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Daniela y sus papás reposaban en su habitación, luego de la comida.
— Nunca había visto a alguien tan emocionado por un pastel de cumpleaños y un regalo. — Dijo la niña pensativa.
— Sí, es cierto. — Respondió su papá con una sonrisa. — Hasta el serio de Rashid se veía feliz por él.
— No dejan de darme un poco de tristeza. — Comentó la mamá. — Son gente que tiene dinero, se nota en la ropa que usan y en el hecho que tengan que andar con guardaespaldas. Sin embargo, parece que sus papás no son muy afectuosos, al menos no en los cumpleaños.
— No lo sabemos. — Intervino de nuevo Juan Fernando. — Quizá sí lo celebraron, pero al estar solos en el hotel, quizá se sintió feliz de tener a alguien más con quién compartir además de su familia.
— Zahir me dijo que en su país es una celebración especial. Que ahí se hacen oficialmente hombres adultos a los catorce años. — Comentó Daniela.
— ¿En serio? — Preguntó el papá algo escandalizado. — ¿Qué país es ese?
— No lo sé… — Respondió la niña con el ceño fruncido. — Creo que nunca se lo pregunté.
— ¿Saben? — Dijo la mamá meditando. — Esos dos chicos tienen algo que me resulta familiar… Como si los conociera de antes.
— ¿De dónde los conocerías? — Preguntó el papá con una sonrisa. — Son extranjeros, estoy seguro que jamás los habíamos visto antes.
— No sé… Yo pienso igual que mamá. — Intervino Daniela. — Hay algo en ellos que se me hace conocido, yo también tengo la idea que los he visto antes…
El timbre del teléfono interrumpió la conversación. Todos miraron extrañados al aparato y luego de un instante, el señor se levantó a contestar.
— ¿Diga?
— ¿Señor Juan Fernando Lara?
— Servidor…
— Buenas tardes, soy el papá de Zahir.
— Mucho gusto. Dígame señor, en qué puedo servirle.
— Quiero agradecer las atenciones que tuvieron usted y su familia con mi hijo. Fue una verdadera gentileza de parte de ustedes esa celebración. Algo que hizo a mi muchacho muy feliz y, de alguna manera, quisiéramos retribuírselos. ¿Aceptarían cenar con nosotros esta noche?
— No lo hicimos esperando nada en pago señor, no debe sentirse obligado a nada, créame que lo hicimos con mucho gusto. En el poco tiempo que llevamos conociendo a sus hijos les hemos tomado mucho aprecio.
— Razón de más para que nos honren con su presencia esta noche. Para nosotros será un privilegio poder convivir con ustedes.
— Le agradezco en nombre mío y de mi familia.
— Los esperamos a las ocho, si le parece bien. Estamos en la suite presidencial.
— Ahí estaremos. Gracias por su amabilidad.
Luego de cortar la llamada, se giró a ver a sus mujeres, algo desconcertado, mientras ellas lo observaban sorprendidas.
— Ya escucharon, vamos a cenar con el cumpleañero y su familia. Pónganse guapas porque es en la suite presidencial, así que sospecho que hay que ir vestidos formalmente.
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Eran las ocho en punto cuando Daniela y sus padres salían del ascensor directo al pasillo que conducía a la suite donde la familia de Zahir los esperaba.
Aunque el papá no llevaba traje ni corbata, se había puesto un pantalón y una camisa formal, las mujeres iban con vestidos veraniegos, Estefanía se había maquillado un poco y a Daniela se le había permitido usar un poco de brillo labial.
Al fondo del pasillo, distinguieron dos guardias colocados a cada lado de la puerta.
— Me empieza a intrigar esta familia. — Murmuró el papá.
— A mí también. — Dijo su esposa en el mismo tono.
Al llegar frente a la puerta, uno de los guardias les hizo una sutil reverencia y abrió indicando que pasaran.
Entraron directo a una enorme sala primorosamente decorada, donde los esperaban los jóvenes vestidos de manera similar a Juan Fernando.
— Bienvenidos. — Dijo Rashid formalmente, haciendo una reverencia. — Es un honor que hayan aceptado la invitación de nuestros padres.
— Estamos muy contentos que nos hayan podido acompañar. — Añadió Zahir haciendo también una reverencia, pero disimulando apenas su sonrisa. — Damas, permítanme decir que están preciosas.
— ¡Qué galante! — Exclamó la señora con una gran sonrisa. Daniela sólo sonrió sonrojándose un poco.
— Nuestros padres no tardan en venir. — Comentó Rashid señalando un sofá. — ¿Gustan beber algo?
Un camarero que esperaba discretamente en un rincón de la sala se acercó a escuchar sus pedidos.
Todos tomaron asiento y empezaron a conversar.
— Tanta formalidad me empieza a hacer sentir como que ustedes son mucho más importantes de lo que pensamos y los hemos estado tratando en forma indebida. — Comentó algo preocupado Juan Fernando.
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Editado: 10.12.2021