ATENAS QUERIDA MIA
Año 2017
Llegue a Lotza, con la esperanza de ver a Kat como todas las mañanas, también rece por no ver a Alex, no podía después de mi numerito de hace dos noches. Al parecer tuvimos un momento tenso —del que no me recuerdo—pero según Kat, y su escasa memoria, involucro sentimientos pasados.
— ¡Mia! —grito John, el primo de Kat. Trabajaban juntos en Lotza lo cual era un indicio más que este lugar era demasiado familiar.
—Hola John —bese sus mejillas — ¿Esta Katerina?
—Sí, claro entra —me señalo una mesa justo frente a la caldera.
La vista de Lotza era hermosa, lograbas ver la caldera, el cráter del volcán, el otro extremo de la gran isla de Santorini, pintando la elevación de tierra con pequeñas casas que parecían nieve a lo lejos. Observe la vista, sintiendo el calor abrasador sofocándome. Era un día demasiado caluroso, estábamos a 38 grados y el caminar hasta aquí me saco un poco la humedad del cuerpo.
Tomé una servilleta secando mi frente justo a tiempo cuando John regresaba con un vaso de agua bastante fría. Le di una sonrisa, agradeciendo por darme el paraíso en un vaso.
—Kat está por venir, esta como loca de un lado para otro cubriendo a Alex.
Levanté una ceja interrogante pero este solo se encogió de hombros antes de ir a atender una mesa de turistas que levantaban la mano para llamar su atención. Saqué mi libro de Belleza Atormentada, concentrándome en la lectura y no tanto en el calor, ni en las palabras de John. ¿Cubrir a Alex?
Kat no se tardó más de veinte minutos, lo cual me dieron tiempo de terminar tres capítulos y no dejarme a la mitad del siguiente. Odio con toda mi vida dejar capítulos a medias.
—Hola, Mia —dijo dándome un gran abrazo el cual no dude en regresar —. Pensé que irías a la playa.
—Ni loca, ihay demasiado calor —señale mi libro —. Pensaba tomar una de tus limonadas y leer un rato. Si entra mucha gente me iré, lo prometo.
— ¿La vista? —dijo con una sonrisa. Mi cuevita no tenía esta vista, era lógico que quisiera tener algo lindo enfrente para leer.
—Claro, la vista.
Kat me dio una sonrisa, sentándose en la mesa conmigo después de gritarle —literalmente —a John por una Limonada de la casa. Las limonadas me recordaban a Alex y nuestra primera cita o lo que haya sido nuestra salida al castillo. Nuestro primer beso.
Recuerdo que ese día no pasó nada entre nosotros, dijo que no se trataba de ir rápido, que teníamos cinco meses para salir. Esa semana entera, nos vimos en el mismo lugar, a tomar una copa de vino dulce. Se volvió una rutina hasta que finalmente dimos el siguiente paso. Ilias en ese entonces tampoco estaba contento conmigo, pero yo me sentía segura y eso valía mucho más que la tensión física que teníamos entre los dos.
—Puedes ir a mi casa cuando quieras —dio un sorbo de su limonada —. Tiene una linda vista y puedes broncearte en el balcón.
Fruncí el ceño.
—No quiero molestar a tu hermano.
— ¿Alex? —negó con la cabeza —. Está en Atenas por una semana así que no hay prisa.
Abrí mucho los ojos ¿Qué? no me joda. Tenía solo un puto mes en Santorini y ya había pasado una semana y él decide irse ahora a Atenas. La mirada de Kat me indico que mi rostro de sorpresa era bastante percibirle por lo que compuse mi cara y le di una sonrisa.
— ¿A qué diablos fue a Atenas? —bien, ahora se lo confirme.
Kat comenzó a jugarse los dedos, nerviosa. Lo sabía porque no era la primera vez que lo veía. Esta negó con la cabeza regresándome la sonrisa que nunca le di.
—Alejarse un poco de Oia y el trabajo. Necesita relajarse de todo.
—Claro — ¡vaya! incluso yo podía escuchar el sarcasmo en mi voz.
Kat se tapó la boca para evitar soltar una carcajada.
—Ustedes tienen mucho de qué hablar y arreglar las cosas de otro modo que no sea por Skype.
Levanté una ceja pensativa, según yo, nadie sabía de nuestra no relación por Skype. Puse los ojos en blanco tomando mi limonada. Era extraño que él me conociera mejor que nadie, en las cosas pervertidas, por supuesto, pero pocas veces sabíamos cosas de rutina, como su película favorita o color. Hubo un tiempo en que me dedique a conocerlo y saber que American Pie era su película favorita, contándole de Rubinrot —que no solo era un libro que me encantaba— si no también una película que disfrutaba hasta la medula.