La predicción de Madame Clarice

Capítulo 5.

Al bajar del auto, Agatha sacó a su hija y miró a su alrededor, luego, con cierta aprensión, se acercó a la puerta y se detuvo. Me di cuenta de que tenía miedo de encontrarse con sus padres. Aunque en realidad yo debería haber tenido miedo, pero todavía no lo entendía todo el peligro. De repente se abrió la puerta y saltó una mujer delgada, que se parecía a Agatha, probablemente era su madre.

- Agatha, querida, ¡me alegro mucho de que finalmente hayas venido! - gritó, abotonándose la chaqueta mientras caminaba.

Los ojos de la mujer brillaban de felicidad. Incapaz de contenerse, abrazó impulsivamente a Agatha y ésta, literalmente, se quedó paralizada en sus brazos.

- ¡Gracias por venir! Ni siquiera esperé vuestra llegada. — agradeció la mujer, alejándose de Agatha y volviéndose hacia mí. - Mi nombre es Lydia, soy tía y madrina de Agatha, - se presentó mirándome, cuando yo ya había sacado las bolsas con cosas del maletero y apenas me acercaba a ellas.

- Es un placer, soy Benjamín, el marido de su sobrina, - me presenté. - Bueno, esta dulce persona que se esconde a espaldas de su madre es nuestra hija, Angelina. Pero nosotros la llamamos Botoncito.

Lydia volvió su mirada hacia la niña y la sonrisa en sus labios se hizo aún más amplia.

- Hola Botoncito, soy tu tía abuela y tengo muchas ganas de hacerme amiga tuya, - la mujer le tendió la mano a Angelina, pero ella saltó hacia atrás asustada. Era de esperar.

- Mi hija tiene miedo de los extraños. Necesita tiempo para acostumbrarse. – Expliqué, entrando en el papel del padre.

- Sí, para descartar preguntas, te avisaré enseguida. Nuestra hija aún no habla y tiene miedo a la gente que no conoce. Así que, por favor, no seas demasiado activa tratando de conocerla. Mejor aún, no te acerques a ella sin mí. - dijo Agatha.

Me pareció que ella no quería que su voz sonara tan fría y áspera, pero eso es exactamente lo que pasó. Al parecer este encuentro fue difícil para ella, pero esto era solo el comienzo y teníamos que ver al resto de nuestros familiares.

-Por supuesto, querida, como dices, - asintió Lydia.

Noté que el dolor y la melancolía brillaban en los ojos de tía Agatha. Por mi cabeza pasó el pensamiento de que no todo era tan sencillo en esta familia y parecía que no éramos especialmente bienvenidos.

- Bueno, entonces os invito a la casa. Todo el mundo ya ha subido para verte a ti, Benjamín y vuestra hija. Están deseando conoceros. - dijo Lydia, como en contraste con mis pensamientos.

Pero me alegré muy temprano. Tomando la mano de su hija, Agatha caminó lentamente hacia la casa siguiendo a su tía. Al cruzar el portalón, me di cuenta de que la familia de mi “esposa” había decorado el jardín para la festividad con mucho gusto y amor. Había figuras de madera de Papá Noel, los renos e incluso un trineo, sin mencionar árboles y arbustos iluminados. Me quedé detrás de las mujeres para ver mejor, pero de repente un hombre con un chaleco salió corriendo desde parte atrás de la casa y, sin decir una palabra, me golpeó en la mandíbula. No esperaba en absoluto una recepción tan "caliente", así que caí en el primer ventisquero que encontré, esparciendo por la nieve las bolsas y maleta. Ni siquiera sentí ningún dolor, todo pasó muy rápido.

El dolor llegó junto con el grito de Agatha y el llanto de Botoncito.

- ¡Papá! ¡¿Qué estás haciendo?!

- ¡Lo que debería haber hecho hace tres años! - gruñó el hombre.

Me agarré la mandíbula, tratando de comprobar que todos mis dientes estuvieran allí.

-Si hubiera sabido que nos saludarías así, nunca habría venido. - chilló Agatha, cayendo de rodillas a mi lado.

Por el rabillo del ojo, noté cómo su tía atacó al hombre y una chica agarró a la niña en brazos. La pobre niña, que estaba claramente asustada por toda esta escena de gritos, así como por las manos de una persona desconocida, comenzó a liberarse y gritar aún más fuerte.

- Estoy bien, cógete a tu hija, - le dije severamente a Agatha. - Lo resolveré yo mismo.

- ¿Estás seguro?

- Sí, vete con la niña. - Le aseguré levantándome de la nieve.

Ella corrió hacia Botoncito y se lo quitó de las manos a la chica desconocida. Allí el hombre quiso volver a golpearme, pero Lydia se colgó de él como un ancla y no le permitió seguir golpeándome.

- ¡Walter! ¡¿Estás loco?! ¿Vinieron a conocernos y lo atacaste con tus puños? ¿Es así como expresas tu hospitalidad? ¿Así es como recibes a tu yerno? – gritó la tía de Agatha.

- ¡Él no es mi yerno! ¡Este pequeño ha deshonrado a mi hija!

- ¡No, papá! Él es mi esposo. Mi marido. ¡Entiendes! ¡Nos casamos! - gritó Agatha, apretando a su hija contra su pecho.

- ¡Agatha entra a la casa! - Le grité, porque Botoncito seguía llorando histéricamente, y pensé que la niña ya estaba harta de ver este alboroto, pero Agatha seguía parada en el porche, a donde la gente empezó a salir desde casa, escuchando los gritos.

Para decir la verdad, no sabía qué hacer en esta situación. El primer deseo fue dejarlo todo y volver a casa. ¡No estaba acordado esto! Una cosa es desempeñar el papel de marido y padre, y otra cosa, ser golpeado en los dientes por un suegro enojado. Pero por alguna razón no quería dejar a Agatha y a la niña con este loco, que aparentemente estaba acostumbrado a arreglar las cosas con los puños. Estaba claramente descontento con mi apariencia y un golpe no fue suficiente para él, por eso liberándose de Lydia, volvió a atacarme, pero en ese momento yo ya estaba listo y, esquivando su puño, lo golpeé en el plexo solar. El hombre cayó a un ventisquero.

- Cariño, según tengo entendido, realmente no nos esperaban aquí. ¿Quizás será mejor que vayamos al hotel? - Sugerí lo primero que me vino a la mente.

- No seas estúpido, Benjamín, el único hotel de la zona está a cincuenta millas de distancia y hay suficiente espacio en la casa. Además, preparé un dormitorio para vosotros y otra para la niña. - Me detuvo Lydia, que estaba ayudando al hombre a levantarse. - No te preocupes por Walter, ahora lo calmaré.




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