La princesa sin reino

Capítulo treinta y siete: Risas y golpes

Luana sonrió ante el comentario de Aron y por un momento creyó estar en Aldruan, aunque claro los ojos negros de su esposo impedían que imaginara tal cosa; claramente Jasper estaba incomodo de tener el palacio lleno de visitantes y peor aun cuando la siguiente noche tendrían un baile.

–Te apuesto lo que sea– apostó Alexander con entereza.

–No juegues conmigo, niño– bufó Aron señalándolo con un dedo y sin poder creer que su pequeño cuñado, su casi hermano, brincara por tejados.

–Yo si estoy interesado en apostar – mencionó John y después bebió de su copa de vino. – Quisiera ver que tanto puedes escalar este palacio.

Briseida observó a su esposo con ganas de darle un fuerte golpe en su bello y siniestro rostro. Si algo le gustaba a su hermano Alexander era un buen reto y a John le encantaba retar a las personas, una muy mala combinación.

–Ni siquiera lo pienses, Alexander– imperó Briseida mirando con severidad al susodicho.

–Por los cinco, Bri. He escalado por toda la ciudad– dijo Alexander con tranquilidad como si escalar paredes y brincar de tejado en tejado fuera de los más normal.

–No creo que sea buena idea, Alex– intervino Luana con tono tranquilo, ese que normalmente una mujer usa para manipular personas a su antojo. –Al menos no con tu problema.

–Al fin alguien que dice algo razonable– dice la abuela Alice. – Niño no puedes ir por la vida queriendo ser delincuente con ese problema.

Alexander se removió incomodo y no quiso agregar nada, su problema de salud era una de sus mayores inseguridades y de las principales razones por las que se negaba a ser el rey de Aldruan.

–¿Qué problema? –inquirió John.

El comedor se quedó en silencio mientras que los hermanos Radcliffe intercambiaban miradas.

–Puedes decirlo Bri– dijo finalmente Alex.

–Alex tiene la “enfermedad de los reyes” – dice Briseida hacia su esposo quien solo enarca las cejas ante tal noticia tan desafortunada–así que nadie lo rete a esas cosas.

–Hace años que no tengo problemas– dice Alexander.

–Y no queremos que ocurra de nuevo– afirma Bri– fin la de discusión.

Luana niega y toma de su copa de agua, aquella noche prefirió no tomar vino ¿el por qué? Simplemente no le apetecía.

–¿Qué se siente ser el único heredero de Aldruan y ser una decepción? – pregunta John hacia Alexander.

–De la mierda. – dice Alexander sonriendo– Imagínate ser el único hombre, tener cuatro hermanas, ser el heredero y nacer enfermo.

John sonrió de lado y asintió completamente de acuerdo con lo que decía el chico, tenían cosas en común y aquello le gustaba.

–Me paso algo similar, aunque solo tuve una hermana.

–¿Qué paso con ella? – inquirió Alexander lleno de curiosidad.

–Pregúntale a tu hermana– dijo John. –Briseida es una curandera de temer.

El cuerpo de Jasper se tensó completamente ante el comentario “inocente” de John, definitivamente sus sospechas no eran del todo erradas.

–Tenía fama en Aldruan– aseguro Aron riéndose.

–Todos tenemos cola que nos pisen, Aron– dijo Briseida con seriedad– no te conviene meterte conmigo.

–Disculpa cuñada, no quisiera morir envenenado. – sonrió Aron una vez más–¿Cuál era tu apodo? Ah ya recordé “La víbora de la corte” supongo que no eran por tus característicos ojos ¿o sí?

La tez normalmente pálida de Briseida se tornó de color rojo, sus labios se fruncieron y por poco le aventó su copa al que se hacía llamar su cuñado. Briseida odiaba aquel sobrenombre que en la corte le habían puesto y pareciera que la iba a perseguir siempre.

–Mejor víbora a un perro en las faldas de mi hermana– dijo Briseida con una sonrisa dulce, Aron rodó los ojos y le tomo a su copa de vino, al parecer la rubia le había ganado– ¿podemos recordar el apodo de Luana?

–No empieces, Briseida– dijo Luana mirando a su hermana.

–deberíamos aprovechar que el malnacido está huyendo de mi– dijo Briseida sonriéndole a Alexander.

Resulta y resalta que el famoso y hermoso príncipe de Erikrea andaba huyendo continuamente de la hermana de Luana, lo cual tenía muy decepcionada a Briseida porque desde que había llegado al palacio traía ganas de darle un buen golpe, cosa que el príncipe en cuestión ya esperaba y prefería no topase con la rubia.

–Bri…

Mi rosa– dice Alexander después de lanzar una carcajada– Un apodo común y corriente, se pudo haber inventado algo mejor.

–Basta– dijo Luana con los dientes apretados.

–Mi rosa te prometo que nos iremos juntos– dijo Briseida imitando una voz de hombre, la cual no le había salido bien.

–Viviremos felices para siempre en nuestro castillo de cristal–le siguió Alexander sin tomar en cuenta la mirada furiosa del rey de Roznok– Oh mírenme tengo el cabello platinado y lleno de trenzas.

–y mi rosa me peina todos los días– dice Briseida y en tanto Luana niega con la cabeza evitando mirar a su esposo– Oh mi rosa, te prometo la luna, el sol y las estrellas.




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