado cursar mis estudios y espero terminarlos exitosamente.
Sara y Abel desaparecen cada fin de semana, salen de casa un viernes por la mañana, se van dejándome listo el desayuno, y regresan el lunes a la misma hora y me esperan con el desayuno en la mesa. ¿A qué salen? A cazar, por supuesto, no olviden que son vampiros, se alimentan de sangre.
Y hoy es viernes. Lo que significa que voy a tener que hacer limpieza de la casa y culminar mis deberes estudiantiles.
Nuestra casa es modesta, pero muy amplia. Así que me toma toda la mañana el solo limpiar.
Enciendo la radio, la coloco a volumen máximo y me visto como cenicienta. Dejaré impecable esta sala.
Kiss comienza a sonar y yo me preparo para cantar a todo pulmón: I was made for lovin' you baby! Pero alguien baja el volumen justo en el coro de la canción. Y por supuesto, le reclamo por su molesta intromisión.
- Sabes que no puedes forzar tu garganta y menos tus pulmones, Riley -me sermonea el atractivo vampiro sangrepura, Missasar.
Él está parado al lado de la radio y el estante color crema, junto a ellos, él parece un maniquí que modela una gabardina negra. Literalmente parece un maniquí, ya que si no fuera porque a veces mueve la boca para hablar o mover un objeto, él estaría más estático que un perchero.
- Y tú sabes que debo de terminar de limpiar hasta antes de las doce, y ya son diez y media. Todo esto -digo dando una vuelta de 360 grados con las manos extendidas y con una escoba en la mano derecha-, no se limpiará solo.
- Te ayudo -me dice y la verdad no siento el entusiasmo en sus palabras, aunque jamás las he sentido. Missasar puede ser un vampiro hermoso, seductor, que bien podría superar al mejor actor de cine. ¡Pero era un perezoso! ¡No se movía casi nada! Solo decía y hacía lo que él consideraba como indispensable.
Tanto su rostro como sus expresiones y en general, su vida, no tenía color.
Seguro por eso viene a visitarme cuando mis padres salen de casería, aunque ellos no saben de su presencia en esta casa. Ya que lo podrían considerar como un peligro para mí. Siempre me han dicho que no hable con otros vampiros. Sí, a la mayoría le dicen que no hablen con desconocidos, pero mis padres ponían más énfasis en que no hablara ni conociera a otros vampiros ya que tal vez ellos podrían hacerme daño.
Pero yo solo tengo hueso y pellejo no creo que les sea apetecible.
- Está bien -le respondo aceptando gustosa su oferta. Es la primera vez que él se ofrecía a ayudarme, hasta ahora esta es el tercer fin de semana que viene a verme, es decir, tenemos tres semanas de amistad.
Missasar es un imponente vampiro, parece que no es un neosere como mis padres, él parece un sangrepura y, lo sospecho, ya que sus ojos se tornan por momentos de un cautivador color carmesí y luego retornan a su bello color azul cristal que lo hace parecer un ángel. Los neoseres conservan el color de su iris cuando son convertidos, la diferencia con los humanos comunes y corrientes es que su iris se vuelve más brillante por la noche y adquiere la apariencia como la de un gato, algo perturbador diría yo. Pero ya estaba acostumbrada a verlos. Así que teniendo en cuenta eso, pienso que Missasar tendrá habilidades sobrehumanas que le permitirán limpiar mi casa más rápido.
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Editado: 25.03.2019