Pregunta lo que quieras
Liam anduvo en silencio en la oscuridad del bosque, en completo sigilo, caminó sobre la nieve en dirección a la cascada de hielo con Shelly detrás.
Ella se mantuvo callada durante el viaje.
Necesitaba hablar a solas, lejos de sus compañeros de clan, las cosas que iba a decirle determinarían su decisión de permanecer con ellos, o de irse.
Aunque no creía en que sucediera lo último.
A pesar de sus intentos, Shelly insistía en quedarse, y tener la vida que ellos tenían. No era la vida cómoda de un humano común y corriente, un cambiante debía estar preparado para todo, desde noches a la intemperie hasta ataques de otros clanes, era una vida al borde de la civilización, un estilo que no estaba muy seguro de que ella pudiese sobrellevar.
Y con su clan a punto de confrontarse con otro clan, las cosas podrían tornarse feas, tendrían que luchar.
Eso, era lo que temía que sucediera en cuestión de días.
La luz de la luna iluminaba con su brillo, transformaba todo en un solo matiz de colores apagados, grises y negros se mezclaban a su alrededor.
—¿Por qué estamos aquí?— preguntó ella.
Él se detuvo a la orilla de la laguna congelada, la superficie cristalina dejaba ver el agua en la profundidad.
—Sientate— le ordenó.
Por una vez, ella no hizo protestas y se ubicó en un pedazo de tierra libre de nieve.
—Este es el lugar favorito de todos— dijo mirando la caída del agua, detenida al transformarse en hielo— este es un lugar puro, libre, en donde se puede obtener algo de paz.
Ese espacio era muy preciado, serenaba sus temperamentos, y a sus animales.
—En invierno las parejas vienen aquí para reafirmar sus vínculos. Todos los cambiantes saben que al encontrar un sitio puramente natural pueden obtener de él su estabilidad.
—Es solo una cascada.
—Es más que eso, no lo entenderías— negó un par de veces, no era necesario repetir su debilidad— nuestras costumbres son extrañas y difíciles de comprender para ustedes, estamos más conectados con la naturaleza que los humanos.
Shelly mantuvo su vista en el hielo.
—Admito que jamás podré ser como ustedes— bajó su mirada— es irónico mi deseo, mi madre los detestaba, a todos los cambiantes, siempre vivió evadiendo, huyendo de ustedes porque los creía peligrosos, ella quería protegernos.
Conforme decía esas palabras, su voz iba decayendo, hasta quedar en un tenue murmullo tembloroso.
Shelly había sido testigo de la muerte de su madre, ella y su hermano, la vieron respirar por ultima vez antes de irse.
Amanda Bellamy, una mujer humana ordinaria, le encargó las vidas de sus dos hijos antes de fallecer. Liam nunca olvidaría el día en que salió de la sede de Congreso Mundial Cambiante, era un evento que pretendía lograr una ley que les otorgara la independencia de su raza, en el que un tiroteo hizo estallar el caos en ese auditorio, él y los suyos apenas lograron salir casi ilesos.
Todavía recordaba al hombre que le disparó a Amanda Bellamy, él mismo se encargó de abatirlo en su huida. Cuando tuvo tiempo para pensar, supo que no debería haberse entrometido, pero de no ser por su acción, los dos hermanos estarían muertos.
Liam les había salvado la vida.
—Ella tenía sus razones para protegerlos— le dijo borrando la imagen del rostro de Amanda tan parecido al de Shelly— no todos los cambiantes son buenos.
—Y no todos los humanos son malos— respondió en un murmullo.
Comprendió la dificultad que le había resultado su trato, sus constantes recriminaciones, Liam reconoció su valor y determinación como dos aspectos que podrían ser de gran utilidad.
—¿Por qué quieres esto?— le preguntó— ¿Qué es lo que te mantiene aquí? Esta no es la vida cómoda de un humano, aquí vivimos al filo de la naturaleza, expuestos siempre ante el peligro que supone vivir con depredadores como vecinos.
Shelly envolvió sus piernas con sus brazos, y recargó su mentón sobre ellos, con su mirada en un punto entre las delgadas lanzas de hielo.
Dio un suave suspiro.
—Ni siquiera yo lo sé— dijo— hay algo en ustedes, en la vida que ustedes llevan, que me impide regresar a la insípida vida de la ciudad, sin peligros, ni emociones, a una existencia monótona y rutinaria.
Liam alcanzó a ver su cabello moverse al son de la brisa, esas hebras negras, lucían aun más oscuras bajo el resplandor de la luna. Reprimió el deseo de tocarlas con sus dedos.
—Unirse a un clan cambiante no es algo que se toma a la ligera— volvió su vista al hielo— muy pocos humanos han sido capaces de formar parte de uno.
—Yo sé que ni Jake ni yo les agradamos ¿Por qué no han hecho nada para impedir que Aria nos haga parte del clan?
—Porque ella ha reconocido su valor, y nosotros no contradecimos sus decisiones.
—¿Pero eso no los convierte a ustedes en seguidores ciegos?
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Editado: 23.09.2018