La princesa sin reino

Capítulo doce

Ariana entro apresurada a la habitación de la princesa Luana, llevaba en su mano un delicado vestido blanco de encaje y un sobrero. Lo único en la mente de la joven doncella es que tenia poco tiempo para que Luana estuviera lista y el rey no era el hombre mas paciente en aquel castillo.

–Buenos días Ariana– saludo Luana con una minúscula sonrisa.

–Buenos días princesa, me alegro que se haya levantado temprano.

Luana no pudo evitar soltar una delicada risa ante el comentario de Ariana y es que a Luana siempre le ha gustado dormir demás, aunque normalmente sus deberes no se lo permitían, ese día había despertado temprano de mera casualidad.

–¿Por qué la premura? – inquirió Luana con curiosidad. –¿acaso hay algún evento o reunión del que no me notificaron?

–Nada de eso princesa– contesto Ariana dejando el vestido extendido sobre la cama de Luana– Acabo de ver a su alteza el rey y pide su presencia en media hora.

–Es muy temprano para reunirme con él– susurro Luana con extrañeza.

Al ver a su doncella tan apurada y nerviosa la joven princesa dejo que Ariana hiciera su trabajo, dejo que la maquillara un poco, le puso una crema para peinar para controlar sus rebeldes rizos y le hizo dos trenzas y las unió en la parte de atrás. Finalmente, Ariana ayudo a colocarse el vestido blanco, de encaje, las mangas eran cortas y le quedaba ajustado en la parte de arriba mientras que en la falda era holgado.

Luana soltó un suspiro lleno de frustración, sus pechos sobresalían gracias a ese vestido, claro además de su figura, pero sus senos la ponían demasiado incomoda.

–Debería llevar sobrero– sugirió Ariana tendiéndole el sobrero café con un listón blanco. – El sol es bastante intenso en esta época del año.

–Preferiría no llevarlo, siento que lo voy a dejar en cualquier lugar– dijo Luana rechazando el accesorio.

–En ese caso la acompaño a su encuentro.

Y así amabas jóvenes caminaron apresuradas. Rápidamente Luana se dio cuenta que nunca había pasado por aquellos pasillos y mucho menos había bajado por las escaleras del servicio.

Launa estuvo a punto de reclamarle a Ariana de la dirección hacia donde la llevaba, pero la protesta se quedo atascada en su garganta porque Jasper ya la esperaba en la puerta trasera del castillo.

–Gracias Ariana– dijo el rey a la joven de cabellos pelirrojos quien solo hizo una pequeña reverencia– Te puedes retirar y tomate el día libre.

–Gracias alteza– dijo la joven y sin mas se fue por donde llego.

Luana repaso a su prometido y es que nunca imagino verlo vestido de esa manera; Jasper llevaba una bermuda color beige, una camisa con líneas verticales color verde y blanca, además traía unos lentes oscuros colgados en su camisa. Se veía muy bien… demasiado pensaba Luana, muy guapo.

–¿terminaste? – pregunto Jasper con una sonrisa de lado.

–¿Qué? – respondió Luana parpadeando y saliendo de su ensoñación.

–¿Has terminado tu escudriño? – inquirió Jasper viendo como poco a poco las mejillas de la princesa se tornaban rosas, al rey le pareció bastante tierna la imagen del sonrojo de su prometida. – Deberíamos irnos.

Ambos salieron del castillo por la puerta del servicio, la cual daba hacia la parte trasera del palacio. El camino estaba libre de guardias gracias a Brandon, por lo que rápidamente salieron de las tierras del rey.

Jasper dirigía la caminata haciendo que Luana caminara a su pasa, en pocas palabras la joven casi iba corriendo intentando nivelar las zancadas del aquel rey con las suyas.

Media hora después el bosque tropical, Jasper la guiaba por caminos estrechos, hasta que finalmente llegaron a su destino.

Ante los ojos de Luana se exponía una pequeña cascada, la cual formaba una laguna de aguas cristalinas, la vegetación cubría la zona. Lo único que se escuchaba era el sonido de algunos animales y el del agua caer.

–Es precioso– susurro Luana acercándose más a la laguna.

–Mis ancestros la llamaron la cascada celestial, sinceramente no se porque el nombrecito. – comento Jasper encogiéndose de hombros.

–Gracias por traerme– dijo Luana acercándose a él.

Los ojos le brillaban de emoción y Jasper por primera vez pudo contemplar una sonrisa sincera por parte de su prometida.

Mientras la joven contemplada absorta el paisaje Jasper aprovecho para extender una fina manta y seguido de eso se dejó caer muy informalmente, se acosto y cruzo sus brazos detrás de su cabeza y es que se encontraba satisfecho de haber tomado la decisión de sacar a Luana se aquel palacio.

Luana se quito los sencillos zapatos que se había puesto ese día, los dejó de lado y se acerco a la laguna lo suficiente para meter sus pies, se estremeció al sentir el agua fría, rio como una pequeña niña y de repente la locura invadió sus sentidos como hace mucho no lo hacía.

Las manos de Luana bajaron hasta el borde de su vestido y comenzó a subirlo lentamente; volteo a ver a Jasper, este tenía los ojos cerrados y una sonrisa en sus labios delgados, se veía muy relajado.

–¡Hey! ¿Qué crees que haces? – Luana se sobresalto al escuchar la voz de Jasper.

No quiso voltear a verlo y decidió no contestar.

–¡Luana ni lo pienses! – volvió a exclamar Jasper esta vez se levanto y lo que vio le sorprendió en demasía.

Y es que su prometido se limitó a encogerse de hombros y sin pensarlo demasiado se adentró en aquella laguna.

–Mierda– susurro Jasper viendo el cuerpo de su prometida caminar por la laguna.

Luana nadaba despreocupada, ignoraba fervientemente la mirada castaña de su prometido sobre ella y solo seguía disfrutando de aquel maravilloso día. El caso del rey de Roznok era muy distinto, veía a la chica flotar, su largo cabello extendido, sus pechos sobresaliendo del agua cristalina, su rostro lleno de tranquilidad.

No podía negar que su prometida era hermosa, no era la mujer perfecta y mucho menos contaba con el cuerpo esperado, pero había algo en ella que simplemente no podía dejar de apreciarla.




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