Y allí, como labrado sobre la nada, permanecía un auto del color azul coelum, un cenobio de cuatro ruedas, aislado y sin inmensidad que le pudiera delatar a los hombres, dado que esa delación supondría su invisibilidad total,su destrucción a manos de unos colmillos resentidos y en cópula permanente con el hambre.
Y entonces vi venir sobre mi un resplandor fúlgido, penetrando con su masa de calor de páramo castellano hasta el mismo acontecimiento de la vida, y la mole aguardentosa se me mostró como dadora de aire, de espuma de saliva y de estravagantes formas, acompañante única para mi soledad.