La primera dama de Villa Torrente

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Carlina Fontalvo continuó visitando la casa Torrealba de manera insistente con la ilusión de que Felipe poco a poco pusiera sus ojos en ella, odiaba sentirse despreciada, más aún por el hombre que sería su esposo. Aunque la situación se le hacía insoportable, no daría su brazo a torcer, el general Torrealba la había elegido como la esposa de su hijo y madre de sus futuros nietos, así que Felipe tendría que someterse a esta decisión aun en contra de su voluntad. Felipe ya no sabía como manejar la situación, había optado por huir cada vez que se anunciaba la visita de la señorita Fontalvo, pero sabía que tenía que enfrentarla en algún momento. En medio de su desesperación había decidido que esa mañana atendería su visita y le explicaría las razones por las cuales no podía comprometerse con ella. Definitivamente, él no podría amarla porque su corazón ya tenía dueña y aunque el futuro de su amor por Paloma fuera algo incierto, no podía traicionarse a sí mismo al tomar por esposa a una mujer que no amaba. Sabía que su padre se enfurecería ante esta decisión, pero a pesar de su furia, terminaría comprendiendo en algún momento.

Estuvo esperando en la sala la llegada de Carlina, pero curiosamente ella no llegó a la visita matutina que ya era habitual, lo cual le sorprendió y alivió a la vez. Se sintió tentado de tomar a Torpedo e ir a visitar a Paloma, pero no quería presionarla, más aún con la situación que se avecinaba, además tampoco podía arriesgarse a exponer de nuevo su seguridad. Era consciente de que ella tenía su mente y su energía completamente enfocadas en su venganza contra Gerardo Marroquín, así que lo más probable es que en ese momento no había lugar para él. A pesar de su carácter impulsivo, había decidido ser prudente y esperar a que sucedieran los hechos, ya cuando el gobernador fuese juzgado y pagara por sus actos, habría tiempo suficiente para acercarse a Paloma, abrirle su corazón y saber por fin lo que pasaría con los dos.

- ¿Sabes por qué no vino la señorita Fontalvo hoy? -preguntó a su padre quien se acercaba con un semblante totalmente renovado y un ánimo enérgico poco frecuente en él. Después de enterarse de la existencia de Angélica Montemayor y de leer la carta de su mejor amigo de juventud, sentía que el general había rejuvenecido su espíritu, lo cual era notorio en su sonrisa y en esa mirada llena de luz y esperanza.

- ¿Para que querría seguir insistiendo en casarse con el heredero de una familia que está en la ruina? -respondió el general jocosamente-en este momento hay mejores pretendientes por ahí que pueden brindarle a la señorita Fontalvo la estabilidad que el joven Torrealba no puede.

- ¿Cómo así? ¿Qué has hecho? -inquirió Felipe sorprendido ante este extraño comportamiento de su padre, quien repentinamente había pasado de ser un hombre impositivo a uno extremadamente flexible, al punto que al parecer ya no le importaba presumir su imagen y riqueza ante las familias prestantes de Villa Torrente.

-Simplemente le confesé a la familia Fontalvo nuestra situación, es casi un hecho que estamos en la ruina y así no se puede pactar un matrimonio.

- ¿No confías en Paloma? ¿Qué dirán todas tus amistades? -preguntó Felipe aún incrédulo.

-Si Paloma es igual a su padre, estoy seguro que no descansará hasta lograr su cometido. En cuanto a mis “amistades” como les llamas, el único amigo que he tenido ya ha partido de este mundo terrenal, además, estoy seguro que apenas se divulgue la noticia de nuestra ruina, ninguno de ellos tocará nuestra puerta para ofrecernos ayuda. Yo ya estoy viejo y solo espero poder reparar parte de mis errores a tiempo, no puedo interponerme en tu felicidad la cual ya tiene nombre propio, así que ya te corresponde a ti luchar por eso que tanto deseas.

Felipe agradecido abrazó a su padre, era un alivio para él quitarse el peso de un compromiso que no deseaba y tener su aprobación para seguir por el camino que lo conducía hacia el amor de Paloma. En ese momento, se juró a sí mismo que recuperaría la fortuna de la familia Torrealba y que su padre seguiría siendo un hombre respetable, era lo mínimo que merecía por la valentía de poner la felicidad de su hijo por encima de todo.

Entretanto, lejos de lo que Felipe pensaba, Paloma aun en contra de su deseo tenía su imagen presente todo el tiempo. En esos momentos de incertidumbre era un aliciente para ella recordar los brazos de Felipe rodeando su cuerpo, como si incluso desde la distancia él tuviera el poder de protegerla. Esos días habían sido difíciles para ella, no solo por el dolor que le causaba saber como empeoraba la situación para los habitantes de Villa Torrente, también porque se acercaba la fecha de enfrentarse cara a cara con su verdugo.

Durante todas esas noches, se había repetido la misma pesadilla que revivía el momento en el cual Gerardo había llegado como un impostor a su casa en la Rosana. El hombre lejos de ser amable, entró en su propiedad sin anunciarse y con una actitud impositiva y arrogante. Ella obedeciendo a la última voluntad de su padre, se había acercado sutilmente para presentarse, pero él solo le había correspondido con una mirada de desprecio y un comentario despectivo por su simpleza. Ella se había sentido totalmente avergonzada, pero a su vez cuestionándose en como su padre había mantenido una amistad entrañable con alguien así.

Lo peor había sucedido al día siguiente, cuando de repente entraban los nuevos propietarios de la casa, la cual Gerardo había vendido sin tomar en cuenta su opinión. Ella llorando con desespero solo se había arrodillado a sus pies, suplicándole que no la sacara de allí, esa era la casa de sus padres y quería seguir habitando en ella. Él sin ningún gesto de compasión, la levantó del suelo y la abofeteó delante de los presentes, gritándole que debía aprender a comportarse y a obedecer, ya que nada de la herencia de su padre le pertenecía, ahora él era el dueño y señor de todos sus bienes.



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En el texto hay: romanticismo, aventura

Editado: 30.03.2023

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