La Profecía Rota - Libro 3 de la Saga De Lug

TERCERA PARTE: El Sujetador de Demonios - CAPÍTULO 77

Althem entró en el comedor. Randall se puso de pie de inmediato e hizo una reverencia. Ana y Colib lo imitaron sin demora.

            —Siéntense, siéntense amigos— dijo Althem, haciéndoles seña con una mano para que olvidaran el protocolo—. ¿Puedo sentarme a comer algo con ustedes?

            —Desde luego— se apresuró a decir Randall.

            —Claro— dijeron Ana y Colib al mismo tiempo.

            Althem se sentó a la mesa con ellos, y enseguida apareció un sirviente con comida y bebida para el príncipe. Althem comenzó a comer con buen apetito. El sirviente sonrió satisfecho al verlo, hacía días que Althem apenas se alimentaba.

            —¿Cómo va todo?— le preguntó Ana.

            —Lug está con ella— dijo Althem entre un bocado y otro—. Todo va a estar bien.

            —Me alegro— dijo Randall.

            —Creo que en la urgencia de llevar a Lug hasta mi madre, sus amigos no me fueron presentados…— dijo Althem, paseando la mirada entre Ana y Colib.

            —Este es Colib— lo presentó Randall—, y esta es Lady Ana, la Valiente.

            Ambos hicieron una inclinación de cabeza.

            —Lady Ana, ¿de dónde eres?

            —Cryma, señor— contestó Ana.

            —No sabía que había nobleza en Cryma, ¿de qué casa real es tu familia?

            Ana se puso roja de pies a cabeza.

            —Lo siento, creo que hay una confusión…— trató de explicar Ana.

            —¿Confusión?

            —Yo… bueno yo no pertenezco a la nobleza, señor. Solo soy Ana. El título de Lady Ana, la Valiente me lo puso Lug.

            —¿Lug te nombró así?

            Ana asintió.

            —Entonces eres de una estirpe mucho más alta que la de cualquier nobleza del Círculo— comentó Althem—, pues no creo que Lug otorgue esa clase de título sin que haya una buena razón.

            —Y la hay— intervino Colib—. Ana salvó la vida de Lug dos veces y lo rescató de los sacerdotes de la Nueva Religión.

            Althem la miró, asombrado. Aquella damita le parecía demasiado joven para tales hazañas.

            —Lug siempre se ha rodeado de mujeres inteligentes y valientes— asintió Althem.

            El rostro de Ana se enrojeció de nuevo. Randall se volvió hacia Ana con el rostro preocupado.

            —¿Lug y tú…?

            —No, no, no, no, claro que no— lo cortó ella nerviosa, posando una mano sobre su hombro—. ¿Cómo se te ocurre?

            Althem arqueó una ceja, intrigado. ¿Era posible que el soltero empedernido de Randall estuviera enamorado? Bueno, ¿quién podría resistir a una mujer como aquella? Inteligente, valiente y hermosa, más que hermosa, bellísima. Aun con el rostro cansado por el viaje y el vestido un tanto estropeado, aquella mujer tenía más aspecto de noble princesa que cualquiera de las emperifolladas damas de su propia corte. Althem se alegró por Randall. El capitán se merecía a una buena mujer, y aquella parecía ser más que perfecta para él.




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