La prueba

28: Pesadilla

...

Narrador omnisciente

Solo tres semanas se les había dado para descansar e incorporarse a la ciudad. Mery era la más nerviosa del grupo de diez que habían quedado victoriosos. Todavía no sabía por qué los habían separado y era estrictamente prohibido volver a hablar con algún secundario de su etapa. Su madre no le había querido decir mucho, ella solamente quería ver a Chad y saber si estaba bien.

"¿Qué pasaría con sus planes juntos?"

"¿Qué sería de ellos?"

Miró por encima de su hombro, cómo todos los médicos los inspeccionaban antes de poder pasar el portal para poder ir a casa. Se sintió mal, tenía miedo y también inconveniente en estar entre toda esa gente que llevaba viviendo toda su vida en la ciudad perfecta.

De lejos vio a la presidenta, sonriendo entre todos los médicos, y como siempre ella se veía diferente, extravagante al lado de todos los ciudadanos que solo podían vestir de blanco.

Quiso acercarse, preguntarle cuál era su plan en cuanto a Chad, qué clase de trato habían hecho. Pero en ese momento no se sintió con la suficiente valentía de hacerlo.

Dejó de mirarla cuando dos enfermeros la inyectaron sin previo aviso. Ella saltó de su lugar al sentir el pinchazo.

—¿Qué es eso? —preguntó, sobando la zona.

—Es la vacuna para evitar las enfermedades, aquí arriba nadie enferma —repuso un hombre alto y moreno, que le sonrió al percatarse de su timidez—. Eres la primera en años que lo pregunta, muchos toman l que se les dan y se van —formuló, fascinado.

Mery no estaba muy atenta al hombre y solo asintió, mirando el montón de ropa que habían puesto en sus manos; no estaba al cien por ciento.

—Soy un poco curiosa —contestó, caminando para salir del hospital.

Afuera estaba su madre, al lado su padre y dentro del auto flotante su hermano, solo lo había visto de lejos, pero lo reconocía de inmediato.

—Mery —Su madre la abrazó, y su padre le ayudó con sus cosas.

El aire la golpeó de frente, era cálido, olía fresco y por primera vez desde que salió de la primera prueba, se sintió complacida con algo, era tal y cómo lo había imaginado. El olor, la textura y los rayos de sol golpeando su piel.

Pero pronto el corazón se le hizo añicos, esa sensación de satisfacción desapareció cuando nuevamente, se acordó de Chad.

Subieron al auto, Mery no dijo nada, disfrutó el camino, la ciudad era muy limpia, los edificios eran blancos, y los autos también. Pronto se sintió extrañada por eso.

—Te encantará estar afuera —murmuró su hermano, extrañamente.

Mery lo escuchó raro, nunca lo había visto de cerca, ni escuchado su voz, tampoco se la había imaginado.

Pero se dio cuenta que eran parecidos, el cabello de él era más castaño que rubio, sus ojos también eran verdes, y tenían el mismo lunar en la mejilla. Pronto se preguntó si se llevarían bien, o aprenderían a ser amigos.

—Es tu hermano, Noah —agregó su madre cuando se percató del silencio incomodo que se formó en el interior del auto.

Pero igual, ella no dijo nada.

—Hay que darles tiempo, Olivia —aclaró su padre, apretando el hombro de su esposa—, él será tu nuevo compañero.

El corazón de Mery terminó de romperse en ese momento; ella no quería otro compañero, ni siquiera quería un hermano.

Noah elevó el auto en un edificio, hasta quedar justo frente a una puerta grande de cristal. Mery se sorprendió cuando vio hacia abajo.

—No te preocupes, el auto no caerá, fuerza de gravedad —guiñó, pero Mery volvió a ignorarlo.

La puerta de cristal se abrió, y Mery se percibió del lugar, un hermoso y acogedor departamento blanco, como todo, reluciente y ordenado.

—Viene equipado para limpiarse solo por las noches —explicó su padre, tomándola de la mano para entrar—, al fondo esta tu habitación.

Mery abrió la boca, mirando todo el lugar, grande.

—Si tienes hambre, pides lo que sea oprimiendo un botón y en seguida saldrá de la compuerta —Su madre le mostró una puerta pequeña incrustada en la pared—, ¿tienes hambre?

Ella negó, por ahora quería seguir durmiendo; ponerse cómoda, sentirse viva. Todos fueron detrás de ella, abrió la puerta de su habitación con la huella de su mano, solo ella podría abrirla, dentro solo había un armario y una cómoda, al otro extremo, una puerta que la llevaba al cuarto de baño.

—Deberás dormir —sentenció su madre, aquí nadie descansa, a partir de los dieciocho, todos deben trabajar y mañana elegirán tu empleo.

—¿Elegirán? —preguntó ella, frunciendo el ceño.

—La computadora te escanea y te da tu empleo, Mery, debes estar muy descansada si no quieres ser de los que tiran el desperdició fuera de la ciudad —bromeó su padre, todos rieron, menos ella.

Al ver que nada la podía animar, todos salieron, dejándola sola en su nuevo hogar. Mery tocó las sabanas de seda, y olio sus cojines. Ahora echaba de menos el olor masculino de Chad. Sus labios temblaron cuando recordó las pesadillas, y las veces que él la despertaba para estrecharla en sus brazos.

"¿Quién la despertaría ahora?"

Se metió al cuarto de baño, viendo su reflejo en el enorme espejo que lo adornaba, lo flacucha que ahora mismo estaba, y su cabello corto. Los botones rojo y azul indicaban la temperatura del agua. Se quedó un buen rato bajo el chorro de agua, meditando las cosas, preparándose para su nueva vida y todas las sorpresas que se avecinaban; el trabajo la distraería de todo, pero todavía no se hacía a la idea de no volver a ver a Chad.

"¿Qué tan malo era buscarlo?"

Ahora mismo no le importaba mucho Lynn, porque seguro estaba furiosa; seguía pensando en Yami, en Ane que también murió dentro. Rick, Devon. Todo esto le sería difícil, muy difícil.

Las sabanas estaban suaves y cálidas, eran cómodas y el sueño la venció casi tocando su cómoda; a pesar de que las pesadillas aparecieron, el cansancio todavía acumulado, no la dejó despertar. 




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