Dos conejitos salieron a pasear. Sólo uno volvió vivo, para un fantasma encontrar.
CHRISTINE
Pese a que Boa Stone me cae como una patada en el estómago, no puedo negar que sus fiestas son increíbles. Hay alcohol para emborrachar a todos los habitantes de West City, hay también comida -desde papitas fritas hasta pasteles y hamburguesas-, e incluso todo tipo de bebidas no alcohólicas para quienes deben conducir, como yo. El tema del alcohol es algo que me tomo muy en serio, y todos deberíamos hacerlo. Muchas muertes se evitarían si las personas tomaran consciencia y dejaran de conducir ebrias.
Así que aquí estoy, sentada en un sillón junto a la pista de baile bebiendo un simple jugo de frutilla con un plato lleno de cupcakes en mis piernas.
Comida gratis, no voy a desaprovecharla.
Tras rechazar amablemente al segundo chico que me invita a bailar, miro a mi alrededor preguntándome dónde estará Júpiter. He visto a Allen y al resto de su grupo de amigos, pero no a él.
¿Estará en una habitación enrollándose con alguna chica? Espero que no, aunque tampoco quiero verlo luego de golpearlo el otro día; bastante tengo con ver como sus amigos lo molestan por haber sido golpeado por una chica.
¡Si hasta le dejé un moretón! Uno sexy, por cierto, cerca de su barbilla.
Y no, no estoy esperando verlo para bailar con él. Si no bailo es porque estoy vigilando a Sami. Debo cuidar de él en su noche de desquite, y hasta ahora lo está haciendo bastante bien: está arriba de una mesa; abrazando a una chica rubia y ambos cantan a todo pulmón "Hot n cold" de Katy Perry mientras bailan.
You change your mind (Tú cambias de parecer)
like a girl changes clothes...(Como una chica cambia su ropa)
Es la canción perfecta para dedicarle a Alba.
—Vaya sujeto, ¿eh? —dice alguien a mi lado. Me volteo y veo a un chico bastante alto de pie junto al sillón; luce más o menos de mi edad y me sonríe dejando ver los hoyuelos que se forman en sus mejillas. Tiene el cabello negro y los ojos tan azules, que resaltan con las luces de la fiesta; es bastante guapo y se me hace conocido, pero no logro recordar dónde lo he visto.
—Sí, es todo un personaje —le sonrío de vuelta.
—¿Es tu novio? Los vi llegar juntos.
—No, Sam es mi mejor amigo. Es el hermano que nunca tuve. Soy Christine Rogers —le digo extendiéndole mi mano, la cual estrecha.
—Es un gusto, Christine. Me llamo Oliver.
El chico toma asiento a mi lado. Lleva una cerveza en la mano y me ofrece, pero lo rechazo. Comenzamos una plática bastante amena y por un momento, olvido que estoy cuidando a mi loco y retorcido mejor amigo.
Oliver tiene 21 años y estudia medicina en la Universidad de West City. Es un tipo bastante agradable y me inspira confianza, así que minutos después estoy hablándole de mi familia, especialmente de mis hermanas. Él se sorprende cuando le digo que tengo dos hermanas menores y me pregunta sus nombres.
—Valerie es un año menor que yo, tiene 16. Está en una etapa de rebeldía pura y lo único que hace es darle dolores de cabeza a mi madre escapándose por la ventana. Y Hannah sólo tiene 5 años, es nuestra pequeña. Ella es un amor. Aún vive en el mundo de los unicornios, las barbies y los amigos imaginarios —suelto un suspiro—. Me gustaría que se quedara pequeña por siempre.
Oliver sonríe y comenta que no tiene hermanos, sólo han sido él y su madre desde que tiene memoria.
—Oye, ¿qué no es tu amigo ese que está ahí? —me interrumpe indicando las escaleras.
¡Oh, por dios!
Sami está de rodillas sobre el primer escalón, vomitando como si no hubiese un mañana.
¡Qué asco! No él, sino yo. ¿Qué clase de amiga soy? Se supone que debía cuidarlo...
Corro en su dirección y me agacho a su lado ignorando las miradas y expresiones de asco de algunos a nuestro alrededor.
—Sam, ¿estás bien? —pregunto mientras un flash nos ilumina.
—¿Chris...? Mierdaaa, creo que me tomé una cerveza de más...
—¿Una? ¿Estás seguro de que no fueron veinte? Anda, vámonos. Ya es tarde.
—¡Si saben cómo me pongo, ¿pa’ qué me invitaaan?!
—No nos invitaron, Sam, nos colamos.
Sami se tambalea intentando dar un par de pasos. Me es casi imposible caminar con él y de no ser por Oliver que se acerca a ayudarme, no hubiese podido llegar ni a la puerta.
De pronto, veo una fugaz cabellera azabache pasar por un costado y me detengo de golpe.
—Oliver, ¿podrías sujetarlo un momento? Necesito confirmar algo.
—Claro —murmura Oliver tomando todo el peso de Sami.
Rápidamente me dirijo a la cocina de la casa, la cual es tres veces el tamaño de mi habitación, y allí la veo:
Valerie, que debería estar en casa cuidando de nuestra hermana más pequeña, está enfrascada en una conversación/discusión con Allen, el mejor amigo de Júpiter.