La puerta al país de los sueños

Capítulo 1

París, Francia 1887

-Pienso que todo ésto será una tontería, Morgan, una tontería.

-Yo a ti no te he preguntado lo que piensas, cara de insecto, y sabes muy bien que si no estás de acuerdo eres libre de irte.

-¿Y dejarte con toda la fortuna en caso de que la encuentres?

-Bien podrías, parásito.

-Este parásito te consiguió un barco.

-Cállate, Evan, me estás haciendo perder la paciencia.

-Sólo espero que sepas lo que haces.

-Yo siempre lo sé - dijo Morgan en un gruñido.

Esa era la conversación que tenían Morgan Kelly y Evan Twist mientras se dirigían a uno de los teatros más importantes de París, donde tendría lugar exactamente a las seis de la tarde una excéntrica conferencia sobre el descubrimiento de moda, el llamado "País de los Sueños". En ese mismo momento en que Kelly y Twist tenían su pequeña discusión, los hermanos Labadie tenía la propia en el lugar donde expondrían su investigación.

-Silvain, no nos tomarán en serio. Van a pensar que estamos locos o que hemos fumado opio.

-¿Y qué con eso? Nosotros sabemos que es verdad.

-No, sólo lo estimamos, no tenemos pruebas, sólo teorías y testimonios.

-Eres un hombre de poca fe, Jerome.

-Y tu un iluso soñador.

- Bien, si quieres no salgas, pero no voy a plantar a aquellas personas que hayan venido a escuchar.

- No te quejes si no sale como esperabas, hermanito.

-No me sermones si fallo.

Silvain subió las escaleras de madera que rechinaban a su ascender y se dirigió hasta el escenario del teatro donde se encontraban sus pizarras escritas con tiza, mostrando algunos puntos claves sobre su investigación.
Salió tras las polvorientas bambalinas de terciopelo marrón y dio tres fuertes palmadas para indicar que se encendieran las luces. Cuando éstas se prendieron, su decepción fue aún más brillante que la luz que las mismas proporcionaban. La sala estaba casi vacía a excepción de dos caballeros sentados en la tercera fila del medio en uno de los extremos. El joven francés se acomodó el traje y aclaró su garganta.

-Tal parece que mi función será exclusiva para ustedes, señores, aunque realmente esperaba a más personas.

-No se desanime, joven. Nosotros nos encargamos de hacer ésto privado.

Al oír dichas palabras, Silvain bajó del escenario y se acercó guiado por la curiosidad a los hombres, los cuales representaban unos cuarenta y tantos de años y un aspecto algo desaliñado.

-Díganme, ¿en qué puedo servirles?

- Bueno, señor Labadie, hemos oído de las investigaciones que usted y su hermano han hecho sobre el país o el mundo de los sueños, y ambos estamos interesados de poder, de algún modo, llegar a allá.

- Si han escuchado hablar de nosotros, sabrán que nos guiamos por testimonios y teorías de la física, la matemática y la psicología. Sólo tenemos mapas aproximados del posible lugar y algunas ideas de lo que en él se podría encontrar.

- Y eso es más que suficiente. Escúcheme con atención. Nosotros tenemos el medio para poder entrar al país de los sueños. Si usted y su hermano aceptan guiarnos tendrán la oportunidad de extraer evidencia y darle mayor fuerza a su investigación. ¿Qué le parece?

- ¿Cuál es la llave de entrada y quienes son ustedes?- quiso saber el joven tentado por las palabras de Morgan.

Ambos hombres rieron.

-Creo que ya nos estamos entendiendo. Mi nombre es Morga Kelly, y el es Evan Twist. En cuanto a la llave, eso aún no puedo decírselo.

-¿Por qué no?

-Es más una cuestión de seguridad. Imagine que mi amigo Morgan se lo dice y luego usted rechaza la propuesta. Podría conseguirla por su cuenta y estafarnos.

-Me temo que Evan tiene razón. No es porque no nos fiemos de usted, pero en cierto modo... no lo hacemos.

-De acuerdo, entiendo a lo que se refieren. Hablaré con Jerome en cuanto pueda. ¿Dónde puedo hacerles llegar mi respuesta?

-No hará falta, estaremos aquí mañana al mediodía.

*****

Se sentía culpable por haber dejado que su hermano hiciese el ridículo solo. Jerome creía en el mundo de los sueños, claro que sí, pero hasta no tener evidencia certera no saldría a hablar como el chiflado de Silvain.
Subió las rechinantes escaleras empujado por el remordimiento, más al llegar tras bambalinas algo le pareció incorrecto. Silvain no estaba hablando a voz alzada y el público no comentaba ni regañaba. Sólo se escuchaban pequeños murmuros de voces. Jerome asomó levemente su cabeza para ver quienes eran. Allí estaba su hermano de pie hablando en compañía de dos hombres mayores que ellos, los cuales desde lejos podía describirlos como andrajosos cabareteros. Intentó oír pero nada escuchaba, por lo que se limitó a mirar y esperar.



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En el texto hay: realidad, suenos, pesadilla

Editado: 08.08.2018

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