La propuesta del Sr. Miller.

Capítulo 53: Escándalo con Williams

Siento un alivio cuando Nicolás firma los papeles en presencia del abogado, finalmente habíamos hecho la reventa que estaba planeada. Oficialmente el 10% de Begoña me pertenecía.

Me pongo de pie al mismo tiempo que lo hacen el par de hombres al frente mío, le brindo la mano al abogado quién no duda en tomarla.

—Muchas gracias por la colaboración —sonrío.

—Es un placer ayudar a la familia —responde.

Me sentía aliviada y feliz, no podía pedir nada más en este momento. Nicolás sale junto al abogado y si algo tengo en claro es que se me puede venir encima el infierno pero estoy lista para enfrentarlo.

Empiezo a organizar mis cosas con la intención de ya marcharme de la empresa, tengo un par de cosas que hacer antes de lo planeado con Nicolás.

Salgo de la oficina y Marck se encuentra junto a Carolina revisando unos papeles, así que tomo esto como señal para acercarme.

—Hola, ya me voy —comento.

—Veo que sales temprano —comenta Carolina.

—Si, quiero encargarme de un par de cosas sobre mi madre —miento.

—Stella, te quería agradecer por toda la ayuda. Ha sido unos buenos días laborales, para mañana no hay tanto trabajo y no se si quieras tomarte el día —propone Marck —Yo me puedo encargar junto a Cristian si gustas. Creo que te vendría bien un descanso de toda esta semana ajetreada, más porque no estás acostumbrada.

Me lo pienso por un segundo —Me encantaría, de verdad te agradezco.

Termino de despedirme sin querer brindar más explicaciones. Me dirijo al ascensor y espero que esté llegue a la primera planta, Hilton me sigue los pasos y ordena preparar las camionetas.

Mi orden directa es ir a la oficina de la compañía que se había incendiado para poder terminar de averiguar y poder cerrar todo el asunto. Hilton me observa por medio del espejo, él sabe que estoy muy cerca de dar con toda la verdad y no le conviene para ninguno de los dos mandos.

Las camionetas se detienen y no espero a que nadie abra la puerta, salgo del vehículo y me adentro de inmediato al pequeño edificio de dos pisos. Un hombre ya mayor se encuentra en recepción y levanta un poco su vista más no presta la suficiente atención.

—Buenas tardes —saludo.

—Buenas tardes. ¿En que le puedo ayudar? —El saludo es lo suficientemente seco y neutro.

—Me gustaría averiguar un poco de una caso que sucedió en lo que fue su editorial hace ya un par de años —respondo directamente.

—No estoy interesado en hablar sobre eso y mucho menos con una desconocida —habla de manera gruñona.

—Es un tema de mi interés —saco un par de billetes y los dejo al frente de él —Y creo que usted podría colaborarme.

El hombre toma el dinero y finalmente me presta la atención que requiero —Fue un evento desagradable, la editorial estaba pasando por su mejor momento luego de que saliera a la luz los rumores sobre Alejandro Martinelli. El problema era que con un hombre de tal poder no era viable ponerse a sacar esas noticias y terminamos pagando las consecuencias. Le diría más, pero creo que requiero refrescar un poco más mi mente.

Del bolso vuelvo a sacar más dinero y se lo extiendo —La persona encargada de haber realizado ese escrito fue encontrado al día siguiente con sumos golpes, por más que intentaron ayudarlo en el hospital fue imposible salvarlo. Esa fue una señal de advertencia y desde ahí nadie más se atrevió a sacar noticia alguna sobre ese hombre.

—Así que un tipo de ajustes de cuenta —comento.

—Ajustes de cuenta o no, tenga cuidado en donde está metiendo sus narices —advierte.

—No se preocupe, gracias por la información —digo.

[…]

Me adentro rápidamente a la mansión para no tener que chocar con nadie, requiero salir inmediatamente para que no se me haga tarde.

Busco algo de ropa discreta, me decido por un pantalón ajustado, un top negro y una chaqueta de cuero. Busco un par de botines del mismo color, recojo mi cabello en una coleta alta con una gorra.

Tomo mi teléfono y guardo un poco de dinero en el bolsillo, salgo de la habitación y estoy a punto de bajar las escaleras con sollozos me hacen detener. Provienen de la habitación de Nicolás, sé que no debería involucrar mis narices en asuntos que no sean de mi interés pero es inevitable no hacerlo.

Me acerco y doy un par de toques a la puerta, al instante los sollozos se detienen.

—Un momento —es la voz de la prometida de Nicolás.

Escucho pasos venir, tomo una distancia prudente y escucho como quita el seguro de la puerta y finalmente abre. La visualizo y concluyo que es el tipo de mujer prudente, obediente, callada y que no tiende a opinar nada, justo lo que un Miller buscaría.

—Hola, lo siento no quería entrometerme. Pensé que necesitarías algo, no te ves muy bien —comento.

—No pasa nada, Stella. No te preocupes —miente.

—Estabas llorando, era obvio.

Ella agacha la cabeza algo apenada —¿Puedo pasar? —Pregunto.

—Claro —se hace a un lado dejando el espacio.

Observo un poco a mi alrededor hallando nada más que perfección y todo completamente arreglado, no hay desorden alguno.

—Toma asiento si gustas —propone.

Miro el mueble que está en una de las esquinas y hago lo solicitado, ella también se acomoda a mi lado. Permanecemos en silencio por varios segundos que siento que son eternos, hasta que decide hablar.

—Se supone que Nicolás y yo tendríamos una cena hoy en la noche, ya me había encargado de reservar restaurante, acomodar la hora a su gusto para que no se le complicara. Ayer le recordé y me dijo que no había problema alguno, me afirmó que si iríamos —explica —Entonces, no hace más de tres horas me llamó y me dijo que mejor cancelara, que no podría asistir porque tiene trabajo acumulado y le quedaría imposible. Me dio algo de tristeza pero aún tenía la oportunidad de organizar algo especial y qué pudiéramos compartir los dos juntos, pensé en pedir comida e ir a cenar con él en la oficina.




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