La Profecía Rota - Libro 3 de la Saga De Lug

SEGUNDA PARTE: El Fugitivo - CAPÍTULO 24

Tratando de evitar el riesgo de alimentar más aquella locura, Calpar decidió cambiar de tema.

—¿Cómo está Tarma?— le preguntó de forma casual. Tal vez hablar de asuntos más triviales aliviaría la tensión.

El rostro de Eltsen se ensombreció ante la pregunta.

—Tarma me dejó— dijo con un hilo de voz.

—¡¿Qué?!

Eltsen había conocido a Tarma en su camino de regreso desde el Concilio de Medionemeton, hacía diez años. Lug había insistido en que Eltsen fuera acompañado y protegido por una escolta armada que lo mantuviera a salvo hasta llegar a su hogar. Esa precaución no había sido equivocada ya que la escolta defendió a Eltsen contra ataques del enemigo durante el viaje e incluso ayudó a su causa cuando Eltsen se encontró con su padre asesinado y el poder usurpado por Guilder al llegar a Faberland. Pero la escolta no estaba formada por faberlandianos. A diferencia de los demás delegados que habían asistido al Concilio, Eltsen no había ido con una delegación de apoyo, Eltsen había atravesado todo el Círculo hasta el bosque de Medionemeton, solo. Siguiendo las órdenes de Lug, Nuada había asignado una partida de su propia gente, los Tuatha de Danann, para que acompañaran y protegieran a Eltsen. Tarma iba al mando de esa partida. Tarma era una mujer guerrera, inteligente y valiente, pero de naturaleza obstinada y belicosa. Pero Tarma sobresalía sobre todo por su nobleza de corazón. Para Eltsen, aquella mujer había pasado de ser irritantemente terca, a tolerablemente argumentativa, terminando en cautivadoramente rebelde. Algo en el carácter extraño y reservado de Eltsen había encendido también una llama en el corazón de Tarma. En la experiencia de la convivencia durante aquel viaje, Tarma y Elsten habían logrado finalmente sintonizar sus almas y se habían enamorado.

—¿Qué pasó?— preguntó Calpar, sorprendido.

—Tuvimos un desacuerdo— explicó Eltsen con el rostro serio.

—Eltsen, tú y Tarma tenían cien desacuerdos por día, y eso nunca pareció afectar su relación.

—Esto fue diferente.

—¿Por qué?

—Tarma me dio a elegir entre Malcolm y ella.

—¿Y tú elegiste a Malcolm?— preguntó Calpar. No podía creer que Eltsen hubiera dejado ir a Tarma por un asunto tan trivial.

—Por supuesto, Calpar. Malcolm es mi único amigo en Faberland, es mi consejero, es el que me salvó la vida. No podía darle la espalda. Tarma no tenía derecho a pedirme eso. Ella no podía aceptar que yo tuviera un amigo como Malcolm a mi lado. Tuve que pedirle que se fuera.

—¿Dónde está ella ahora?

—No lo sé— se encogió de hombros Eltsen.

—¿No temes por ella? ¿No te preocupa que pueda pasarle algo? Eltsen, creí que amabas a esa mujer como a tu vida.

Eltsen tragó saliva y se mantuvo en silencio con los labios apretados.

—Eltsen...

—¡Tengo demasiados problemas para ocuparme de ella ahora!— explotó Eltsen—. ¡Yo soy el que está en peligro! ¡Y ella me abandonó a mi suerte!

—No, tú la obligaste a irse— lo corrigió Calpar con tono severo.

—Ten cuidado, Calpar— le advirtió Eltsen con un dedo en alto—. Ten cuidado de no ponerte también del lado de mis enemigos.

 La amenaza en los ojos de Eltsen hizo mantener en silencio a Calpar. Éste no era el mismo Eltsen que Calpar había conocido en el Concilio. Este Eltsen paranoico no podría ayudarlo a luchar contra la Nueva Religión. Este Eltsen no podía siquiera ayudarse a sí mismo. Calpar sospechaba que Tarma había intentado ayudarlo, y que él la había echado de Faberland. No se necesitaba ser un genio para darse cuenta de que la transformación de Eltsen estaba conectada con el misterioso Malcolm. Calpar quería ayudar a Eltsen, pero necesitaba saber más sobre lo que le estaba pasando y tenía la impresión de que no obtendría nada claro del enajenado Guardián de Faberland. Necesitaba una fuente más confiable. Necesitaba hablar con Pol.

Pol solía ser un guía de niños que trabajaba ayudando a niños a aprender a utilizar el sistema de cintas transportadoras de la Cúpula. Pol los había ayudado a encontrar a Orfelec la primera vez que la compañía había pisado Faberland. Se habían encontrado desorientados y totalmente perdidos ante la extraña magnificencia de la vida en la Cúpula de Faberland, y Pol los había guiado y ayudado. Más tarde, cuando Lug fue acusado del asesinato de Orfelec, Pol lo ayudó a escapar, y luego regresó por Calpar, Dana y los demás para sacarlos también de la ciudad antes de que fueran apresados como cómplices. Cuando Eltsen regresó a reclamar su puesto de Guardián y arrestar a Guilder por traición y asesinato, Pol fue un valioso aliado, dando información sobre el usurpador y manteniendo a salvo a Eltsen y su escolta extranjera.




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