La Profecía Rota - Libro 3 de la Saga De Lug

TERCERA PARTE: El Sujetador de Demonios - CAPÍTULO 76

Diame se sorprendió al ver a su hijo entrando con un desconocido a su habitación tan de pronto. Abrió la boca para emitir una queja, pero al reparar en la túnica blanca del desconocido y en el rostro radiante del príncipe, calló.

            —Madre— comenzó Althem, agitado—, éste es Lug. Donde Borvo ha fallado, el Undrab triunfará.

            Eso fue lo único que Althem dijo. Después de este anuncio tan singular, abandonó la habitación con la esperanza llenándole cada rincón del alma.

            —¿En verdad es usted Lug? ¿No es un fraude?— preguntó ella, desconfiando por un momento.

            —Soy Lug.

            —Creí que estaba muerto…

            —Es una larga historia, pero no, no morí, solo fui arrojado a otro lugar, a otro mundo. Pero ahora he vuelto.

            La reina sonrió por primera vez en mucho tiempo. Si había alguien en todo el Círculo que podía ayudarla, que podía darle la esperanza de salvar su vida, ése era Lug.

            —Gracias por haber venido a verme. Estimo que hay cosas mucho más importantes en su agenda y le agradezco que haya hecho tiempo para ayudarme.

            Lug suspiró. Sí, había cosas importantes. Todo el Círculo estaba de cabeza: la Nueva Religión, Math, Faberland, Aros, Wonur… Todo era tan abrumador que no sabía por dónde empezar. Al menos podía empezar por algo sencillo, algo que sabía cómo hacer, sanar a una persona. Aquel pensamiento le recordó algo que Althem había dicho.

            —¿Por qué dijo Althem que Borvo había fallado?— preguntó de pronto.

            La sonrisa de la reina se apagó de inmediato, y se revolvió nerviosa en la cama.

            —Borvo dijo que lo mío no era físico, que no podía ayudarme.

            Lug frunció el ceño, preocupado.

            —¿Qué dijo Borvo que podía ser?

            La reina se encogió de hombros sin contestar.

            —¿Usted puede ayudarme?

            —Lo veremos— suspiró Lug, poniendo una mano sobre la frente de la reina. La piel de Diame se sentía fría y tirante.

            —Cierre los ojos— le pidió Lug suavemente—. Sentirá mi presencia en su mente, solo déjeme entrar, déjeme explorar, trate de no resistirse.

            La reina asintió con los ojos cerrados. Lug hizo una leve presión con la palma de su mano sobre la frente de ella y se sentó a su lado sobre la cama. Cerró los ojos y respiró profundo un par de veces, concentrándose. Los patrones aparecieron sin demora en su mente. Patrones lejanos que llegaban hasta él a través de las gruesas paredes de la habitación. Los desestimó rápidamente para concentrarse solo en los patrones de la reina. El contacto de su mano con la frente de ella lo ayudó a enfocarse mejor. Cuando comenzó a estudiar los patrones para descubrir lo que estaba mal, no vio nada fuera de lugar. Los patrones parecían estar bien conectados y funcionando en armonía, pero cuando se internó más profundo, vio que los patrones tenían como un tono más pálido, como si estuvieran desgastados. Algunos hasta habían comenzado a rasgarse, y las conexiones eran muy delgadas, como si estuvieran a punto de cortarse. Casi instintivamente, comenzó a recorrer la frente de ella con los dedos mientras en su mente imaginaba que sus dedos traspasaban parte de su propia energía vital hacia los patrones desgastados. Pronto comenzó a ver cómo los patrones delgados se engrosaban y se oscurecían, absorbiendo su energía sanadora. Muy lentamente, siguió moviendo los dedos, reparando y reforzando los patrones, compartiendo su propia energía vital para sanar a la reina. Podía sentir la energía en forma de calor en las yemas de sus dedos, recorriendo la fría frente, calentándola, devolviendo a la piel su textura natural original.




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