JULIA
—Por favor, no llores más —pido con voz temblorosa a la pequeña que derrama cascadas por los ojos.
Hace unos segundos el señor Allard se llevó a Magnus en un estado que me genera preocupación, no solo por él, sino también por mí misma.
No han pasado veinticuatro horas y mi presencia ha ocasionado cierto caos en la casa. Realmente espero tener oportunidad de explicarme con el señor Allard, no puedo perder esta oportunidad. A pesar del trato de Magnus y esta pequeña, pero al mismo tiempo gigante sorpresa, mi necesidad por quedarme me sobrepasa, hasta hacia unas horas mi mente y consciencia permanecían en sosiego al pensar que nadie sería capaz de encontrarme aquí, estando en esta casa no hay rastro alguno que seguir, jamás pensarían que alguien como yo podría ser capaz de estar aquí.
Pero ahora todo pendía de un hilo. Me vería obligada a caer en el destino que de alguna forma y sin querer escribí para mí.
En medio de mis pensamientos y preocupación mis movimientos se mantuvieron constantes logrando tranquilizar a la pequeña que ahora compartía la misma expresión que yo. Fue inevitable soltar un jadeo al detallar en el ángel que cargaba en mis brazos; lleva la cabellera rubia algo despeinada seguramente por la siesta, las mejillas regordetas y rosas, pero lo más impresionante es el color de sus ojos.
Un tono perfecto, el gris en sus ojos es inocente y vivaz, claro y puro.
Mi corazón se encoje y recuerdo a mi Ben cuando era pequeño. Siempre me asegure de mantener una pequeña sonrisa o su mente ocupada y lejos de lo que sucedía en casa, quería que la esencia, la composición de su mundo fuera diferente. Ahora me pregunto, como será la vida de esta pequeña en esta solitaria mansión.
—Hola —aparece la mujer que hace rato vio en la puerta. Se mueve hacia un estante de la habitación, no puedo ver nada ya que se encuentra de espaldas —. Soy Carmela, la niñera ¿tú eres?
Hago memoria y estoy segura que el señor Allard no menciono ninguna niñera o niña durante el recorrido.
—Soy Julia Mills, la nueva enfermera —me presento y pienso que no debí utilizar el titulo cuando lo más probable es que el señor Allard me despache a primera hora de la mañana.
—Así que tú eres la nueva princesa en apuros —bromea y se acerca mientras agita el biberón en sus manos.
—¿Princesa? —cuestiono.
—Me la permites, por favor —toma a la niña y busca un sitio cómodo en una silla mecedora ubicada en una esquina de la habitación—. Ya sabes, por el monstruo que se esconde en la sombría casa en la colina —susurra—. Eres la única que ha aguantado una noche o algo así, la mayoría no acepta los malos tratos de Magnus y se retira sin siquiera ver el contrato ¿tú ya firmaste?
—Si —murmuro y observo a la dulce pequeña que bebe con ahínco el contenido del biberón—. ¿Quién es ella? El señor Allard no menciono que tuviera una hija.
No soy nadie para juzgar y ella comparte el mismo tono de ojos con ambos hombres. La mujer me observaba con detenimiento durante unos segundos y antes de pronunciar palabra una voz a mis espaldas me sobresalta.
—Señorita Mills acompáñeme por favor —pide el señor Allard y se vuelve para comenzar su camino sin esperarme.
En silencio y con paso cuidadoso sigo al hombre, pese a que nuestro ritmo de andar es distinto, prefiero disminuir mi velocidad para permitirle llevar la delantera. Llegamos a su oficina y abre la puerta, espera a que entre primero y tomo asiento rápidamente sin que me lo haya pedido, no debí hacerlo, pero mis piernas están a punto de ceder por los nervios.
—Señorita Mills…
—Lo lamento mucho señor —me coloco de pie inmediatamente, la adrenalina me sobrepasa y si debo llorar para conservar el empleo lo hare, Ben y el abuelo no merecen un destino igual al mío solo por el pésimo genio de Magnus—. Escuché el llanto y entre a la habitación, sin permiso, no debí hacerlo. Además, no sabía que Magnus se despertaría y mucho menos que tendría ese tipo de reacción, el solo me gritaba y la bebé gritaba, no sabía que hacer…
—Señorita Mills.
—Sé que cometí un error, pero prometo que no se repetirá.
—¡Señorita Mills déjeme hablar! —espeta y tomo asiento nuevamente en la silla.
Escucho un suspiro y su cuerpo caer con pesadez en la silla detrás del escritorio.
—Lamento haberle gritado, es solo que no imagine que algo así podría suceder esta noche.
—Lo lamento, sé que mi rol se limita a atender a Magnus, pero cuando escuché a su hija llorar tuve miedo…
—Espere ¿mi hija? —interrumpió y elevo lentamente mi cabeza, una sonrisa cansada se dibuja en su rostro —. Aunque nada en el mundo me gustaría mas, Maggie no es mi hija.
—Se llama Maggie
—Margaret, pero Maggie de cariño y como mencione, no es mía, es hija de Magnus —suspira apesadumbrado.
Como si el cielo cayera frente a mí y el aire dejase de existir. Es inconcebible que una criatura tan hermosa surgiera de semejante hombre, aunque si lo pienso bien, lo que realmente me impresiona es la actitud que tomo Magnus cuando intente dejarla sobre su regazo.
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Editado: 06.09.2023