La segunda vez que la vi… era un buen día.
Había pasado casi todas mis materias. Mis amigos se quedaron en las computadoras de la escuela para buscar información para una futura exposición. Quizás era nuestra última oportunidad de salvar el semestre de Historia.
Yo preferí ir a la biblioteca; confiaba más en los libros y el papel solía ser más paciente que las personas, aunque pudiera cortarte si eras muy brusco con él. El papel se parecía a ella.
Solo, me introduje entre los estantes, buscando la sección de historia al fondo de la biblioteca… al lado de un fuerte de libros que alguien había construido como si esperara protegerse del mundo. Sin ánimos de violar el fuerte, caminé tan sigilosamente como mis grandes pies me dejaran, pero mi mochila arrastró unos cuántos libros que cayeron al suelo con gran estrépito.
Ella levantó la vista de su libro de anatomía, exaltada y confundida. Luego me vio y suspiró de alivio.
—Hey —dijo.
—Hey… —repetí, saludándola con un torpe ademán.
—¿Me estás siguiendo o algo así? —me acusó. Antes de que pudiera negarlo, ella comenzó a reírse de su propio chiste—. Tranquilo, solo bromeaba… ¿Qué haces por aquí?
—Buscaba el esbozo de historia universal… Es para una tarea —me sentí estúpido por tener que explicarme.
—Creo que lo tengo entre todo esto… —Su risa era tan nerviosa que casi era adorable.
Ella dio unas palmadas a la silla que había a su lado, invitándome a ocupar ese lugar. Luego, comenzó a rebuscar en su fuerte. No le tomó mucho tiempo encontrarlo.
No sé cómo, pero terminamos hablando de libros cuando no estábamos sumergidos en nuestras tareas. Miré los títulos de su fuerte; terror, romance, divulgación científica… ella parecía ser del tipo que leyera cualquier cosa que llegara a sus manos.
La mitad del tiempo lo pasé contemplando sus uñas rojas, las cuales combinaban muy bien con su cabello… Ambos eran un desastre.