De nuevo me encontraba sola en ese basto palacio. Por supuesto, tenía a mi madre, pero a pesar de eso, debido a su cuerpo débil, se la pasaba todo el día en la cama. Incluso mi madre siendo una concubina del emperador, no tenía a ningún sirviente sirviendo a su lado, ¿La razón? No era otra que la culpa de la emperatriz de ese entonces, por supuesto lo supe tiempo después. Así que siempre ese palacio se encontraba sucio, había telarañas por todas partes, no importaba donde tocaras siempre terminabas ensuciándote las manos.
Y yo siendo en ese entonces una niña de tan solo siete años, tenía que escabullirme por el palacio imperial, en busca de comida. Debía tener mucho cuidado de que ninguno de los sirvientes me atrapara robando, pues si lo hacían me trataban peor que un animal.
Recuerdo que ese día me gruñía mucho el estómago, mi madre seguía en esa fría cama durmiendo, así que aproveché para ir en busca de comida, en el almacén donde guardan la comida para alimentar a los sirvientes, en cuanto entre pude tomar un pan junto con una manzana, sin embargo, mi esfuerzo por no ser descubierta fue en vano, unos de los sirvientes me atrapo.
—¡¿Qué crees que haces estúpida rata?!
Exclamo molesto, yo siendo una niña invadida por el miedo no pude hacer nada para defenderme. En cambio, el no dudo en tomarme del cabello, hasta arrastrarme a la salida, en cuanto nos encontrábamos fuera el me aventó al suelo con brusquedad, sin embargo, antes que me quitara la comida, reuní la suficiente fuerza como pude y salí corriendo lo más rápido que pude.
En ese entonces mientras corría, me puse a pensar, ¿Habré hecho algo malo?, o tal vez, la diosa Nisha está castigándome por ser una niña mala, simplemente no podía entender sus malas acciones, dirigidas hacia mi madre y a mí, ni tampoco a como solían referirse a mi madre con la palabra cortesana.
Después de tanto correr me detuve en la sombra de un árbol, claro no era tonta, no me iba a sentar hasta verificar que no había nadie siguiéndome. En seguida empecé a comer la manzana el pan lo guardé para mi madre. Me comí toda la manzana, pero a pesar de eso mi estomago no estaba satisfecho. En cuanto termine me levante y fui directo con mi madre, no fue hasta que la voz de una niña me interrumpió.
—¡Vaya! ¿Como esa cosa logro llegar hasta aquí?
La niña frente a mí no era otra que la cuarta princesa imperial llamada Mei Blanchard, en ese entonces tenía catorce años, poseía un hermoso cabello plateado y unos ojos violetas brillantes, característico de la familia imperial. Vestía hermosamente, con un vestido azul brillante. Recuerdo que en cuanto la vi pensé.
<< Es parte de las personas bonitas de cabello blanco, que suelo ver cuando salgo. >>
Una de las sirvientas se acercó cautelosamente a Mei, y le susurro cerca del oído. No alcance a oír, pero supuse que no había sido del agrado de Mei, pues ella hizo una mueca de desagrado.
—Ahora entiendo, al ver su apariencia tan descuidada.
Mei enseguida mostro una sonrisa maliciosa, mi instinto en ese momento hablo, diciéndome que debía huir de ahí lo antes posible. Sin embargo, no pude, pues cuando me di cuenta, dos sirvientas se encontraban sosteniéndome una en cada lado. Ella me jalo por el cabello.
—Tranquila, solo me voy a divertir contigo.
No pude siquiera gritar, el dolor que sentía era insoportable. Mi pensamiento de niña inocente pensó en que, al ser una persona bonita, iba a ser amable conmigo.
No sé cuánto tiempo paso, pero cuando ella se detuvo a tomar un respiro, una voz se escuchó de algún lugar dirigiéndose a Mei. No alcance a escuchar con claridad, ya que mi mente estaba nublada, debido al dolor.
—Mei, ¿No crees que es suficiente?
Lo único que pude escuchar es una voz masculina. Sentía que estaba a punto de desmayarme, sin embargo, no podía darme el lujo, de relajarme, al estar en la incierta, de si iba a lastimarme, igual que Mei
—Ah, he-hermano, ¿Sucedió algo?
Mei pregunto nerviosa, incluso las sirvientas empezaron a temer por sus vidas. Ante la presencia del tercer príncipe Balder Blanchester, quien es bien conocido, como alguien quien es débil con los débiles y fuerte con fuertes, además de ser candidato a futuro emperador. Tenía un poder político, igualando a su hermano mayor, el primer príncipe Vinceszo. Por eso no era buena idea meterse con él. Aún más cuando solo eres un molusco entre ballenas.
—Mei, ¿Piensas ignorarme?
Mei al ver, que no podía evadir el tema, decidió excusarse.
—Hermano, esta niña me ofendió a mí. Sabes perfectamente que es un delito ofender a la familia real.
Quien viera la actuación perfecta de Mei, victimizarse, lo creería. Pero no Balder. El en cambio decidió acercarse a la pobre niña, quien yacía en entre el pasto, las sirvientas quienes anteriormente la sostenían, la soltaron tan pronto notaron la presencia del príncipe.
Balder al darse cuenta del color de su cabello rubio, se sorprendió. Ante el hecho de seguir con vida. El sin dudarlo, la cargo en sus brazos. Logrando causar conmoción. Mei por su parte se alteró, ante la posible idea de ser castigada por su hermano. Balder por su parte paso de largo a su lado, pero cuando estaba a bastante distancia, ordeno a sus guardias encerrarla en su habitación.
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Editado: 22.11.2024