NARRA STELLA
El sonido de la alarma me despierta de inmediato, tomo en celular hallado en la mesita de noche y observo la hora 4:30 am.
Volteo a mirar a mi lado y Harry ya no se encuentra en la cama, su olor sigue impregnado en la almohada. Los recuerdos de lo que pasó en la noche llegan a mi mente como un huracán, mi mano pasa a mi otro brazo por inercia y dicha parte en donde Marco me apretó, duele.
Paso las manos por mi cara intentando que pase el sueño, luego me paro y me dirijo al baño en donde lavo mis dientes.
Salgo al pasillo y luego bajo las escaleras para encontrar música a un ritmo bajito, para ser más específica; eso es ranchera. Me acomodo en el marco de la puerta para ver a Noelia preparar unos huevos revueltos, ella siente mi mirada y me saluda:
—Buenos días —dice animada, para ser una persona que madruga se encuentra de lo máximo.
—Buenos días, Noelia.
—¿Buena noche? —Pregunta analizándome, cosa que me pone nerviosa de cierta forma.
Hasta que caigo en cuenta...
Maldita sea.
Aún tengo el buso que Harry me dio anoche para poder dormir.
—No tenía mi pijama así que me prestó el buso —excuso de inmediato.
—Ajá, si claroooo —alarga la última vocal sin creerse un poco de mis palabras.
Mis mejillas se calientan bastante, al igual que mi rostro.
—¿Te puedo ayudar? —Pregunto cambiando de tema.
Ella me sonríe levemente sabiendo lo que hice y simplemente me señala la olla de café.
—Prueba a ver si está bien de azúcar, ese hombre a veces molesta mucho con el tema del dulce y ya tú estás acostumbrada —comenta a lo que yo asiento.
Me dirijo a la olla con una cuchara a la mano, pruebo la bebida que se haya dentro de esta y estaba perfecto.
—Está bien, no te preocupes —le hago saber. —¿Algo más?
—No, tranquila, acabo de terminar —dice quitándose el delantal. —Me tengo que ir para la mansión, te agradecería que sirvieras el desayuno —pide.
—Claro que sí, no hay problema —respondo.
—Bueno, este.... —ella hace una pausa como si estuviera pensando en algo. —¡Oh, claro! —Exclama. —Harry me dijo que te esperaba en el gimnasio, está al fondo del primer piso.
—Dale, gracias —le sonrío. —Y gracias también por la ayuda.
—Ni te preocupes, nosotros deberíamos ser los agradecidos porque lo cuides tanto. —Me brinda un abrazo y luego se dirige a la puerta.
—¿Gustas que te acompañe? —Pregunto.
—No, tranquila. Ya me esperan allá abajo —informa y con ello sale del apartamento.
Subo nuevamente las escaleras para dirigirme a la habitación que se me había asignado al principio, en donde tengo un par de prendas para cambiarme, pues una de las maletas aún seguía en la mansión.
Ubico mi falda tubo de color beige, una camisa blanca en donde sin darme cuenta los primero dos botones no estaban disponibles para ser abotonados y un par de tacones algo bajos del mismo color que la falda.
Me meto al baño y me doy una ducha rápida, peino mi cabello en una coleta alta y y medio me aplico algo de maquillaje. En en bolso de mano guardo el teléfono y rápidamente me dirijo al primer piso.
Llego a recepción en donde me reciben con una sonrisa y el típico "Buenos días", respondo a lo último y sigo mi camino al final.
Veo una gran puerta trasparente, en donde a simple vista se visualiza a Harry trabajando con la máquina de correr y a la menor de los Miller testeando en su celular mientras está sentada en el piso.
Miller tiene una camisilla blanca que deja a la vista sus anchos hombros, sus trabajados brazos y por su cuerpo corren pequeñas gotas de sudor.
Este hombre es un pecado andante.
Luego, este baja de la máquina y una mujer se acerca, empieza a hablarle los más de cerca y mi marido no se esfuerza en alejarla.
No eres celosa, él no te pertenece, no es tuyo.
¡A la madre! Es mi marido y para su mala suerte, me debe respeto.
Aliso mi falda y luego empujo la puerta llamando la atención de las tres personas que se encuentran adentro.
—Buenos días —saludo.
—Holis, cuñis —la primera en saludar es Heily quien se acerca a abrazarme.
Me quejo un poco cuando me lastima el brazo, ella no escucha dicho quejido, gracias al cielo porque no quiero preguntas.
—Hola mi amor —la voz masculina resuena en mis oídos. Este se acerca y sin previo aviso me da un beso en los labios, uno pequeño.
—Buenos días, mi vida —sonrío levemente.
La mujer, quien ahora quedaba al frente de nosotros me analiza de pies a cabeza.
—¿Stella Corney? —Pregunta.
—Si, ella es tan mencionada mujer —responde Harry por mí.
—Mucho gusto —extiende su mano. —Eliana.
—Stella —repito mi nombre y acepto su mano.
—Es la vecina de al frente —explica el hombre a mi lado.
—Un gusto conocerte, he escuchado tanto de ti —habla Eliana, una mujer que si mi intuición no me engaña, se ve de aproximado treinta años.
—El gusto es mío —digo sin encontrar que otras palabras usar.
Harry aún seguía con su mano en mi cintura, acción que ya empezaba a incomodarme.
—Bueno, fue un placer hablar con ustedes pero ya debo marcharme —comenta. —No le di el desayuno a Leonardo.
—¿Leonardo? —Pregunto y de inmediato siento como Miller presiona un poco mi costilla provocando que sostenga la risa, lo volteo a mirar y este me guiña un ojo. Me limito a rodar mis ojos.
—Mi gato —explica.
¿Un gato? El gato se llama Leonardo y va a desayunar.
No te rías Stella.
—Ah ya, entonces le manda un saludo a Leonardo de mi parte —digo y volteo a mirar a Heily, quien tenía los labios apretados guardando la carcajada.
—El con gusto lo resivirá —con estás últimas palabras, la mujer sale del gimnasio.