La Profecía Rota - Libro 3 de la Saga De Lug

PRIMERA PARTE: El Prisionero - CAPÍTULO 1

SAGA DEL CÍRCULO

 

LIBRO III

 

LA PROFECÍA ROTA

 

Quién es éste que baja de la montaña en su corcel

Quién es este vestido de blanco inmaculado

Quién es éste que parece volar hacia nosotros

Quién es éste cuya capa flamea con el viento

Quién es éste cuya urgencia es infinita

Quién es éste que detiene el tiempo

 

Y por un momento, todo se petrifica a su alrededor

Y por un momento, todo se detiene

Y por un momento, todas las miradas se dirigen a él

Y por un momento, todos sienten que el mal no puede seguir

 

Y sus armas caen al suelo

Y su rabia se disuelve

Y una sensación de bienestar los invade

 

El mal ya no existe como entidad

 

Ése es el mensaje que Lug trae

La Luz ha vencido a la Oscuridad

 

Ya no hay necesidad de violencia

Ya no hay necesidad de discordia

 

Ha llegado la libertad

 

Libertad de pensar

Libertad de actuar

Libertad que se ha de respetar

 

Es el despertar de la conciencia

En todas las mentes se despierta un entendimiento que estaba dormido

 

Y descubren que puede haber unión aun en la diversidad.

 

PRIMERA PARTE: EL PRISIONERO

 

 

            CAPÍTULO 1

 

            Por aquel tiempo, habían pasado ya unos diez años desde la Guerra de los Antiguos, cuando aquel extranjero apareció a la puerta de la taberna de Colib en el pueblo de Cryma. Golpeó con fuerza unas cuántas veces y al ver que no le abrían, se volvió hacia la calle, sorprendido: el pueblo estaba desierto. El extraño caminó lentamente, con el oído atento, tratando de descubrir algún sonido que evidenciara una presencia humana. ¿Dónde estaban todos?

Desilusionado por aquel recibimiento tan pobre, el extranjero se volvió sobre sus pasos y se marchó hacia el bosque. Al llegar, se acostó sobre la hierba fresca y aspiró el aire del bosque profundamente, y viejos recuerdos volvieron a él. Cerró los ojos y se concentró, imaginando cada hoja de cada árbol, cada brizna de hierba, cada insecto, cada pájaro, viéndolos a todos en su mente, escuchándolos, sintiéndolos dentro de su ser. El bosque cobró vida dentro de su mente, vibrando en miles de patrones vivientes, entrelazados, casi ahogándolo en su complejidad. Respiró hondo y se concentró más, desestimando los patrones de la periferia, buscando un solo objeto, solo un ser entre toda la maraña, una individualidad. La encontró moviéndose sin cesar, emitiendo sonidos dulces, armónicos. Era un pájaro. Compartió con él su alegría, su paz, su libertad. Cuando el pájaro salió volando entre los árboles, él también disfrutó ese vuelo, observando a través de sus ojos, sintiendo el viento en sus alas. Pudo ver el bosque desde arriba, pudo respirar el aire puro, pudo sentir la tibieza del sol del mediodía. Hacía tanto tiempo que no entraba en comunión con otros seres de esta forma tan profunda, tan enriquecedora. Con una sonrisa en los labios, y el corazón latiendo emocionado murmuró:

            —Esta es mi bienvenida. La naturaleza vuelve a sonreírme.

            Abrió los ojos nuevamente y vio cómo el sol jugaba travieso entre las hojas de los árboles. ¿Había algún arte más hermoso que el de aquel movimiento errático, y aun, armonioso?

            Allí había estado largo rato tendido en el suelo, cuando comenzó a escuchar un murmullo triste y apagado. Se levantó de repente y aguzó el oído: sí, definitivamente eran seres humanos. Su corazón saltó ansioso, aquel iba a ser su primer contacto después de mucho tiempo.




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