La propuesta del Sr. Miller.

Capítulo 42: ¿Vicepresidenta?

Capítulo dedicado a: Carmen Castillo.

NARRA STELLA

Sabes que la fiesta estuvo buena y loca cuando el sonido de la alarma te despierta indicando que es hora de ir al trabajo, pero apenas y has dormido un par de horas por no decir menos. O teniendo en cuenta que tienes a un hombre sosteniendo tu cintura como si fueras un oso de peluche, con una pierna encima de las tuyas y acomodado como si no fuera el jefe de una empresa… oh sí, estamos hablando de Harry Miller; alías mi esposo.

Cierro mis ojos cuando siento la luz del día (poca, pero se sentía), ya que esto me molesta. Aprovecho y viajo a los recuerdos de la noche; sin duda alguna no iba a volver a beber alcohol en un buen tiempo.

Teniendo en cuenta que me encontré con mi ex, que bailé cuerpo con cuerpo con Miller, que alguien de la empresa dijo que yo le gustaba, que hice y deshice a mi manera.

¡Bravo Stella, bravo!

Me regaño varias veces mentalmente, aunque de cierta forma me alegra el hecho de que le pude dar una cucharita de su propia medicina a Harry. Eso no quitaba el hecho de que me sentía un poco avergonzada con todas las cosas que hice.

Con cuidado retiro el brazo de Miller que se halla en mi cintura, al igual que me intento zafar de sus piernas, este hace un leve movimiento, pero se vuelve a acomodar.

Suelto un leve suspiro cuando por fin me he liberado, a consecuencias una oleada fuerte de dolor de cabeza vuelve a poseerme.

Maldigo varias veces, intento pararme y me mareo un poco.

¡Bendita resaca del demonio!

No vuelvo a tomarme una cerveza en mi vida.

Pongo mis manos fuertemente en la cabeza como si esto fuera a disminuir el dolor, si yo me encontraba así no quería ni llegar a imaginar como se encontraban los empleados que de seguro ya debían estar tomando camino a la empresa.

Hoy de seguro me encontraba con uno que otro zombie.

A pies descalzo salgo de la habitación y me dispongo a dirigirme a la cocina, ahora mismo necesitaba una buena dosis de café.

Tomo el encendedor y cuando me dispongo a prender la estufa, caigo en cuenta que dicho objeto era muy pequeño y mi contacto con el fuego era muy probable.

¡Bendita arsonfobia!

Sin encontrar solución ante el problema, decido tomar el teléfono y llamar a recepción. Sí, podía disponer de ellos ante cualquier cosa que necesitara; orden de Miller.

—Buenos día, ¿qué se le ofrece, Señor Miller? —Preguntan al otro lado de la línea.

—Buenos días —toso al notar mi voz algo ronca —habla con…

—La novia… Señorita Corney, que pacer escucharla, ¿en que le puedo ayudar? —Pregunta al otro lado de la línea.

—Cinco cafés, por favor —pido.

—De inmediato —asegura y luego cuelga la comunicación.

Me recuesto en el sofá y cierro mis ojos, evidentemente iba a ser una tortura ir a trabajar.

—Déjame adivinar, la resaca te tiene mal y sientes que vas a morir —una voz masculina llama mi atención haciendo que vuelva a abrir mis ojos.

—Déjame adivinar, estás como si nada y no tienes la menor idea de lo que es resaca; porque ya estás acostumbrado —respondo en el mismo tono.

—Bingo —dice Marck con una risita burlesca y llegando a mi lado.

—Bingo —susurro —Yo sí que me estoy muriendo.

—¿Desde cuando te gusta ir a fiestas? —Curiosea acomodándose.

—No lo sé —me encojo de hombros, —supongo que desde que le sigo las locuras a Carolina.

—Sí, Carolina es toda una locura. Por cierto, linda foto de Instagram —alaga.

Frunzo el ceño —¿De que foto hablas?

—¿No me digas que sufres alzheimer?, la foto, Corney. La foto —insiste.

La otra parte de la fiesta llega a mi mente.

¡¡La foto!!

Entrecierro los ojos dándome cuenta que a pesar de que en ese momento me encontraba sobria, no había pensado muy bien las cosas, pues la cantidad de personas que habían visto aquella publicación eran de la empresa y ni imaginar lo que pasaba por sus cabezas.

—En mi vida vuelvo a seguirle el juego a Carolina —susurro.

—Buena conclusión —se ríe. —No, pero a la parte seria; te veías muy bien. Hasta el mismísimo Harry lo tenía claro.

—¿Ah sí? —Indago curiosa.

—Sí… pero bueno, ese no es el tema —dice dejando el asunto quieto y se pone de pie. —Por cierto, te cargas un humor de volcán en erupción…wow, pobre Miller —se sigue burlando.

—Mira Pérez, es muy temprano como para enojarme y si ya conoces esa faceta de mí deberías tener en claro que no te conviene enojarme —gruño haciendo que él levante sus manos en son de paz.

—No he dicho absolutamente nada.

Sus pasos van dirigidos a la cocina, en donde escucho el sonido de algunas ollas y posiblemente algún plato roto.

—En mi defensa, tengo más experiencia en la cocina que tú —excuso.

—En mi defensa, esta cocina necesita de una mano femenina para organizarla —se defiende.

—Noelia viene dos veces a la semana, así que, en definitiva; no es una defensa —rio.

—Supongo que Noelia deberá aprender a organizar algunas cosas, y no dejarlas a la mitad haciendo que personas como yo se tropiecen con ellas —hace una pausa. —Ni se te ocurra decirle esto a Noelia, me dejará sin pastel de chocolate y eso será un gran dolor.

Suelto una pequeña risa.

—¿Qué venías hacer acá? —Pregunto dejando el tema a un lado.

—Voy a hacer un café —contesta.

—Ya pedí cinco, no te preocupes; no deben tardar en llegar.

—Entonces hagamos algo de desayunar —propone.

—¿Desde cuando cocinas? —Curioseo.

—¿Desde cuando haces tantas preguntas? —Dice sin aclarar mi curiosidad.

Se dio media vuelta y empezó a hurgar por la cocina, en la nevera y en los estantes; sin encontrar nada.




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