La princesa del país perdido

Capítulo 6: Camavelia parte 1

Surcabamos los cielos dentro de un pequeño bote de madera, allá lejos de todos, donde el tiempo no existe. El me sugirió que me sostuviera con fuerza para que yo no cayera por alguna de esas tierras desconocidas que teníamos bajo nosotros.

Aquellos paisajes siempre estaban con una puesta de sol eterna, y habían huellas de que alguna vez en este plano existió una civilización inteligente. Pues quedaron sus construcciones arcaicas de templos, puentes, torres y colosales monumentos de serpientes que pretendían querer alcanzar las nubes. Curiosamente ninguna de estas estatuas tenían su cabeza, era como si algo o alguien las hubiera destruido al propósito hace mucho tiempo.

Más adelante pasamos sobre una gran necrópolis en ruinas, tal vez perteneciente a los antiguos habitantes que construyeron lo anterior visto, pero que ahora todo estaba invadido por enormes insectos de los cuales no podía identificar.

Fue desde este punto que la sensación me era distinta, me sentía triste. Tal vez por pasar entre tanta muerte provocaba ese sentimiento en mí. Tantas "personas" que en su momento tuvieron sueños, pasiones, tristeza o hasta incluso amor. ¿Dónde están sus almas ahora?

Lo fugaz y frágil que era la vida me hacía recordar a Henry y sus desesperados intentos por querer cambiar su inevitable destino como mortal.

Bram me elevó más arriba hasta lograr estar por encima de las nubes, donde aquí a diferencia de abajo siempre era de día. Pude ver un montón de ciudades flotantes que nunca antes había contemplado; perteneciente a seres no humanos que vivían sobre las nubes. Seguimos avanzando más alto hasta llegar a la mítica biblioteca de los registros akashicos.

En este lugar tanto adentro como afuera era vigilada por unos entes que se manifestaban de distintas formas, según la persona que los viera

En este lugar tanto adentro como afuera era vigilada por unos entes que se manifestaban de distintas formas, según la persona que los viera. Para Bram ellos eran como ángeles con seis pares de alas y múltiples ojos en cada una de estas. Para mis estos se veían como soldados cascanueces muy altos, que deambulaban marchando por cualquier lado.

La biblioteca era mucho más grande al interior, como si fuera otra dimensión aparte, y sus pasillos eran cambiantes cada cierto tiempo. Siento que sin la guía de Bram yo me hubiera perdido, y ya no me era de extrañar que Henry se hubiera desviado antes en su búsqueda por este mismo motivo.

Aquí se guardaba todo el conocimiento que cada alma tuvo en vida, desde lo más simple hasta lo más extraño. Parecía ser infinita y Bram había planteado la posibilidad de que aquí también se guardaban historias y saberes de otros mundos más allá del nuestro.

Algo que noté en mi acompañante es que por breves momentos el se tocaba el pecho, como si guardara algo muy importante ahí. Su semblante era del alguien triste y melancólico cada vez que lo hacía. Entonces me adelanté un par de pasos para ver que era eso que lo ponía así, pudiendo contemplar por unos breves instantes un collar con un bonito cascabel dorado antes que se percatara y lo escondiera de mi vista.

Luego al fin cuando llegamos a dar con la información de Camavelia, la cuál estaba guardada en un orbe. Bram me dijo que seríamos como espectadores omniscientes una vez dentro de este recuerdo. Así que ambos tocamos ese orbe a la vez, y se liberó una cegadora luz que nos envolvió para dar inicio a esta curiosa, pero trágica historia.

Así que ambos tocamos ese orbe a la vez, y se liberó una cegadora luz que nos envolvió para dar inicio a esta curiosa, pero trágica historia


En la lejana isla de Venrumia las leyes de la naturaleza de este mundo eran diferentes, para permitir el paso de la magia. Lo que hizo posible la coexistencia entre los mortales con los seres elementales, como: los duendes, los silfos, las ninfas, las salamandras de fuego, etc.

Aquí también existían muchos pueblos y mercados, además de bosques y grandes templos dedicados a diversos dioses. Entre ellos uno llamado Tinia; el dios del rayo y líder supremo de su panteón.

Pero en la zona norte de Venrumia se hallaba una civilización que se alzaba por encima de las otras, por su grandes avances científicos y un enorme poder militar. Está ciudad era el reino de Camavelia, un lugar cercado por muros muy altos y con solo dos salidas en los lados este y oeste.

Por dentro, este lugar tenía edificios y casas relucientes, anchas calles, torres de vigilancia, academias de magia, bibliotecas, estatuas de oro y puentes que conectaban con varias zonas del reino.

En medio de la ciudad se alzaba una colina donde yacía el imponente y brillante castillo blanco y dorado de los monarcas de Camavelia, del cuál se decía que fue construido con un material que había caído desde las estrellas. Allá donde estaban las más profundas regiones estelares, donde los telescopios no alcanzan a observar.

Ellos llamaban a ese mineral como Yottinrëll, y lo llegaban a considerar como algo divino.

En Camavelia había mayor presencia humana que en cualquier lugar de Venrumia. Sin embargo, no eran los líderes de esta pues la especie dominante aquí fueron los gigantes. Seres de entre 3.10 a 3.25 metros de altura y que adoraban a una deidad muy diferente y ajena al resto de la isla. Ellos lo conocían como Abraxasel dios de la magia.




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