Después de darle de beber, Sofía recostó a Santiago. Sin embargo, pronto sintió el estómago revuelto. Viéndolo en ese estado, Sofía lo ayudó a llegar al baño para que vomitara, luego le lavó el rostro y lo llevó nuevamente a la cama.
Para Sofía, quien tenía un cuerpo delgado, sostener a Santiago resultaba complicado debido a su peso. Justo cuando estaban a punto de llegar a la cama, ella tropezó, y ambos cayeron sobre el colchón. Santiago, con el brazo alrededor de Sofía, provocó que ella quedara a su costado. Al intentar levantarse, Sofía quedó frente a frente con él.
De repente, una serie de sensaciones inexplicables la invadieron. Aunque su mente había borrado el rostro de Santiago, aquellas emociones seguían latentes, como un deseo creciente que emergía desde lo más profundo. Era algo que había permanecido oculto, pero que amenazaba con salir, revelando todas las verdades del pasado.
Sofía sintió miedo. Desde la primera vez que lo vio, Santiago, había despertado en ella emociones nuevas y confusas. Desesperada por alejarse, intentó levantarse bruscamente, pero Santiago la sujetó con fuerza, haciéndola caer nuevamente a su lado.
—No te vayas —murmuró Santiago, abrazándola con más fuerza, aprisionándola entre sus brazos, lo que impedía que Sofía pudiera moverse.
—Santiago, debo irme a dormir. Suéltame.
—Duerme aquí, la cama es grande. ¿Sí?...
Santiago se acercó su rostro al cuello de Sofía e inhalo el aroma de su cabello.
El aliento cálido de Santiago rozaba ligeramente la piel de Sofía, provocando en ella un cosquilleo. Esas sensaciones volvieron a invadirla, una vez más. Debería apartarlo, pero al mismo tiempo, no quería.
—Santiago...
—Sofía, no me dejes.
Después de susurrar esas últimas palabras, Santiago se quedó dormido. Sin embargo, su agarre seguía siendo tan fuerte que Sofía no pudo zafarse.
—Solo estará aquí un momento... hasta que se suelte un poco para poder irme.
Sin darse cuenta, Sofía quedó dormida. Las pesadillas que la atormentaban noche tras noche, impidiéndole descansar, esta vez no aparecieron, o tal vez sí, pero lo que sintió fue una mano acariciándole el cabello y otra sujetándola con fuerza, como si la consolaran. Por primera vez desde el incendio, se sintió tranquila y protegida, lo suficiente como para dormir hasta el amanecer.
...
Al despertar, Santiago vio el delicado cuerpo de Sofía a su lado. Una sonrisa se dibujó en su rostro al verla dormir tan plácidamente, así que decidió no despertarla y se dirigió al baño para darse una ducha antes de ir a la empresa. Al salir del baño, no la vio en la cama y supuso que Sofía ya se había ido.
Sofía no recordaba en qué momento se había quedado dormida. Tal vez el cansancio del día la había dejado inconsciente apenas su cabeza tocó la almohada. A diferencia de otras noches, no se levantó a mitad de la noche por las pesadillas. Estaba sirviendo el desayuno cuando Philip bajó.
—Buenos días. Espero no estar incomodando.
—De ninguna manera. Desayuna antes de irte. Santiago ya está por bajar.
—Bueno, te voy a tomar la palabra. ¿Descansaste bien? Normalmente somos nosotros quienes lo cuidamos, o a veces su secretario... pero esta vez te dejé hacer el trabajo sola.
—No te preocupes, él...
—Philip, ¿ahora no tienes casa? ¿Por qué te quedas en una casa ajena? —dijo Santiago entrando a la cocina.
—Pasa cariño, siéntate. Estaba por servir el desayuno —le dijo Sofía.
— ¿Cómo te sientes? —preguntó Felipe.
—Con un poco de dolor de cabeza, pero mejor, supongo... Gracias por traerme a casa, pero pudiste haberte ido.
—Philip estaba mojado luego de ducharte, así que le sugerí que se diera una ducha y se quedara por si necesitabas ayuda —explicó Sofía.
—Creí que lo habías hecho tú.
—Es muy complicado para mí sola —dijo Sofía, acercándole una pastilla con un vaso de agua.
Santiago la miró y tomó la pastilla.
—Gracias, mi vida —dijo tomándola de la mano, pero al ver el anillo de corona que ella llevaba, se sintió molesto, recordando lo que Oscar le había dicho: "Nunca podrás entrar en su vida mientras ese anillo exista". Si tan solo no existiera...
No quería darle demasiada importancia a las palabras de Oscar, pero era cierto que ese anillo seguía siendo una barrera entre ellos, impidiéndole acercarse más. Sofía, por su parte, notó con más claridad el moretón que Santiago tenía cerca del ojo. En la noche no le había prestado mucha atención, pero ahora, con la luz del día, era evidente.
—¿Con quién peleaste?
—Eso, Sofía... —Philip la miró y notó una mezcla de tranquilidad y molestia en su rostro.
—Discutió con Oscar y.… habló de más.
—Ya veo. Él siempre fue impulsivo. ¿Cuándo madurará?
—Jaja... hablas como si hubieras vivido una vida, Sofía —bromeó Philip.
—Hay eventos en la vida que te hacen madurar antes de tiempo y que te enseñan que, ante la sociedad, siempre debemos llevar una máscara para ocultar el verdadero rostro y el sufrimiento.
Santiago la observó, y por un momento, su mirada reflejó dolor. Recordó la noche anterior, mientras dormía, Sofía tuvo una pesadilla de la cual no podía despertar. Por la forma en que reaccionaba, era evidente que sufría.
—Y tú, ¿qué escondes, Sofía? — pregunto Philip.
—Yo... tengo secretos, como todos. Al igual que tú, espero el momento oportuno para hablar de ellos.
—Y si ahora te hablo de lo que guardo en mi interior, ¿me contarías un poco más de ti? ¿De tu pasado? ¿Cuál es la historia detrás de ese anillo? — pregunto Santiago.
—Lo siento, Santiago. Aun si tú abres tu corazón para mí, necesito tiempo para confiar. Tal vez te enteres de la verdad antes de que pueda contártela yo misma.
—Y ¿cómo lo haría si tú no me cuentas nada?
Sofía no quería seguir respondiendo sus preguntas. Para ella, su pasado era un tema muy sensible, del que había hablado con muy pocas personas, así que la insistencia de Santiago la incomodaba. Por eso, rápidamente cambió de tema para desviar la conversación.