Zenir observó a Dana con el rostro impasible. El hecho de que ella sostuviera su puñal contra el cuello de él no parecía perturbarlo en absoluto. Cada uno sostenía una mirada de hielo contra el otro. Vi cómo se tensaba el brazo que sostenía el puñal mientras esperaba la respuesta de él, y supe que estaba a un tris de degollarlo.
—Las noticias corren como el agua de una cascada, salpicando todos los alrededores. Dudo que los propios Antiguos en la lejana isla no se hayan enterado ya del Concilio— dijo él sin emoción—. ¿Crees que el que comanda los portales no sabe que un portal fue abierto? ¿Crees que ignoran que Lug ya está en el Círculo? No, ellos saben perfectamente que su némesis ha llegado, y por lo tanto, solo hay que sumar uno más uno para descubrir que Nuada y su gente comenzarán a movilizarse. Un concilio de guerra es la consecuencia natural. Es por eso que deben andar con mucho cuidado, porque a partir de ahora, los Antiguos no descansarán hasta atrapar a Lug y destruirlo antes de que se cumpla la profecía.
—¿Y cómo sé que no eres uno de esos malditos, tratando de engañarnos?— preguntó ella casi en un gruñido con los dientes apretados.
—Si quisiera matar a Lug, podría haberlo hecho unas veinte veces desde que llegó a mí. Si quisiera engañarlos, no habría sido tan estúpido como para mencionar el Concilio. Además, ¿no son Kelor y Luar prueba suficiente?
Ante la última frase, Dana aflojó el cuchillo del cuello de Zenir, pero lo mantuvo cerca. Todo su cuerpo seguía en estado de alerta, inclinado sobre la mecedora donde Zenir había estado fumando. Zenir todavía sostenía la pipa en su mano crispada.
—¿Qué quiere decir que Kelor y Luar son prueba suficiente?— pregunté.
Dana respiró profundo, intentando calmar la sangre que le bullía, y guardó lentamente su puñal en la bota, enderezándose y volviéndose hacia mí:
—Kelor y Luar son criaturas de luz pura. Nunca dejarían que alguien que ha pactado con la oscuridad los tocara o se relacionara con ellos de la manera en que lo ha hecho él— me dijo.
Zenir aspiró su pipa y retornó a su humor normal como si nada hubiera pasado.
—Tienes suerte— me dijo, apuntando con su pipa hacia mí—. Ya quisiera yo tener como protección a la mujer más bella, inteligente y mortífera de todo el Círculo.
Sonreí, mirando de reojo a Dana, pero ella seguía seria:
—¿Quién eres?— le preguntó ella, escrutándolo con los ojos entrecerrados.
—Soy un viejo amigo de tu padre, de antes de que tú nacieras. Hemos permanecido apartados por muchos años, por el bien de ambos, pero yo me he mantenido al tanto de todo lo que respecta a su clan.
—¿Por qué han tenido que estar apartados?— pregunté.
—Los Antiguos me tenían vigilado muy de cerca. Cualquier contacto con Nuada habría puesto en peligro a toda su familia. No podía permitirlo.
—¿Es por eso que vives solo aquí en el bosque?
Él asintió, dando otra pitada a su pipa:
—Es el precio que he tenido que pagar por haber logrado escapar de los Antiguos.
—Lo siento— dijo Dana.
—Oh, no es tan malo. Tengo a Kelor y a Luar, que son grandes amigos para mí, y el bosque de los Sueños es un lugar magnífico para vivir. Y lo mejor de todo es que los Antiguos me han perdido el rastro por completo. Piensan que estoy muerto.
—Tal vez si puedo ayudar a derrotar a los Antiguos, puedas reencontrarte con tus seres queridos— le dije.
—Gracias, Lug. No dudo que así será.
Luego se volvió hacia Dana.
—¿Cuándo partirán?— preguntó, deteniendo el balanceo de la mecedora y dejando la pipa a un lado.
—Al amanecer— contestó ella.
—Para entonces, Kelor estará como nuevo, y junto con Luar, podrán llevarlos hasta el final del bosque y cruzando las sierras. De ese modo, podrán ir más rápido y correrán menos riesgos. Pero hay una pequeña condición...
—¿Cuál?— fue la pregunta obvia.
—Cuando estén cerca de Polaros, deberán abandonar a los unicornios para que vuelvan al lugar donde pertenecen: el bosque de los Sueños.
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Editado: 24.03.2018