Ana guardó el puñal entre su vestido y se cubrió con las pieles, al tiempo que uno de los soldados de Aros se acercaba con unos cuencos humeantes.
—Esto huele bien— comentó Colib, contento.
El soldado les dio un cuenco de humeante guisado a cada uno.
—Que lo disfruten.
—Gracias— respondió Lug.
El soldado asintió y se retiró a seguir ayudando a organizar la cena.
—Entonces... ¿va a contarnos lo que pasó esta mañana?— dijo Ana de pronto.
Lug se atragantó con un poco de guisado.
—¡Ana!— le reprochó Colib.
—Está bien, Colib— tosió Lug—. Creo que le debo a Ana una disculpa y una explicación de lo que pasó. Lamento haberlos tratado mal, pero lo que me pasó me perturbó mucho y...
—¿Qué fue?— lo urgió Ana.
—¡Ana!— la amonestó nuevamente Colib.
—Creo que he de cambiar tu título de Lady Ana, la Valiente a Lady Ana, la Impaciente— gruñó Lug medio en broma, medio en serio.
—No me gustan los rodeos— protestó Ana.
—Ya veo.
—¿Entonces, qué pasó?— insistió ella.
—Escuché su voz— dijo Lug al fin.
—¿La voz de quién?
—Dana.
—No entiendo.
—Yo tampoco— suspiró Lug—. Tampoco es la primera vez.
—¿Cómo?
—Cuando me drogaste, antes de mi ejecución en Cryma, cuando estaban a punto de ahorcarme, tuve una visión de ella, una visión sin sonido. La vi entre la multitud, extendiendo su mano hacia mí, llamándome. Entre el pánico, la angustia y las drogas que me embotaban el cerebro, no era impensable una experiencia como esa. Me di cuenta de que solo era un producto de mi mente fuera de sí. Después de eso, he tenido varias veces la sensación de que escucho su voz, llamándome. A veces sucede cuando estoy durmiendo, soñando. Creo que también pasó cuando estuve inconsciente después del ataque de Math. Pero esta mañana sucedió cuando estaba despierto y lúcido. Me asusté, pensé que estaba perdiendo la razón.
—¿Cree que sea un efecto de las drogas que Ana le dio?— preguntó Colib, preocupado.
Las miradas de Lug y de Colib se volvieron hacia Ana, pero Ana se encogió de hombros sin contestar.
Los tres se mantuvieron en silencio por un largo momento, mirando el fuego, comiendo el guisado sin hablar, pensando.
—No creo que sea la droga— dijo Ana al fin.
—Entonces, ¿qué?— inquirió Colib.
—Tal vez...— comenzó Ana, pero no se atrevió a exponer su teoría.
Lug y Colib la miraron expectantes, esperando a que continuara.
—¿Qué piensas?— preguntó Lug suavemente.
—Nada, una tontería sin sentido— negó Ana con la cabeza.
—Ana... dímelo.
—No es nada— insistió ella.
—Piensas que estoy perdiendo la razón, ¿no es así?— le preguntó Lug con tono preocupado.
—No, no es eso— negó ella, vehemente—. Nunca.
—¿Entonces?
Ana suspiró y finalmente se decidió a explicar su idea:
—Usted fue tocado por Math. Usted dijo que cuando lo tocó, se metió en su mente, le hizo creer cosas que no eran ciertas, lo puso bajo su poder. ¿Qué tal si...? ¿Qué tal si aun está en su mente? ¿Qué tal si quedó algo de él en su interior? Algo que tomó una alucinación de un momento de angustia y pánico y la transformó en una voz real para su mente, la voz de alguien a quien usted extraña, la voz de alguien a quien usted escucharía...
Lug la miró, horrorizado. La teoría de Ana no era descabellada. Él no sabía muy bien cómo funcionaban los poderes de Math. Lo que Ana había expuesto era perfectamente posible. Pero si era verdad... aquello era mucho peor que estar perdiendo la razón. Tal vez así habían comenzado las cosas con Eltsen, plantando una voz en su mente, volviéndolo paranoico poco a poco. Lug se dio cuenta de que no podía confiar en aquella voz, debía ignorarla. No podía correr el riesgo de caer en las manos de Math, de ser manipulado por él, volverse un títere de esa mente maligna y corrupta.
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Editado: 12.10.2019