Cuando comencé a volver en mí, lo primero que sentí fue un zumbido en los oídos, que luego se transformó en un lejano y suave ronroneo. Abrí los ojos y solo vi una niebla gris verdosa que ondulaba lentamente sobre mi cabeza. Pasados unos momentos, el ronroneo se convirtió en el sonido claro y fresco del agua corriendo mansamente, y la niebla tomó la forma de hojas de sauces que se inclinaban para lamer el agua fresca. Todavía no podía moverme, pero pude sentir que estaba mojado de los pies a la cabeza. El rostro de Dana entró en mi visual.
—Mastica esto y trágalo— dijo Dana, poniéndome algo en la boca.
Hice una mueca ante el sabor amargo.
—¿Te sientes bien?— murmuró ella, tocándome la frente.
Cerré los ojos fuertemente y los volví a abrir, tratando de enfocar mejor sus facciones que se movían borrosas ante mí. Me sentí desmayar otra vez. Por mi mente pasaron diversas imágenes del pasado... de pronto me pareció reconocer aquella pregunta... sí, estaba a salvo en Kalaab...
—¿Gwyddion?— dije—. Creo que estoy bien, solo un poco mareado.
—Tranquilo— dijo Gwyddion—. Escucha con atención: no soy Gwyddion... yo...
—¿Algericock? Te confundí con Gwyddion... creo que no me siento muy bien.
—Descansa, no hables más— dijo Algericock.
—Gran tormenta...— quise explicar— Cúpula...— sentía el cerebro adormilado.
—Shshshsh— dijo Al—, no te esfuerces, no hables. Tienes mucha fiebre.
—Walter, no hablaré más de los libros, lo juro, lo juro, lo juro...
—Tranquilízate, todo está bien.
Cerré los ojos y volví a abrirlos, tratando de ver en la maldita niebla de la Cúpula. Al principio solo una mancha, pero luego vi claramente un rostro sobre mí:
—¿Walter? Walter, tuve un sueño horrible: había una tormenta, y yo... yo...— quería explicarle... pero me costaba mucho hablar.
Sentí algo fresco en la frente y me sentí mejor, más despejado. El rostro que se desenfocaba de a ratos se presentó con más nitidez.
—Dana— murmuré, al reconocerla de pronto.
—Al fin— murmuró ella suspirando—. Creí que nunca regresarías.
—¿Regresar?
—Has estado inconsciente por horas, y luego, delirando todo el tiempo.
—¿Qué fue lo que me dio ese maldito?
—Veneno de alguna clase. Parece que era muy fuerte, la fiebre te subió mucho... Te di unas hierbas que me dio Zenir y vigilé tu respiración y tu corazón todo el tiempo, pero temía que murieras. Te arrastré al arroyo y te sumergí para tratar de bajar la fiebre. Cuando comenzaste a delirar... tuve tanto miedo de que te hubiera dañado el cerebro... Creo que si hubieras tomado el otro vaso, ya habrías abandonado este mundo. ¿No notaste en su mente que estaba mintiendo?
—No, no noté nada anormal. Parecía una buena persona... ¿Cómo pudiste saber que algo estaba mal?
—Al principio me pareció sospechosa aquella historia de Estia. Estia ha sido un pueblo muerto desde hace décadas, pero dentro de todo, podía ser que hubiera abandonado Estia antes de la Gran Catástrofe. La confirmación de que aquel hombre no era quien decía ser, me llegó cuando tendió su mano para alcanzar tu vaso vacío, porque en ese momento pude ver lo que había temido: una pulsera de oro con una perla engarzada: el Anguinen, la Perla de la Vida.
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Editado: 24.03.2018