A lo lejos podía verse el castillo. De un lado, el verde azulado del césped se teñía de blanco; del otro, la laguna estaba comenzando a cristalizarse por las bajas temperaturas. Era hermoso, como todo Hogwarts, lleno de encanto y magia.
Tirité, castañeaba mis dientes con fuerza. Severus negó con la cabeza, poniendo los ojos en blanco. Se sentó en el suelo y extendió sus brazos.
- No haga que me arrepienta, señorita Roses…
- Nela…- protesté sentándome a su lado.
Severus me atrajo hacia él, cerré los ojos disfrutando del momento. No sabía cuánto podría durar la paz y el calor que sentía a su lado.
- Gruñona…- me susurró en el oído.
Me di vuelta para verlo a los ojos, sus labios estaban curvados en una sonrisa leve, ligera pero hermosa.
- Johan me dice lo mismo…- negué con la cabeza.- Aunque usted caballero, logra superarme.
Frunció el entrecejo, me reí y lo abracé con delicadeza. Esta vez no se sobresaltó, ni el horror cruzó por su rostro.
- ¿Ya está recuperada como para enfrentarme? ¡Vaya que no pierde el tiempo! Cierre los ojos, como recién…
- ¿Cómo supo que...?
- Nela, cierra los ojos.
Obedecí. Sentía como él extendía mi mano, con la palma para arriba. Acarició su centro, algo congelado aleteaba en ella. El corazón, ansioso compañero de mi vida, me latía con fuerza, rápido.
- Ábrelos…
Volví a obedecer y me maravillé. Una mariposa de hielo, brillaba con los rayos débiles del sol mientras movía sus alas.
- ¡Es hermosa! - volví mi rostro hacia él- Eres hermoso…- susurré mientras la mariposa sobrevolaba nuestras cabezas.
Severus se tensó, respiraba con dificultad. Me miró con dolorosa expresión, como si mis palabras hubieran sido dagas clavadas más que caricias. Movió su mano, alejándola de mi hombro, mientras cubría uno de los costados de su capa.
Sin decir nada, tomé su mano. Esa, que había escondido y comprobé que su capa negra, esa que me abrigaba en aquellos momentos, estaba rasgada.
Conjuré un simple hechizo de reparación. Severus me miraba con el temor reflejado en su rostro.
- Ni lo menciones…
Coloqué su mano en mi hombro, como estaba. Apoyé mi cabeza en su hombro y sin mirarlo, dije con franqueza:
- Un viejo maestro mío me dejó claro una vez que “no es la capa la que hace al mago”. Estuviste día y noche sosteniéndome la mano, sin conocerme, sólo con tu sentir hacia mí. Te brindaste como nadie lo ha hecho. – lo miré a los ojos. – Eres un gran mago, Severus Snape.
Se acercó los pocos milímetros que nos separaban; con inusitada pasión nos besamos. Pasé mis brazos por su cuello. Snape me sujetó de la cintura y, lentamente, me recostó sobre el césped. Extendió sus brazos para cubrirnos con su capa, semejante a dos alas negras, sin separar sus labios de los míos.
Se alejó unos milímetros, para decir:
- ¿Por qué tardaste tanto en llegar? – me besó- Si supieras todo lo que te esperé…
Acaricié su pecho por encima de la ropa, y estanqué mi mano en dónde latía su corazón, siempre mirándolo a los ojos.
- No estarás solo, ya no más- lo besé.
Dejó caer el peso de su cuerpo en el mío, había valido la pena volver de la muerte, después de todo.
El sol ya se alejaba cuando nos encontró contemplándolo. Cientos de mariposas de hielo nos acompañaban revoleteando por todos lados. Caminábamos cerca de la orilla de la laguna, cuando se detuvo a ver el horizonte. Las torres brillaban como si estuvieran hechas de oro.
- Nunca había visto lo hermosa que era una puesta de sol… - Deslicé mi brazo por su cintura mientras apoyaba mi cabeza en su pecho. – Es una pena que debamos volver al castillo.
- Me imagino que esta vez iremos caminando- sugerí. Me miró.
- De hecho, pensaba en otro método…- Me abrazó. Otra vez, nos transportábamos. ¿Cuándo iba a adaptarme a ese conjuro?
El pasillo que nos conducía a nuestras habitaciones nos encontró, solitario. Severus Snape me arrinconó contra la pared, lo tomé de la capa, y lo atraje hacia mí. Respirábamos agitados, mirándonos. Me acarició la mejilla derecha, me mordí el labio inferior. Me besó, con la misma intensidad con la que entraba en un salón, con la misma calma con la que hablaba, con la misma magia que conjuraba.