La Rebelión fue llegando paulatinamente al sur del país durante esos pocos días, Percy se había calmado con su mandato calumniador y estricto. Lane, lleno de desdicha, se fue hasta un claro en los bosques con tal de meditar. Desde la Batalla de Fuerte Polar, sentía que su espíritu se reconstruía pieza por pieza para luego desmoronarse y armarse de nuevo.
A diferencia de su hermano Diago en el pasado, ejecutó todas las pruebas mentales en un máximo de dos horas. Cada sensación, chispa y fulgor recorrió su cuerpo como debió. Sin embargo, al momento de cruzar por el abismo infinito de la Prueba de la Oscuridad, su espíritu se quebró en menos de un parpadeo. Brincó desde el pasto con un terror exorbitante, lo que pasó por sus ojos casi le dio un infarto.
Vio sangre, destrucción, fuego y cadáveres: un mar inmenso como la tierra misma, con manos flaqueando de impotencia apuntando hacia un cielo nocturno color bermellón y sin luna. Su propia impotencia, eso fue lo que vio: la incapacidad de decidir su destino y que el mundo entero sufra por ello… o por su propia mano.
— ¿Qué estás haciendo? – profirió Bianca, más rápido que el viento.
— ¡Bianca! ¡Ay…! ¡No me veas así!
Lane tenía la costumbre de quitarse la camisa para meditar, Bianca lo descubrió en su momento más privado, aunque a ella no le afectaba en lo más mínimo. Después que Lane se vistiera, conversaron:
— Qué…bueno, ¿Qué haces por acá? – el chico tenía las mejillas enrojecidas de la vergüenza.
— Estaba buscando a Rita, ¿Sabes dónde está ella?
— ¡Hacia el río! Con el resto, si quieres… claro, si no quieres no tengo problema: ¿Podemos ir juntos? Yo también voy.
— No veo problema en ello.
Los dos caminaron uno al lado del otro por los pastizales, aunque el chico tuvo que disminuir el ritmo, pues la princesa era cuidadosa con cada paso que daba: le confesó que nunca había pisado el césped como tal y que debía ser precavida. Iba vestida con un vestido de alpaca azul con botones negros.
Lane estuvo un buen rato pensando en lo que ella meditaba cuando no hablaban: ¿Acaso vio algo desagradable mientras estaba sin sus prendas? Se preguntó, lleno de vergüenza. No obstante, la verdad era que Bianca estaba más atenta a los insectos que revoloteaban a sus alrededores, literalmente.
— Perdóname – Lane mantenía la cabeza baja.
— ¿Por qué?
— Por todo… no he podido pedirte disculpas por todo lo que hice: destruir Fuerte Polar, tratar de matarte… Dos veces, hacer que sometieran a tu padre, quitarte tu auténtico hogar y ponerte a viajar por un país que desconoces. ¡Pero te juro que no fue mi culpa!
— Lo entiendo, no tienes que preocuparte. Sé que fue culpa de tu impotencia.
— Bueno… ¡Eso no es tan cierto como crees!
— Ay no, ¿Dije algo malo?
La forma en cómo ella se arrepentía y suplicaba sus disculpas, hizo que cambiaran drásticamente sus papeles.
— Mi hermano Percy me dijo que tengo la mala costumbre de decir cosas sin pensarlas, no creí que…
— Tranquila, eso hacen todos de vez en cuando. Si conocieras a mi hermano Diago mejor, sabrías de qué hablo.
— ¿Eso fue un chiste? – Bianca levantó una ceja con intriga.
— Claro…Sí fue un chiste.
Bianca se forzó a sí misma a sacar una risotada poderosa, tratando de seguir la corriente. Lane, en lugar de apartarse con repelús, abrazó su intento de ser simpática.
— A mí también me gusta estar sola a veces – la chica cierra sus ojos zafiros —, es relajante. Me ayuda a meditar lo que pasa.
— Bueno yo… La realidad es que sí, estaba meditando – en menos de un segundo, sus ánimos se apagaron —. Han pasado tantas cosas, me imagino que tú también sufres por tanto caos.
— Perdí a mi padre y a mi hogar. Mi hermana mayor regresó, pero ella está llena de odio y ya no es como la recuerdo.
— Creo que tú tienes peores problemas que yo – el chico rio entre bajos —. Yo no conocí a mi padre, ni había nacido cuando falleció por una enfermedad. Sigo teniendo a mi hermano cuando… él casi me pierde a mí. Tampoco sé si podré regresar a ver a mi madre.
— Somos dos balsas podridas en un mar de incertidumbre…
Esa reflexión, a diferencia de otros, a Lane le iluminó la mente. Esa chica tan inocente le acababa de dar la razón a sus mayores miedos: la incertidumbre por el futuro, teniendo todo en contra. Los dos eran brotes que flaqueaban contra fuertes vientos.
— Tengo miedo de Akali – confesó ella —, mi mayor miedo se cumplió apenas la conocí: mi destino quedó en las manos de alguien más. Como dijiste, viajo por un país extranjero sin saber qué hacer.
— ¿Y cómo vives el día a día?
— Es difícil de explicar, sólo… creo que sobrevivo gracias a ustedes. Pese a que fuimos enemigos, terminé por entender que estaba en el bando equivocado, donde todos pensaban del modo equivocado.
Lane abrió los ojos como dos lunas llenas.
— La forma en cómo me siento en su grupo, entre ustedes… me hace sentir mejor a cómo me sentía con la gente rica de Ciudad Ártica. Sé que sólo soy amiga de Rita por palabras de ella… pero en serio disfruto estar con ustedes, me ayuda a sobrellevar todo esto.