La Profecía Rota - Libro 3 de la Saga De Lug

TERCERA PARTE: El Sujetador de Demonios - CAPÍTULO 120

En la fría mañana, después de un conmovedor discurso, Digar fue nombrando uno a uno a todos los marinos perdidos, héroes en la batalla contra Wonur, mientras las mujeres echaban flores a la enorme pira que ardía para quemar simbólicamente los restos de sus queridos hombres que nunca regresarían. Fue una ceremonia de gran solemnidad.

            A media mañana, el ejército de Aros estuvo preparado para partir. Mientras Lug ensillaba su caballo, notó que Ana se acercaba a él con una sonrisa feliz.

            —¿Qué sucede?— preguntó Lug, intrigado.

            —Nada— se encogió ella de hombros, mientras jugueteaba con una florecilla entre sus dedos.

            —¿A qué se debe esa sonrisa?

            —Bueno... Randall me propuso matrimonio.

            —¿Y qué le contestaste?

            —Le dije que tenía una misión que cumplir y que no tenía tiempo.

            —¡Ana!— la amonestó él.

            —Es cierto— se defendió ella—. Tenemos que liberar a Cryma y a Polaros de la Nueva Religión. Y también está el problema de Faberland.

            —Ana... no quiero sonar ingrato, tu ayuda ha sido invaluable, pero creo que lo que queda por hacer será más fácil con Wonur fuera de combate, y no voy a necesitarte. Quédate con él, es la decisión correcta, es lo que te mereces después de tantos sacrificios.

            —Pero...

            —No te preocupes por mí, Althem está dispuesto a prestarme su ejército, no estaré solo.

            —Ni pensarlo— negó ella con la cabeza—. Primero, ya sabe lo que pasa cuando se separa de mí: desastre. Segundo, Cryma es mi hogar y quiero participar en su liberación, es mi derecho. Tercero, soy Ana, la Valiente: mi lugar está en la batalla, no entre las aburridas paredes de un palacio. Estuve sometida a otros por mucho tiempo, pero al unirme a usted volví a nacer y ahora soy otra mujer, una mujer nueva, una mujer que toma las riendas de su destino en vez de dejar que otros las tomen por ella.

            —Entiendo eso— asintió Lug, comprensivo—, pero el amor es algo importante, raro y precioso, y no es inteligente subvalorarlo o ponerlo en segundo lugar con respecto a lo que has decidido es tu deber en la vida.

            —¿Me está llamando estúpida?

            —No, Ana, lo que quiero decir es...

            —Porque no lo soy— lo cortó ella—. Sé muy bien que el amor es algo precioso, especialmente un amor tan puro y desinteresado como el de Randall. Por eso le dije que aceptaba su propuesta de matrimonio.

            —¿Cómo?

            —Siempre y cuando nos casemos ni bien lleguemos a Aros, y él sea parte del ejército que Althem va a prestarle a usted.

            Lug sonrió, sorprendido.

            —¿Y qué dijo él?— preguntó.

            —Que arreglaría las cosas con Althem para que así fuera.

            Lug rió de buena gana, Ana en verdad era una mujer que sabía lo que quería y no se dejaba amedrentar por las dificultades. Ana, la Valiente demostraba una vez más que era más poderosa que una reina.

            Lug la abrazó y la felicitó, y luego ella se alejó dando saltitos como una niña pequeña, feliz y enamorada.




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