LAURA
Soy Laura García, una chica de 16 que ha vivido toda su vida en Galicia, pero eso va a cambiar.
Estoy en el aeropuerto de mi querida ciudad, mi querido hogar que voy a tener que dejar junto a todos mis amigos.
Hoy nos mudamos a Barcelona porque a mi madre le ofrecieron un puesto como neuróloga en el Clínic de Barcelona, uno de los mejores hospitales de España.
Estamos subidas al avión, solo ella y yo, como casi siempre; debido a que mi padre nos abandonó cuando tenía solo tres años, ya que tenía otra familia a espaldas de mi madre; pero estoy bien, hace años que lo superé. Es verdad que de pequeña no entendía porque mis amigos tenían un papá y yo no, pero eso fue cambiando con los años cuando me enteré de porque no tenía un padre.
Mi madre es una de las mejores personas que he conocido nunca, aunque trabaja tanto que a veces parece que no tiene una hija. Es muy guapa, y no lo digo porque sea la mujer que me trajo al mundo. Es una mujer de un metro setenta, delgada y esbelta; su cabello es liso y castaño, sus ojos son grandes y de color miel, su nariz es pequeña y tiene unos labios grandes y carnosos. Tan solo tiene 38 años ya que me tuvo muy joven, pero eso no le detuvo para convertirse en una de las mejores doctoras de nuestro país.
Yo soy igual que ella, pero soy más bajita y tengo el mismo color de cabello y los mismos ojos azules que mi padre, o eso dice ella ya que yo no le recuerdo.
-Lau, cariño- me llama mi madre- ¿estás bien?
-Sí mamá, no te preocupes- le respondo con una gran sonrisa.
En verdad estoy triste por dejar mi vida atrás, pero mi madre se merece todo y sé que ella está muy feliz con su nuevo puesto, así que no soy quién para negarle ser feliz.
También estoy un poco preocupada porque voy a empezar bachiller en una ciudad nueva, que por muy bien que se me dé el catalán ya que mi madre es catalana y siempre lo hablamos en casa, no quita que nunca he estudiado en ese idioma, y bachiller es importante para mi futuro ya que quiero ser cirujana como mi madre. Y sí a todo esto le sumas que estoy dejando atrás a todos mis amigos pues es aún peor.
-Mi niña, no te preocupes que todo saldrá bien- me dice.
-Eso espero- contesto apoyando mi cabeza en su hombro y me quedo dormida.
Ya hemos llegado y bajado del avión, y vamos a coger el coche de mi madre que lo trajo la semana pasada cuando vino a traer cosas de la mudanza y le pidió a su amigo Jordi que lo trajera hoy para poder llegar a nuestra casa.
-¡Jordi!- grito emocionada de verlo.
Jordi es como mi tío para mí, es el mejor amigo de mi madre y lo vemos de vez en cuando. Pero ahora que nos hemos mudado lo veremos más a menudo.
-Lau, cuanto tiempo- me contesta abrazándome.
Hacía que nos veíamos por lo menos medio año.
-¿Y no me dices nada a mí?- dice mi madre y un tono de bebe.
-Claro que sí- le contesta abrazándola y alzándola.
Después de la ronda de cariño caminamos hasta el coche y nos dirigimos a nuestra nueva casa. Después de media hora llegamos, es una casa grande pero no demasiado; es muy moderna y tiene un gran jardín con una piscina. Parece que seamos ricas, pero no, solo es que mi madre es muy buen tiene un buen sueldo y como casi nunca lo gasta en caprichos pues nos podemos permitir una casa así.
Jordi se va a quedar a cenar en casa para celebrar la bienvenida y el fin del verano.
Cenamos rodeados de algunas cajas que aún no hemos desecho.
-Adiós chicas- nos dice Jordi saliendo por la puerta.
-Adiós- le contestamos al unísono.
-Mamá, ¿sabes cuándo llegará mi moto?- le pregunto mientras volvemos a la concina.
-Tendría que llegar mañana.
-Vale, me voy a subir a la habitación a acabar de vaciar algunas cajas.
Le doy un beso en la mejilla y subo las escaleras. Llego al que será mi nuevo cuarto, es un poco más pequeño que el que tenía en Galicia, pero es porque tengo un vestidor y una terraza que da al jardín de atrás; pero es precioso.
Está pintada en blanco y gris, con todos los muebles blancos y color madera clarita como el color del parquet; en la pared de la izquierda está el cabecero de madera de con el mapa del mundo de la cama de dos metros, y hacía la esquina hay una puerta que da al vestidor. En la pared de la derecha hay un amplio escritorio y al lado estanterías para decorar el cuarto, y en la esquina hay una puerta que da al baño.
Miro una caja que tengo a mitad y veo que está llena de mis trofeos y medallas que conseguimos mi equipo de vóleibol, las voy a echar mucho de menos. Cierro esa caja y la guardo en un hueco de mi vestidor, que es todo blanco y tiene un espejo de cuerpo entero y unos sillones para poderte sentar.
Abro otra caja y veo que son mis zapatos y zapatillas, las saco y las coloco en una estantería del vestidor junto con las deportivas que ya había colocado. Abro la otra y veo que son mis libros, los coloco en la estantería encima de mi escritorio; algunos están un poco estropeado de las veces que los he leído, por ejemplo “Amor y prejuicio” o “Cumbre borrascosas”, los coloco y decido meterme en la cama, ha sido un día largo.
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Son las diez de la mañana, así que decido levantarme. Antes de bajar a desayunar me meto en la ducha, que por cierto es enorme y una de las paredes es un ventanal tintado desde el que yo puedo ver el jardín, pero si hay alguien en el jardín no me puede ver. Salgo de la cucha, me envuelvo en un toalla y me lavo los dietes, es un manía, siempre que me ducho me he de lavar los dientes; me pongo un pantalón corto de chándal y una camiseta de tirantes, me peino y bajo a desayunar.
Al entrar en la cocina veo a mi madre haciendo tortitas.
-¿Sabes cuánto te quiero?- digo acercándome para darle un beso.
-JAJAJAJAJA, no sé cómo te pueden gustar tanto las tortitas- me responde divertida y yo solo me encojo de hombros.