Capítulo 36:Dos hombres, dos aclaraciones.
Terminó de enjuagar mi cuerpo, luego me coloco la bata.
Ya estaba más relajada y tranquila, pude pensar y aclarar las ideas que pasan por mi mente.
Lo primero sería hablar con Carlos y dejas las cosas claras.
Lo segundo sería hablar con Miller y de igual manera poner un alto ante sus pensamiento hacia mi persona.
Al final de cuentas mi idea no había resultado como la había planeado, pero valieron los minutos de diversión y valentía que tuve. Mi actitud de niña no era la mejor, debía afrontar las cosas como debía de ser; era adulta y lo suficiente madura.
Simplemente que con el enojo las cosas no las pensé como debía, aún así, ya tenía claro lo que quería y debía hacer.
Salgo del baño y me quedo como estatua de inmediato.
Miller se encontraba acostado en la cama con los brazos detrás de su cuello, su silueta demostraba tensión en su persona, además de que se encontraba sin camisa.
Toso falsamente llamando su atención.
Él me mira sin entender.
—¿No habías salido? —Pregunta.
—¿Salir?, ¿Cómo para donde? —Cuestiono sin entender.
—No lo se, como le gusta salir sin seguridad. —Reprocha.
Mierd*, se enteró.
—¿A que se refiere? —Pregunto con la esperanza de que fuera una confusión.
Miller toma asiento en el borde de la cama y me queda mirando fijamente.
—Se que esto la agobia bastante, pero usted tenía claro la presión que iba a llevar con este matrimonio.
—Aclaremos una cosa, yo tenía claro a lo que me enfrentaba con su familia y la prensa, pero usted nunca me comentó sobre la idea de un guardaespaldas. —Me defiendo.
—¿Así que admite que salió sin el hombre de seguridad?
—Si, lo admito. Necesitaba estar sola y tener a alguien siguiéndome no era algo favorable.
—¿Dónde estaba? —Pregunta seriamente.
—¿Perdón? ¿Desde cuándo tengo que dar explicaciones de mi vida?
—Le repito la pregunta, ¿Dónde estaba? —Insiste, con la diferencia de que está vez se para de la cama y queda al frente mío.
—Le repito, ¿Desde cuándo tengo que ir dando explicaciones de mi vida? —Respondo de manera irritada.
—¿Se encuentra bien? —Pregunta mirándome a los ojos fijamente.
Benditos sean sus ojos de chocolate.
—Que irónica pregunta, la pregunta más irracional que me han hecho en años. —Vuelvo a responder irritada, es que de verdad, este hombre empezaba a acabar con mi paciencia.
Después de referirse a mi de esa manera, es obvio que no me voy a encontrar bien.
—Lo único irracional es que se comporte de esa manera sin razón alguna, deje de ser tan arisca
—¿Qué soy arisca? —Pregunto sin creerme sus palabras.
—Si, a-r-i-s-c-a. —Dice letra por letra.
—Oh claro, si, olvidaba que usted tiene la razón en todo. Las cosas siempre son como usted las cree ¿No?
—Ahora soy yo quien no la entiende, ¿Sería tan gentil de explicarse?
—¿La palabra gentileza existe en su vocabulario? —Pregunto haciéndome la sorprendida.
—No entiendo su actitud, de verdad que no lo hago.
—Respira Stella, solo tienes que respirar para no lanzarlo por el balcón. —Susurro para mí misma, pero al parecer él hombre me oye.
—Ahora si es verdad que no entiendo un caraj*. —Expresa.
—Permítame y le explico.
Como el mundo me quiere tanto y desea que yo arregle la situación (nótese el sarcasmo), el teléfono de la habitación suena haciendo que nuestra conversación se congele.
—Contesto el teléfono y luego seguimos con esta conversación. —Excusa dándose media vuelta.
Visualizo su tonificada espalda, se notaban las horas de ejercicio en su cuerpo.
—¿Quién dice que la busca? —Pregunta Miller a la persona hallada al otro lado de la línea.
—...
—¿No le mencionó para qué tipo de asuntos? —Vuelve a preguntar.
No le tomo importancia a la conversación telefónica porque tomo mi ropa que se hallaba en el mueble y nuevamente me dirijo al baño a cambiarme.
Nunca me había puesto las prendas de vestimenta tan rápido como lo hago ahora, me encontraba algo nerviosa ante la presencia del hombre al otro lado de la puerta.
Finalmente cuando ya estoy completamente lista decido salir, encuentro a Harry sentado en el mueble con una copa de vino en su mano, si no lo conociera diría que está tomando para distraerse, pero como lo conozco desde hace cinco años; sé que se encuentra estresado.
Generalmente él nunca toma alcohol, lo hace en situaciones en las cuales se siente agobiado y por alguna razón esta es una de esas situaciones.
No sé si su actitud es debido a mi comportamiento o a la llamada que acababa de recibir a la habitación. Para mi poca buena suerte, ya el hombre se encontraba con una camiseta puesta.
—La necesitan el la recepción. —Comenta con su tono de voz frío que hace que me estremezca.
—¿Quién? —Pregunto sin entender.
Uno: yo había dicho que no dijeran que me encontraba en el hotel a excepción de los señores Ancelotti y dos: solo había una persona que necesita hablar conmigo y no quería escuchar su nombre en estos momento.
—Gustavo. —Contesta haciendo que frunza el ceño.
—¿Gustavo? —Era la primera vez que escuchaba ese nombre.
—No, disculpe, su amigo Carlos. —Excusa con un tono de sarcasmo en la palabra “amigo”.
—¿Y que ha dicho usted? —Curioseo, su actitud tenía una razón.
—Lo mismo que me dijeron a mi cuando pregunté por ti: que no se encontraba. Aún así, aclare que cuando mi esposa llegará yo sé la comunicaría con el señor Burnell, supongo que en recepción le explicarían.
Trago grueso.
Eso significa que Carlos ya sabía que… ¡No me jod*s!
Una risa bastante falsa sale de la boca de Miller.
—¿Por qué se asusta tanto? —Pregunta tomando un sorbo de alcohol.
—¿Yo asustada? Claro que no. —Miento.
—Oh, claro, ya lo recuerdo. Como usted solo está aquí por trabajo ¿Cierto?