La Profecía Rota - Libro 3 de la Saga De Lug

TERCERA PARTE: El Sujetador de Demonios - CAPÍTULO 75

El capitán Randall, a pesar de sus pruritos con respecto a la realeza, juzgó oportuno olvidar que Althem era un príncipe. Se dirigió a su habitación y entró bruscamente sin golpear.

            —Creí haber dicho que no deseaba ser molestado— protestó Althem vigorosamente al verse invadido de esta forma.

            —Entiendo tu sufrimiento— dijo Randall, tuteándolo por primera vez en mucho tiempo—. Y te perdono que siendo mi amigo me hagas tan pobre recibimiento después de un largo viaje, después de todo yo no soy nada. Pero me he atrevido a irrumpir de esta manera porque tengo algo que decirte que seguramente va a interesarte.

            —Ya nada me interesa, Randall, nada.

            —¿Ni aun tu madre?

            —No te burles de mí, es por ella que estoy así.

            —Entonces es tiempo de que arrojes lejos ese manto de tristeza, porque he traído una esperanza.

            —Borvo estuvo aquí— dijo el príncipe— y nada pudo hacer, ¿quién más podría traer nueva luz a este asunto?

            —Alguien que es el Señor de la Luz.

            —¿Qué?

            —Mi señor Althem— anunció Randall, emocionado—, he traído conmigo al mismísimo Lug.

            —Me engañas de manera infame.

            —Tú lo conoces. Ve a verlo, lo he conducido a la sala del trono. Si miento, ahórcame. No jugaría nunca con una cosa así, sabiendo que mi señor está en una situación de agonía y pena...

            Althem salió disparado hacia la sala del trono.

            Al llegar, vio de espaldas a un hombre de túnica blanca y capa plateada, acompañado por un hombre y una mujer. El corazón se le aceleró. ¿Era posible que Randall no se equivocara? ¿Era posible que Lug hubiera sobrevivido y estuviera de pie en su propia sala del trono?

            El Señor de la Luz escuchó los pasos de su antiguo compañero de aventuras a sus espaldas.

            —¿Lug?— inquirió Althem con voz débil y tímida.

            Lug se dio vuelta y respondió con una sonrisa:

            —El mismo.

            —Pero... ¿cómo...?

            —Creo que eso es lo que menos importa ahora— respondió Lug.

            Althem asintió con la cabeza, aun le costaba creer a quién estaba viendo:

            —Mi madre...— comenzó.

            —Lo sé— le respondió el Undrab—. Llévame con ella.

            —Sígueme— dijo Althem, y sin perder un solo segundo más, condujo a Lug hasta la habitación donde yacía la reina.

            Randall vio alejarse a Althem y a Lug por la puerta principal, y suspiró esperanzado. Ahora todo se iba a arreglar. Luego se volvió hacia Colib y Ana.

            —¿Por qué no me siguen al comedor? La comida ya debe estar lista.

            Colib asintió vigorosamente.

            —Y luego un baño— dijo Ana, mirándose el vestido.




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