La primera dama de Villa Torrente

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El gobernador Gerardo Marroquín había ordenado con antelación a sus sirvientes que organizaran un buen banquete para el general, su esposa y su hijo. Le parecía grato conocer al único hijo del general y visualizar desde ya que tratos podría hacer a futuro con el heredero. Lamentaba que su esposa tuviera que estar presente en la reunión, pero tenía que causar una buena impresión ante sus invitados y que mejor que mostrarse como un esposo ejemplar y compasivo. Le solicitó que procurara estar lo más presentable posible y que guardara la discreción, manteniéndose por fuera de la conversación y mostrando la actitud sumisa y callada que siempre debía mantener como esposa del gobernador.

Angélica en su habitación, seguía de manera literal las órdenes de su esposo, eligiendo para la ocasión un vestido muy discreto que opacaba su figura y un peinado suelto, para ocultar un poco su rostro. Estaba terminando de organizarse, cuando escuchó la voz de Gerardo llamándola para que bajara a recibir a los invitados.

Ya en la sala, Gerardo tomó a Angélica del brazo y cuando los visitantes entraron, el gobernador y su esposa hicieron la venia correspondiente de bienvenida. El único que requería presentación era el hijo del general, quien fue correspondido a su saludo por el gobernador. Angélica se limitó a asentir con la cabeza, sin atreverse a levantar la mirada ni mencionarle su nombre, lo cual le pareció a Felipe un gesto descortés, pero por los comentarios de su madrastra durante el camino, ya sabía de antemano que la esposa del gobernador siempre actuaba de esta manera. Incluso, su madrastra le había mencionado que era una rareza ver a la primera dama de Villa Torrente en público porque el gobernador no habituaba de su compañía en los eventos sociales y ella, hasta donde se sabía, no salía de su casa. A Felipe le sorprendió la notoria diferencia de edad entre la pareja, ya que Angélica era una mujer muy joven al lado del gobernador que en apariencia ya rondaba por los 50 años de edad.

Siguieron a la mesa y mientras almorzaban, el gobernador con ánimo inquisidor y a satisfacción de su curiosidad, le preguntó a Felipe el porque había decidido regresar a Villa Torrente.

-Es bueno estar en casa, además mi padre me necesita en ciertos asuntos y sinceramente me hacía falta el lugar. Nací y crecí aquí hasta que mi madre falleció-dijo tras saborear un trozo de postre-Creo que tomaré prestada a su cocinera por un día para que me deleite con estos manjares, nunca había probado un postre tan delicioso-pronunció sonriendo complacido.

-No creo que sea posible-respondió el gobernador-el postre lo preparó mi esposa y ya sabe los comentarios que desataría la presencia de la primera dama en su casa y más atendiéndole.

En medio de la situación, Felipe se percató de que Angélica tenía su mirada fija sobre él, lo que extrañamente le hizo sentirse igual que en la montaña con Paloma. No podía negar que, a pesar de su apariencia opaca y descuidada, la primera dama era una mujer bonita, aunque no entendía porque no se esforzaba más en resaltar su belleza. Angélica reaccionó rápidamente al verse descubierta por Felipe y bajó la cabeza retomando su pose de sumisión.

-Lamento mucho lo que dije, no era con intención de incomodar ni tener malos entendidos- se apresuró a decir Felipe-con todo respeto, le pido disculpas.

-No se preocupe Felipe, no nos vamos a concentrar en asuntos irrelevantes, hablemos de lo que realmente nos compete.

-Gerardo-intervino el general-como sabrá mi hijo tiene entrenamiento militar y es muy diestro para cabalgar, ayer incluso le dio una sorpresa desagradable a Paloma, y por eso se le ha encomendado la misión de atraparla y acabar con ese enemigo en común. Estoy seguro que con mi hijo al frente, quedará aplastada como cucaracha bajo la suela de su bota-sonrió emocionado al comunicar la buena noticia.

De repente, Angélica intentaba respirar desesperadamente, al parecer estaba atorada con algo que no había masticado muy bien. Su sirvienta se apresuró a auxiliarla, y Gerardo con un gesto de fastidio y un poco avergonzado hizo su mayor esfuerzo para simular interés en el percance de su esposa. Felipe la levantó del asiento, la sostuvo de espalda contra su cuerpo y presionando con sus puños le hizo una compresión abdominal que le ayudó a expulsar el alimento atragantado. Ya cuando Angélica recuperó la normalidad de su respiración, agradeció con una venia a Felipe y pidió permiso a todos los presentes para retirarse de la mesa.

-Les pido disculpas, pero siempre se pone mal cuando escucha el nombre de Paloma, a ella le trae un muy mal recuerdo- dijo el gobernador simulando pesar y aprovechando la situación.

- ¿Por qué? ¿Qué relación hay entre su esposa y Paloma? -pregunto Felipe intrigado.

-Ninguna, afortunadamente-respondió el gobernador con notable tranquilidad de que fuese así-mi esposa es un ángel sumiso y callado, como debe ser una buena esposa y Paloma es un demonio que ha salido del mismísimo infierno a encender el fuego en estas tierras. Ella llegó hace tres meses, no sabemos de donde apareció, solo se posó frente a mi casa sobre su caballo y lanzó fuego a la entrada. No le importó que le gritara que mi esposa estaba embarazada y que no podía quemar la casa con nosotros adentro. Pudimos apagar el fuego, aunque los daños fueron considerables y las reparaciones tuvieron su costo. Sin embargo, el mayor daño fue la pérdida de nuestro bebé, ya que mi esposa no resistió el susto que le produjo el fuego latente y tuvo un aborto.



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En el texto hay: romanticismo, aventura

Editado: 30.03.2023

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